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Hay ríos, que ni cortos ni perezosos, son capaces de pegar un buen tajo al paisaje para rodearse de una belleza que hace que uno se quite el sombrero al verlo pasar. El Tajo, de nombre atinado, es uno de esos; que, además, continúa acicalándose sin pudor durante todo su camino mientras se alimenta de otros caudales que le rinden pleitesía. En España, un poco antes de abandonar este país para entrar en Portugal, se coloca una diadema que le viene como anillo al dedo en su exhibición de elegancia natural: el Puente Romano de Alcántara.
Y es que es justo en esta obra arquitectónica del municipio cacereño donde empieza (o acaba, según se mire) el Parque Natural del Tajo Internacional, que llega hasta la presa de Cedillo e incluye los afluentes que se vierten al gran río en esta zona. "Es el parque natural más grande de Extremadura con 25.000 hectáreas, repartido entre 11 pueblecinos, que juntos no llegan a 16.000 habitantes y ahí está el secreto: dejamos espacio para otras especies", asegura, antes de empezar a hablar de la flora y la fauna, María Vázquez, monitora de educación medioambiental del parque en el Centro de Interpretación del mismo, ubicado en el corazón de Alcántara.
El pueblo extremeño, famoso por su puente y por su Festival de Teatro Clásico, es por sí mismo un destino atractivo para cualquier viajero. Desde la obra romana hasta las construcciones que hicieron grande al municipio con la Orden de Alcántara pasando por sus iglesias o casas de siglos posteriores, es perfecto para darse un paseo por la historia de España. Sin embargo, son las aguas de sus ríos, del embalse y de su lago más famoso (La Cantera) los que hacen posible que visitar esta tierra en verano no se convierta en un deporte de alto riesgo debido a las temperaturas.
En esta zona uno puede darse un baño en aguas cristalinas, embarcarse en un crucero o practicar deportes acuáticos en un embalse. Pero, además de refrescar, el agua trae consigo un paisaje idóneo para animales en peligro de extinción –como el águila imperial ibérica– o una rica flora con rarezas como el lirio amarillo, entre otras maravillas naturales.
Para empezar a organizar el viaje, nada más llegar a Alcántara es bueno informarse sobre las diferentes actividades. "El turista tiene que saber que atravesar todo el parque de punta a punta puede llevar más de una hora en coche. Se disponen de rutas senderistas y de cruceros en barco", dentro de los límites navegables del área protegida, explica Vázquez. "Lo bonito es que estás navegando por un lugar en el que en una orilla ves Portugal y en la otra, España; y cada lado son zonas protegidas, con toda su fauna y su flora", concreta la monitora del Centro de Interpretación.
Estos paseos en barco se realizan cerca de la presa de Cedillo, pero si la intención del visitante es no alejarse mucho de Alcántara, también hay cruceros disponibles que salen del embalse del pueblo y se adentran en el río Alagón, afluente del Tajo. Hay que tener en cuenta que, aunque la represa no forma parte del parque natural, estamos en Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA) y, precisamente, en función de esto se hace una ruta u otra.
"Normalmente, el barco llega hasta los Canchos de Ramiro, pero en época de cría no se puede entrar. A partir de agosto se puede navegar pasando por ahí, pero ya el trayecto es de cuatro horas", explica Guillermo Siquier, patrón de uno de estas embarcaciones que surcan las aguas dulces en busca de aves difíciles de ver, lo que hace de este lugar un sueño para el turismo ornitológico. Debido a todo esto, durante unos meses al año se pueden realizar trayectos de una hora y media o de cuatro, dependiendo de las ganas de cada uno.
Siquiera aprovecha la excursión para explicar a los pasajeros la situación en la que se encuentran diferentes tipos de peces, aves o mamíferos del territorio. Amante de la naturaleza, va desgranando las características de una especie y los problemas que origina la mano del hombre mientras hace un alto en el camino para señalar la cría de buitre leonado o la pizarra que sobresale en la cuenca del río. Una degustación de queso y aceite de la zona cierran el viaje, del que uno sale henchido del placer de navegar y con la feliz idea de haber aprendido y visto algo inusual.
Con el calor, el pantano invita a practicar alguno de los deportes que se ofertan en la zona. Dar una vuelta en kayak, ponerse a hacer esquí acuático o paddle surf, entre otras muchas cosas. Julio Sánchez, dueño de la empresa Divertimento, organiza grupos para sacar todo el provecho al agua. "La época del año en la que tengo más gente es en verano, especialmente, en agosto", afirma Sánchez, mes en el que se celebra el evento cultural más importante del pueblo: el Festival de Teatro Clásico.
Si algo tiene tanto baño es que abre el apetito y la suerte de estar en Alcántara es que es famosa por su gastronomía conventual, que ha sabido aprovechar las delicias del río y la caza del monte. Pero si uno tiene la oportunidad de pasar un par de días en la zona, ¿por qué no escaparse a Portugal a comer un buen bacalao? La raya del país vecino está a 10 kilómetros y, de paso, se puede disfrutar del río fronterizo de Erjas que junto al Salor y el Sever son considerados de aguas internacionales.
Ya por la tarde, y por seguir con esta ruta acuática, existe un lugar mágico –por su enclave y su historia– de obligado paso en el municipio extremeño. Se trata de La Cantera, un lago de aguas manantiales de reciente formación.
Ana Salgado, funcionaria de la Oficina de Turismo, cuenta su historia: "Lo creó la mano del hombre, al extraer la piedra para la construcción de la presa (se refiere a la de José María Oriol) y se coló una filtración de agua". Mientras continuó la obra, esa agua se bombeaba para poder seguir sacando el granito. Sin embargo, una vez que acabó la construcción en 1969, dejaron que el agua manara libremente convirtiéndose en un imponente lago, que hoy también es un área protegida por las aves que anidan en su entorno. "Ahora te puedes estar bañando y te pasa una cigüeña negra por encima... Hombre, cuando hay poca gente; si hay ruido, no. En junio yo he llegado a ver una cigüeña y un buitre leonado", asegura Salgado.
Encallado entre paredes de granito escalonadas por el corte de la piedra y con un desnivel que llega a los 100 metros sobrecogen sus aguas cristalinas en la orilla y las más oscuras en el centro, prueba de su profundidad. "Es una de las grandes sorpresas que tenemos en Alcántara", dice la funcionaria de turismo. Y sorpresa sí que causa, tanto como ese Tajo que obliga a quitarse el sombrero a su paso.
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