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Penyagolosa quiere decir montaña colosal, pero también montaña acuosa o peña aguilosa. Para el mismo topónimo hay decenas de explicaciones corroboradas por los exploradores del terreno. Sus más de 1.800 metros de altitud le han valido el nombre de 'Gigante de Piedra', uno de los pilares que sostienen el techo valenciano. Es, superada levemente por el Cerro Calderón, en Javalambre, la segunda montaña más alta de la Comunidad Valenciana.
Pero su fama no se debe solo a su altitud. A la cima la envuelve un halo místico desde hace siglos que atrae a cientos de visitantes y excursionistas. Bien por las fuentes que serpentean por sus laderas, por la biodiversidad que preserva, por su lejanía al ruido urbano, o simplemente por el placer de recrearse en la belleza de su paisaje.
En los días claros, desde el Gigante se avista el Delta del Ebro, el cabo de San Antonio (Alicante) o las Islas Baleares. En una tierra más bien costera, llana y mediterránea, el centinela de los pueblos de interior contrasta con su verde potente, su aire fresco y la imponente naturaleza en pleno desarrollo. En un terreno seco como es el Maestrazgo, el agua del Carbó, afluente del Mijares, se convierte en el epicentro de la vida natural.
En la ladera norte de la montaña transitan los senderos de ascenso más populares. La cara sur requiere cierta experiencia en montaña, ausencia de vértigo y algunas habilidades de escalada, ya que en algunas zonas es necesario trepar. No obstante, si es un aventurero, será una jornada digna de explorar. Los paseantes regresamos a la ladera norte, por donde se configura un riachuelo de fuentes que acaba en la Banyadera –bany, de baño, en valenciano–, una explanada que sirve de punto de partida de las rutas recomendadas. Sobre este terreno arrancamos nuestro ascenso. Resulta complicado escoger un camino para apreciar por completo el Penyagolosa, así que planteamos una ruta con sus variantes, aunque quizá la mejor idea sea dejarse guiar por lo que nos llame.
Si se va con niños o con personas que no puedan aguantar largos trayectos, el camino desde la Banyadera es una píldora ideal, muy recurrente en los centros escolares. El coche puede dejarse cerca, en un aparcamiento habilitado, señalizado junto a la entrada del Barranc de la Pegunta. Después de haber tomado un buen desayuno o almuerzo –imprescindible para todo paseo que se precie–, arranca la ruta siguiendo las indicaciones. La ruta, ida y vuelta, apenas suponen 4 kilómetros.
Al poco tiempo se llega al Corralico, base de la cima, a 1.500 metros de altitud. Si llegan en época de frío es fácil encontrar algunas neveras naturales con restos de nieve. La senda didáctica muestra las diferentes especies vegetales que enriquecen este paraje de alto valor natural. A mitad de la subida aparece un pequeño refugio de piedras, que suele ser espacio de asombro y divertimento para los más pequeños. Siguiendo un poco más, cuando los pinos van dejando presencia a las rocas, se llega a una de las cimas. La senda oficial tiene poca complicación, esquivando algunos caminos zigzagueantes de piedras.
Esta es la propuesta más sencilla, aunque no hay que olvidar que se trata de la subida a una montaña. Si optan por añadir algo de dificultad, en tiempo y terreno, el Barranc de la Pegunta es imprescindible. Este itinerario duplica la distancia de la anterior y multiplica por diez su belleza. El camino se puede realizar en descenso desde la misma cima, que vuelve a llevar a la Banyadera, punto de arranque anterior, aunque lo recomendado es iniciarlo desde la ermita de Sant Joan, donde también se puede dejar el coche y visitar el centro de interpretación del parque. Este templo religioso aún conserva tradiciones centenarias y tiene su propia peregrinación. El centro de interpretación 'La casa forestal' permanece abierto todas las mañanas hasta las 14 horas y supone una guía ideal sobre los tesoros del parque, un abecé de la fauna y la flora del paraje protegido, que inicia su proceso de reforma para mejorar las experiencias de los visitantes.
El Barranc de la Pegunta ofrece una preciosa estampa, sea invierno con sus aguas congeladas, verano con su verde mediterráneo. Si tienen suerte y llegan en una época de lluvias recientes, pueden ver y oír el agua serpentear por el barranco, decantándose en sus incontables fuentes. Esta senda transcurre en paralelo a la pista forestal que la rodea, donde acabaremos para volver a subir al pico. Empezamos con una suave pendiente que nos lleva hasta el espesor del barranco. Al primer kilómetro de paseo se avista la Fuente de la Pegunta, un rebosadero del depósito de agua natural. La fuente lleva a un cambio de vegetación: plantas más frondosas como el arce, pino albar, cerezos, rosales y manzanos silvestres... Es precisamente este el inicio de la zona especialmente protegida.
Continuamos esta ruta otro kilómetro hasta un cruce de caminos, en el que podemos optar por seguir hasta el Barranc del Forn o poner rumbo a la Banyadera, que nos llevará aproximadamente media hora. Una vez en la Banyadera, el camino al pico vuelve a estar indicado.
Si por algo destaca este entorno es por su biodiversidad. La Pegunta almacena especies endémicas y está declarada microrreserva vegetal para favorecer la conservación de la flora en peligro. Durante el paseo, vemos que cada planta tiene su cartel informativo: los arces, acebos, los pinos rojos, muérdago, espinos... Especies difíciles de ver en otros parajes y que son todo un disfrute.
En el barranco de la Pegunta las aguas aparecen y desaparecen por las esquinas, camufladas en un verde intenso al que solo alteran pequeñas notas de color. En este paraje de once hectáreas duermen delicadas plantas como las campanillas de invierno, recién salidas de un cuento de hadas, que contrastan con robustos árboles y densos pinos.
La montaña mágica también es la montaña mística cuando llegan los últimos suspiros del mes. Cada último viernes de abril, desde el siglo XIV, doce peregrinos con raíces en Les Useres ascienden entre rezos y oraciones hasta la ermita de Sant Joan del Penyagolosa, donde pasan la noche hasta el primer rayo de sol del sábado. La rogativa ancestral de Els Pelegrins de Les Useres, está destacada como Bien de Interés Cultural y su camino está reconocido como Monumento Natural por la Generalitat Valenciana. Cada viaje atrae a turistas, que acompañan a los peregrinos por un viaje de 35 kilómetros, que recorre los municipios de Les Useres, Llucena, Xodos y Vistabella del Maestrazgo, para acabar a los pies de la cima.
Fuera del camino, la montaña mágica está llena de masías, grandes construcciones tradicionales y cortijos de pastores. Hasta hace unas semanas, parte de estas parcelas eran privadas, hasta que el Gobierno autonómico las ha adquirido y pretende abrir al público. Desde los pueblos que vigila el centinela suben vacas a pastar –la mayoría de ganaderías ecológicas y extensivas– acompañadas por sus pastores, que a pie o a caballo, recorren unos 35 kilómetros por trayecto. Los guardianes del campo trabajan de sol a sol, sin entender de lunes y domingos, pero sí de los ritmos de la tierra para poder cuidarla.
Finalizada la excursión, puede hacerse un alto en el camino en Vistabella del Maestrazgo o Xodos, dos pequeños municipios castellonenses de origen medieval que preservan el encanto de los siglos pasados. Con las pilas recargadas, volvemos a casa.
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