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Viajamos a la tierra del agua y de la roca. Al norte, entre las cumbres más altas de la península, buscamos el Monte Perdido, el vuelo del quebrantahuesos y el espectáculo natural que ha dejado el otoño aquí, en los Pirineos. Aprovechamos que aún no hace frío, al menos no tanto como dicen, y que la nieve no ha cubierto aún el colorido de los bosques atlánticos, los valles glaciares y los pueblos medievales que se reparten por todo el Sobrarbe. Suena bien, pero primero, situémonos.
En la provincia de Huesca conducimos por la A-22 hasta tomar a la altura de Barbastro la N-123 y seguir el curso del río Cinca hacia el norte. El Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, el parque natural de Posets-Maladeta y el de los Cañones y Sierra de Guara marcan el contorno agreste de la comarca del Sobrarbe (7.500 habitantes). Desde 2006 todo este territorio (2.202 kilómetros cuadrados) forma parte de la Red de Geoparques de la UNESCO, con más de cien lugares de interés geológico. Desde el Paleozoico, hace 600 millones de años, la roca y el agua han ido moldeando a su antojo este entorno salvaje de picos calcáreos de tres mil metros, glaciares y desfiladeros tallados en marga y dolomía (rocas sedimentarias) donde discurren ríos, cascadas y barrancos. Nuestra georuta empieza aquí.
Los embalses del Grado y Mediano nos guían hasta la confluencia de los ríos Ara y Cinca creando un embudo natural al pie del Pirineo donde gobierna con feudal elegancia la Capital del Turismo Rural 2018: Aínsa (1.700 habitantes). Los usuarios del portal de búsqueda de alojamientos escapadarural.com han galardonado a la villa oscense por delante de 247 localidades de toda España y ahora vas a descubrir el porqué.
Asentada sobre un cerro con forma de proa de barco, la villa medieval de Aínsa recibe al viajero en medio del valle dominado por la Peña Montañesa (valga la redundancia) de 2.295 metros. La ciudadela fue construida en el siglo XI, declarada Conjunto Histórico-Artístico en 1965 y completamente restaurada a finales del siglo pasado. El resultado: un casco histórico de revista, con gusto por el adoquín y donde nunca falta ese ambiente tan característico que la hace una de las joyas del Pirineo. Recuerda: "Capital del Turismo Rural".
El entramado medieval lo estructuran dos calles (Santa Cruz y Mayor) que conectan las dos plazas de Aínsa en una caballeresca travesía con edificios históricos como Casa Arnal o Casa Bielsa, el mikvé (baño judío) y, justo enfrente, el Museo etnográfico de Artes y Oficios tradicionales. Tampoco faltan los bares ni los restaurantes para hacer justicia de ese ambiente tan lozano, incluso en invierno.
La Torre de la Iglesia de Santa María (siglo II), que se alza en lo alto de la ciudadela, nos guía hacia la plaza Mayor o del Ayuntamiento. Los que no teman las alturas ni los angostos pasillos no dudarán en subir hasta sus 30 metros de altura para disfrutar de las mejores vistas del valle. Junto a la plaza Mayor, rodeada de soportales y terrazas, se conservan los restos del antiguo castillo-fortaleza (siglos XI-XVI) que alberga el Centro de visitantes del Geoparque Sobrarbe-Pirineos.
Aquí podemos planificar nuestra expedición geológica entre un extenso abanico de rutas de carretera, de senderismo, BTT (bicicleta de montaña) y vías ferratas para explorar esta comarca donde "la mitad del territorio lo conforman espacios naturales", según Ana Ruiz, gerente del geoparque.
A tan solo dos kilómetros de Aínsa, uno de los pueblos más bonitos de Huesca, el viajero podrá disfrutar del primer espectáculo natural de la comarca. La Fundación para la Conservación del Quebrantahuesos promovió en 2009 la construcción del comedero de aves necrófagas (muladar) de Aínsa. Imagina cientos de buitres leonados, alimoches, milanos reales y hasta quebrantahuesos en un aterrizaje sincronizado desde las cumbres para deleitarse con un festín comunitario a cargo del matadero comarcal.
La fundación organiza rutas guiadas hasta el muladar en periodo estival y el resto del año bajo reserva para grupos, que terminan con una visita al Ecomuseo, situado en el castillo de Aínsa. Descubre aquí la labor de recuperación del quebrantahuesos, la única ave osteógafa (come-huesos) del mundo.
"En la comarca se conservan 30 parejas de quebrantahuesos, es uno de los mejores lugares del mundo para su observación" explica Óscar Díez, presidente de la fundación que guía al grupo en la ruta al muladar, que empieza con un taller de identificación de aves necrófagas, continúa con el aporte de los desperdicios y finaliza con la observación de los buitres. "Hacemos hincapié en los servicios que prestan las aves necrófagas al ecosistema" concluye Díez. La actividad dura unas tres horas y el precio es de 10 euros por persona.
Después del almuerzo a base de huesos volvemos a la carretera (N-260) para remontar el río Ara entre rápidos, barrancos y gorgas (piscinas naturales) hacia el noroeste. Rumbo a Ordesa, al corazón del parque nacional que acaba de cumplir cien años.
El Ara es el único río virgen de España, que desciende por un valle de origen glaciar plagado de bosque mixto y praderas salpicadas por pueblos pirenaicos de cuento. Boltaña, Fiscal, Broto, Torla… El catálogo medieval que se despliega en el valle no tiene desperdicio. A ver quién se atreve a escoger.
En Torla, tras 50 minutos de sinuoso trayecto, dejamos el valle del Ara para descubrir el de Ordesa desde el mejor lugar posible: sus miradores. En el centro de visitantes del parque nacional de Ordesa y Monte Perdido nos olvidamos del coche para encomendarnos a Javier (miradoresdeordesa.es) que nos llevará en vehículo 4x4 hasta lo alto de la cordillera de las Cutas entre explicaciones de la orografía, fauna y flora del lugar, además de alguna que otra anécdota montaraz.
Circulamos por una pista de acceso restringido, regulada por el parque, que asciende hasta 2.000 metros pasando por cinco miradores de infarto. Ante nosotros, la impresionante panorámica del macizo calcáreo más grande de Europa, cuyas cumbres de 3.000 metros parecen derrumbarse sobre un profundo cañón atravesado por el río Arazas. De este a oeste su caudal abastece una selva de hayas, pinos, olmos, álamos y fresnos con una sinfonía de colores rojizos, verdes, ocres y dorados que la hace inigualable en otoño. Ahora sí que hemos llegado al valle de Ordesa.
"Desde aquí podemos ver todo el cañón de Ordesa, el valle del Vio, parte del cañón de Añisclo, las cadenas montañosas hasta la sierra de Guara y en días despejados hasta el Moncayo (Soria)", explica Javier mientras caminamos desde la pista hasta el mirador del Circo de Soaso. La ruta termina contemplando la icónica cascada de la Cola de Caballo y los senderos que ascienden por los gigantescos graderíos de roca hasta el refugio de Goriz y el Monte Perdido (3.355 m) que nos tienta a lo lejos. Casi mejor en verano.
La excursión a los miradores de Ordesa se realiza dos veces al día, hasta que la nieve lo permita (finales de noviembre), con una duración 4 horas y un precio de 35 euros por persona. Niños 30 euros.
'Hotel Sanz'. Ubicado en el centro de la parte nueva de Aínsa, a orillas del Ara. Cómodo, moderno y con buena relación calidad precio (50 euros). Prueba su restaurante especializado en carnes y tómate una cerveza artesanal Rondadora en su animada terraza entre ciclistas y montañeros.
'Apartamentos Dos Ríos'. En la avenida Central de Aínsa destaca este elegante alojamiento que apuesta por el diseño nórdico y la tranquilidad en sus diferentes estancias tanto para parejas como para familias. Desde 70 euros.
'Barceló Monasterio de Boltaña'. Otra excusa para detenerse en este precioso pueblo pirenaico es el hotel ubicado en el antiguo monasterio del siglo XVII. Dispone de 96 habitaciones y 40 villas con vistas a los Pirineos, una terraza solarium, spa y un restaurante que apuesta por la gastronomía local con toques de alta cocina: 'Marbore'. Desde 70 euros.
'Asador de Fiscal'. Los carnívoros se podrán dar un homenaje en este restaurante con terrazas y piscina (cuando vuelva el calor) donde la parrilla no cierra en todo el año. Especialidad en chuletón de buey y con un variado menú del día (18,50 euros) del que destacamos el risotto de boletus con trigueros y parmesano y la parrillada de carnes pirenaicas a la brasa. Puro Sobrarbe.
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