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Hasta los años 70 era imposible llegar a Teno Alto por carretera. Ubicado en el municipio de Buenavista, en la punta noroeste de Tenerife, esta zona conserva aún ese aire de paraje inaccesible. Como todos los lugares de la isla, tiene su legado guanche, pero más visible y reciente es su pasado como despensa agrícola de familias adineradas, cuyas tierras eran trabajadas por medianeros de la zona que luego llevaban los productos a las casonas de La Laguna o La Orotava.
Este régimen de explotación agrícola cambió durante el siglo veinte cuando, los que regresaban de la emigración, comenzaron a comprar terrenos y la propiedad y la riqueza se repartió. Incluso, hubo en las últimas décadas del siglo XX un cierto esplendor urbano en Teno. Hasta tuvieron una escuela unitaria. Pero una nueva ola migratoria, esta vez hacia ciudades y pueblos con más infraestructuras, lo han convertido en en una zona de retiro y paseo, un paraje donde el viento azota y el paisaje, casi siempre solitario, recuerda cómo vivía la gente en otra época. También les queda el queso, una industria artesanal local que, lejos de venirse abajo con los años, tiene cada día más adeptos.
Comenzamos nuestro paseo de 5,4 kilómetros en la zona de Los Bailaderos, el núcleo poblacional más importante de Teno Alto, donde hace unos años estaba la escuela y hay una ermita muy bien conservada. En Los Bailaderos, las casas modernas de hormigón y cemento se combinan con casas muy viejas. Hechas de piedra y barro, se construían sin ventanas para proteger a sus habitantes del frío. Hoy en día, la mayoría se utiliza para guardar los utensilios de labranza.
Dejamos el bar 'Los Bailaderos' a la izquierda y descendemos por un camino donde nos encontramos con varias casas-cueva construidas aprovechando la orografía del terreno y que servían de silos para almacenar el grano. Las flores silvestres brotan por todos lados y nos encontramos con varias tuneras y dragos, muy típicos de Canarias.
Más adelante está la Fuente de la La Torre, totalmente abandonada, pero hasta hace unas décadas un lugar muy importante para el pueblo. Hasta allí se llegaba para buscar el agua, lavar la ropa en alguna de las pilas o dar de beber a los animales, y no es difícil imaginar la animada cháchara de la gente mientras hacían sus faenas cotidianas.
Seguimos esta pequeña ruta y vamos en dirección al cruce con el Camino del Risco para contemplar desde ahí esa sensación de paraje solitario. Por ahí se bajaba hasta Buenavista cuando no había carretera, y era el camino que seguían los muertos para ser enterrados en el cementerio del municipio. De hecho, en una de la cuevas de los alrededores se conservan todavía las cajas comunales con forma de ataúd donde se les metía para transportarlos.
Una de las cosas que llaman la atención de esta zona es la ausencia de una vegetación frondosa, a pesar de que es un terreno que mira hacia el norte. La presencia constante de las cabras pastando tiene sin duda que ver, porque Teno tiene una tradición ganadera muy fuerte que aún se mantiene.
Una muestra de ello son las tagoras que salpican el paisaje, construcciones de piedra de hasta tres metros de altura originarias de la época de los guanches que tienen forma semicircular y, en cuyo interior, había una o dos piedras para sentarse y guarecerse del viento del norte.
La cabra ha sido, incluso, fuente de productos con propiedades supuestamente medicinales, como la denominada "manteca de ganado", hecha a partir de leche de cabra que se guardaba ocho días en un caldero y luego se cocinaba con sal. Era buena, decían, para curar dolores de garganta, catarros, pulmonías, dolores de vientre, infecciones o irritaciones.
Pero la mayor parte de la leche de la cabra se ha utilizado siempre para la elaboración del queso, bien fresco o bien ahumado, con leña de brezo o de guargaso. Hoy en día hay varias queserías en la zona. La más importante, sin duda, es la de 'Naturteno', en cuyos alrededores hay un precioso drago por donde merodean las gallinas mientras comen el grano que les echan. 'Naturteno' tiene sus propias cabras y elabora un queso que ha recibido ya varios premios.
Una de las zonas por las que normalmente merodean los rebaños de cabras que hay por Teno tiene un curioso aspecto de paisaje lunar debido a que está formado de piedra caliza. Pasamos por ahí de camino a las eras más importantes de este paraje, donde podemos entrever un pasado agrícola que prácticamente ha desaparecido.
Las eras son círculos de varios metros de diámetro, con el piso empedrado y rodeados de altos muros, donde se aventaba el grano para separarlo de la paja. Es un tipo de estructura posterior a los guanches, que hacían esta labor de una manera más rudimentaria. Las eras de Teno parecen hoy una especie de ruinas prehistóricas, testigos mudos de un pasado perdido, como las pequeñas huertas perfectamente delimitadas, pero abandonadas al mismo tiempo en las faldas de la montaña.
En Teno hubo también, hasta los años cincuenta del siglo pasado, personas que se dedicaban a la fabricación de tejas para las casas. Nos acercamos al horno de la Cueva del Asabuche, que está todavía muy bien conservado y tiene forma de torrecilla circular que se alza sobre el lado derecho del Barranco de las Cuevas.
Las tejas se hacían con tierra de los alrededores que se cernía para quitarles las piedrecitas y los restos de raíces. Luego se mezclaba con agua y alguien corpulento y con fuerza se encargaba de amasar el barro. La última persona fue don Manuel Pérez, que se hacía largas jornadas laborales:
"A pico. Por cuatro pesetas al día. Yo llegué a trabajar por dos pesetas y un real, un vellón le decíamos. De sol a sol, sin quitar ni poner, de sol a sol" (Estampas etnográficas de Teno Alto, pág. 62).
Luego se aplanaba la mezcla, se cortaba, se ponía sobre el molde y se dejaba secar. A veces se le hacían dibujos o inscripciones. Después de dos o tres días, se metían en el horno. La cocción se hacía desde las siete de la tarde hasta las tres de la mañana. Y luego se dejaban las tejas dentro para que se enfriaran durante ocho días.
Después de tanto deambular por los restos del pasado de Teno, nos acercamos al bar 'Los Bailaderos', que llevan Tita y su hijo Justo. También ellos son historia de Teno. Ella nació en el pueblo y emigró con su marido a Holanda en los 70, donde nacieron sus dos hijos. Allí vivieron hasta bien entrados los ochenta, cuando se dieron cuenta de que, o volvían con los niños todavía pequeños, o se quedaban allí para siempre. Con parte del dinero que trajeron, montaron esta casa de comida canaria en 1990. Y ahí siguen.
Comemos un poquito de queso fresco de Teno con miel de palma, un sirope típico de Canarias que se consigue cocinando la savia de la palmera hasta que queda a punto de caramelo. También comemos una ensalada y una ración de escaldón de gofio hecho con caldo de verduras. Pero el plato estrella es el guiso de carne de cabra del mismísimo Teno.
¿Y cómo se hace la carne de cabra? "Pues poniéndola al fuego", nos contesta Tita con socarronería. Pero luego conseguimos convencerla y nos cuenta cómo la prepara. La clave de la carne de cabra es limpiarla bien y quitarle toda la grasa, que es la que le da un sabor muy fuerte. Para conseguirlo, hay que hervir la carne con vino y un machacado de ajo, orégano, pimienta y sal. Luego se pasa por la sartén. Y, por último, se termina de cocinar en un sofrito de pimiento, cebolla, ajo y tomate, hasta que la carne se suelte bien del hueso. De postre, una tarta de piña y un quesillo, que es un flan con leche condensada que se hace mucho en Canarias.
Si uno no se queda muy lleno, puede darse un paseo hasta el mar. De Teno salen un sinfín de caminatas, y varias de ellas llegan hasta la costa, a donde se acercaban los pastores al comenzar el día para llevar a sus rebaños y darse un chapuzón. Uno de estos lugares es La Punta de Teno, con un pequeño puerto mágico. Se trata del lugar más al noroeste de la isla.
Se tarda unas tres horas en llegar caminando por una bajada suave de 9 kilómetros. El problema es que luego hay que subir de vuelta a Teno Alto. De lunes a viernes se puede ir en coche volviendo a Buenavista y cogiendo una carretera estrecha con vistas de vértigo y túneles de piedra. Los fines de semana se cierra el tráfico a los coches y sólo se puede acceder en una guagua (línea 369) que va desde Buenavista a La Punta de Teno. Si el tiempo acompaña, vale la pena ir para darse un baño. Es la última parada en la última frontera.