Establecimientos gastrónomicos más buscados
Lugares de interés más visitados
Lo sentimos, no hay resultados para tu búsqueda. ¡Prueba otra vez!
Añadir evento al calendario
Las playas de Moraira son un paraíso recóndito siempre y en especial en esta época del año, cuando va a empezar el otoño. Se come bien, se puede pasear, bucear, usar el mar azul y limpio con deleite, escuchar un concierto por la noche… Lo dicho, el paraíso aquí al lado.
Así sería el día perfecto que hemos preparado en este enclave de la Marina Alta, con el Mediterráneo como bandera. Para bañarse, empaparse de un sol tibio, pasear, comer, picotear, descubrir arte y degustar cultura. Rosana, que nació en el pueblo, como toda su familia, y allí sigue, dedicada a la uva, nos acompañó en el trayecto. De sus recomendaciones, salvo el submarinismo, que no es mi afición favorita, y la visita a la Cova de les Rates, a la que me resistí a ir, lo hicimos todo y lo suscribimos todo.
La playa de El Portet es una cala de 300 metros cuadrados de arena. Esta pequeña bahía con forma de concha es uno de los rincones más valorados (con bandera azul) de la Comunidad Valenciana. El mar allí tiene poca profundidad, con apenas olas y la playa la bordea un pequeño paseo marítimo con esas vistas azules, tan visitadas, al Peñón de Ifach. En esa playa está el restaurante 'Le Dauphin', donde hay que probar la lasaña de salmonete de Moraira sin falta.
La ruta de los miradores arranca justo en ese paseo marítimo y transcurre a lo largo de la costa. En este recorrido hay que pararse a mirar el mar, los pequeños acantilados, las playas solitarias y detenerse en algunas como La Fustera. Y aunque suene cursi, uno puede recrearse en el mirador del Portixol donde las parejas han colocado los típicos candados. Si se hace cuando se visita París, no sé por qué no va a hacerse también aquí…
En este punto de la ruta, en el mirador de l'Andragó, parece que te encuentras, con una vista de 360 grados, con el mar Mediterráneo entero. Abajo, la cala Andragó, más profunda que las del resto de la zona. Puedes quedarte allí el día entero y bucear e incluso hacer submarinismo en un agua de cristal. Rodeada de verde y de azul, es un lugar especial de Moraira.
Allí hay que pararse y pasar el día incluso, en su famoso chiringuito 'Algas', para beber cerveza, desayunar, tapear, tomar mojitos o cócteles. Es uno de esos lugares bellos, tranquilos, con vistas más bellas aún, que resultan difíciles de olvidar.
Otra opción es comer en el restaurante 'El Chamizo', al borde la cala Platgetes. El menú que recomiendo: carpaccio de gambas con aroma de naranja, las patas de pulpo con puré de patatas y la paella valenciana, o cualquier otro tipo de arroz. Todo eso, mirando a un mar azul eléctrico que brilla y que parece que vayas a alcanzar con la mano desde sus paredes acristaladas. Empezó siendo un chiringuito y se ha convertido en uno de los mejores sitios para comer de Moraira.
Pegado a Moraira está Benissa, con dos calas que no hay que perderse: Baladrar, una cala de grava, rodeada de pinos que casi entran en el mar y La Llobella, bordeada por roca e ideal para bucear en su fondo. Y un poco más allá, Benitatxell, donde está la playa Moraira, de cantos rodados y acantilados, la más famosa, la más reputada de la zona, que en esta época del año es absolutamente perfecta. También en Benitatxell está la cueva de Els Arcs: no te puedes marchar sin adentrarte allí, sobre todo si eres aficionado a la espeleología.
De vuelta al pueblo, la tarde se remata en el centro histórico, (declarado Bien de Interés Cultural) en la explanada del castillo presidida por la torre vigía del siglo XVIII, en Cap d'Or, (que alberga además una microreserva de flora) desde donde se ve toda la bahía de Moraira. Antes en cualquiera de las callejuelas podemos comprar el producto estrella de la zona, la uva moscatel. Y con ella, nos vamos paseando hasta la playa de l'Ampolla para ver atardecer.
Yo les tengo terror, pero para los que consideren amigables a estos bichos, rates penades para los valencianos, hay un lugar perfecto: la cova de les Rates. En realidad, además de ser el hábitat de cría y reproducción de murciélagos (es uno de sus refugios más importantes) es desde 2004, una reserva de fauna silvestre. A la cueva, situada en esa península que es Cap d'Or, solo se accede desde el mar. Dicen los expertos que hay que evitar la entrada entre abril y agosto, porque es el periodo de reproducción de estas especies. Bueno, a mí no me encontrarán en ninguna época del año, la verdad.
Un lugar típico, una especie de mesón familiar desde hace 45 años, en el centro del pueblo. Aún preside 'El Refugio' (1 Sol Repsol) la abuela, matriarca del clan. Mucha calidad, muy buen producto, llegado directamente del puerto de Denia. Una maravilla la ensalada de la casa con salazones, el pescado frito, el calamar a la plancha. Y para rematar, una bebida típica: el cremaet, que siguen haciéndolo como se hace en la comarca, quemando el ron con limón en una jarrita y sirviéndolo en el café después. Es uno de los poquísimos bares donde se mantiene esa tradición.
Este, decía, es uno de los productos gastronómicos más consolidado y más prestigioso de la zona. Teulada le rinde homenaje cada año al final del verano con catas de bebidas derivadas del moscatel, la vendimia de la uva, la elaboración del vino al estilo tradicional... Es una fiesta popular que se salpica de cortometrajes, fotos, concursos de cocina creativa con ese producto, recorridos a lugares relacionados con el moscatel que cuentan su historia y su vinculación con el lugar.
Ahora está en plena temporada y nadie debería irse sin probarla. De esta uva sale la famosa mistela, un licor dulcísimo que se usa siempre en las sobremesas. En mi inmersión en Moraira me dieron una receta e intenté elaborarla paso a paso pero fue un desastre… Recomiendo pues su compra o su cata en cualquiera de los bares o restaurantes del lugar.
Para finalizar la experiencia, bien vale una visita el Auditorio de Teulada-Moraira. Un espacio cultural del siglo XXI, de titularidad pública, espacioso, contundente, luminoso, situado en un promontorio y desde cuyas cristaleras se ve todo el territorio: el núcleo urbano de Moraira y el mar. Arquitectónicamente majestuoso, la gastronomía, el paisajismo, la música, la fotografía, la danza son algunas de las disciplinas artísticas que a lo largo de todo el año salpican el espacio. Año tras año se ha ido afianzando y el diálogo amable con el territorio es innegable