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"Vista desde el mar, Santa Cruz de la Palma es sumamente pintoresca, ya que se haya construida en anfiteatro". Así la describía en los años cincuenta del siglo pasado la guía de Afrodisio Aguado, España Turística, un librito chico, con más de mil páginas, que ayudó a conocer a los más inquietos una España poco visitada. Cuánto ha cambiado Santa Cruz desde entonces, pero cómo sigue manteniendo la belleza inalterable de siglos.
Recién llegados al aeropuerto de la isla de La Palma, en la villa de Mazo, y antes de entrar de lleno en su capital, Santa Cruz, nos acercamos a las vistas atlánticas en la costa suroeste, en uno de los acantilados volcánicos más impresionantes de Canarias. Entre treinta y cuarenta minutos tardaremos en llegar a la playa de la Zamora Chica y al chiringuito que los locales frecuentan con asiduidad. Un baño primaveral en su pequeña cala de arena negra y una fritura de pescado, acompañado de un vino La Gota, un blanco seco de las cercanas bodegas Teneguía, nos hará despertar los deseos de conocer la capital de la isla bonita y sus alrededores.
Si las oficinas de información turística se han convertido hoy día en lugares indispensables para saber someramente dónde estamos o qué queremos visitar, en Santa Cruz contamos además con un espacio cultural único donde poder empaparnos de los entresijos que la ciudad preserva. La Real Sociedad Cosmológica, instalada en el edificio del antiguo depósito municipal de la calle Van de Walle, es el sitio adecuado para adquirir el conocimiento necesario para entender este territorio mágico de leyendas que aún perduran en el imaginario palmero.
Carmen Aguilar, la bibliotecaria de esta institución creada en 1881, es una entusiasta de su trabajo que contagia al visitante su amor por lo local. "Los primeros libros que conservamos son escritos en inglés y francés, unos 200 ejemplares; imaginaos el nivel que tenían los fundadores", nos cuenta la historiadora mientras muestra algunas joyas bibliográficas. Libros con secretos escondidos, los primeros números del Diario de Avisos, decano de la prensa canaria que aún sale cada día en La Palma, y mapas manuscritos de hace siglos se conservan en esta casona que actualmente también funciona como biblioteca pública bajo el nombre de Cervantes. Un rato sosegado en su sala de lectura hará que conozcamos algo mejor lo que queremos visitar durante nuestra estancia.
De algo valió nuestro rato en la Cosmológica para saber, entre otras cosas, que la casa Cabrera de la calle Alsemo Pérez de Brito, popularmente calle Real, en pleno centro histórico de la Palma, es uno de los edificios que más llaman la atención al visitante; pero quién diría que en su patio colonial tomaríamos el mejor café de España, según afirmó el prestigioso diario británico 'The Guardian'. Hablamos de 'El Café Don Manuel', un local de prestigio donde su café expresso, el más premiado, compite con el popular barraquito, la original bebida atribuida a un personaje popular apodado Barraco, según cuenta el Diccionario de historia etimológica de Canarias de Marcial Morera. Leche natural y condensada, café, canela y corteza de limón son los principales ingredientes de esta variedad de cortado al que suele añadirse opcionalmente algún licor.
De aquí, al mar. "La playa nos ha cambiado la vida", nos cuenta una señora que acaba de descalzarse para pisar la arena negra de la nueva playa de Santa Cruz. Si hace más de un año que no visitamos esta capital isleña y su avenida marítima, nos sorprenderemos gratamente del cambio que ha dado la fisonomía de esta zona de la ciudad. Lo que antes fue la caleta del Varadero, un espacio áspero de guijarros y embarcaciones varadas es, desde abril de 2017, una ventana abierta al mar que da un salto vital en la calidad de vida de los santacruceros.
Con unos quinientos metros de longitud y más de cien de ancho con la marea alta, la nueva playa del frente litoral vuelve a dar un respiro en pleno casco urbano. Ya no hay que caminar mucho para pasar un día playero al lado del casco histórico. Un paseo mañanero o una tarde de baño y sol hará que nuestro organismo se reactive para seguir nuestra visita por la ciudad que tenemos ahora a nuestra espalda. Si François Lecrerc, el pirata francés conocido como Pata de Palo, que asedió la ciudad en 1553, viera ahora la ensenada que invadió, posiblemente disfrutara de este entorno sin tener que incendiar la ciudad.
Todo está cerca en Santa Cruz. Caminar por una ciudad de pocos habitantes, unos 17.000 en la actualidad, pero que llegó a ser el tercer puerto más importante del imperio español en el siglo XVIII, después de Amberes y Sevilla, es uno de los placeres que no debemos perdernos. El barrio de San Sebastián, en la parte alta de la ciudad, también conocido como el de la Canela por el olor que desprendían los obradores de los reposteros, es el más emblemático de Santa Cruz de la Palma. Su escarpada orografía con cuestas empinadas nos hace caminar despacito y no perdernos detalle de sus históricas casas terreras. Salgamos de la principal calle, la que le da nombre al barrio, para echar un vistazo al Teatro Circo de Marte, en la calle Virgen de la Luz, y vayamos a la calle O'Daly, bajando las escalinatas de Viera para llegar al ayuntamiento. Todo nos queda a un paso.
Nadie pregunta nada cuando pasas al ayuntamiento. Su puerta principal, en la plaza de España, está abierta de par en par a todos los que quieran conocer el primer ayuntamiento democrático de España, elegido por sufragio universal en 1773, sustituyendo de manera sencilla a un gobierno oligárquico. Mariano de Cossío, el gran pintor vallisoletano que llegó a La Palma en 1935, dejó a Santa Cruz un impresionante mural en las escalinatas de este edificio renacentista, una alegoría de exaltación palmera, de sus oficios, tradiciones y de la diáspora migratoria que sufrieron muchos. Sentémonos en su sala de plenos y sintámonos ediles por un día.
¿Quién podría imaginar que los balcones más bellos de Santa Cruz fueran la parte menos noble de las casas? Si las viviendas de las familias acomodadas de la vía principal, la bulliciosa calle Real, tenían una entrada hecha de materiales de primera, las traseras de la mismas eran de madera, con una balconada donde al escusado se le hacía un hueco y los bajos eran almacenes con acceso al mar. Acuarelistas, grabadores y fotógrafos inmortalizaron y difundieron las imágenes de estas fachadas de la actual avenida Marítima por el mundo entero. Que gran acierto tuvieron los palmeros en desobedecer la orden de Felipe II, la que prohibía los balcones por ocupar espacios públicos.
Nos alejamos del centro histórico para conocer los alrededores de esta cuidad que ya nos está encandilando, pero antes de ir al interior queremos conocer 'El Puertito', un local del puerto comercial que, según los santacruzanos de siempre, no nos podemos perder. Unas papas arrugás y un contundente gofio escaldado, sentados en su terraza con vistas a la ciudad, nos pone las pilas para seguir nuestro recorrido.
En quince minutos, llegamos al agromercado de la localidad de Breña Alta, donde pequeños agricultores locales venden sus productos directamente al consumidor. Abierto los sábados desde las ocho de la mañana hasta la una del mediodía, al mercadillo de los Álamos, como lo conocen los palmeros, no solo se va a comprar frutas y verduras de temporada, sino a degustar el guarapo, el zumo de caña recién exprimido. Un trapiche, la máquina artesanal donde se muele la caña de azúcar, no para en toda la mañana para sacar esta bebida tan refrescante y reconstituyente. Solos o mezclados con lima, maracuyá, limón o naranja, los guarapos no pueden faltar en cualquier fiesta palmera. Si queremos añadirle ron, otro derivado de la caña, no dudemos en echarle Aldea, el ron palmero por excelencia con una calidad de diez.
Si el tiempo nos deja, volvamos a visitar los sitios que creemos conocer, seguro que descubriremos algo nuevo que nos hará sentirnos más cercanos al lugar que pisamos. Santa Cruz de la Palma es uno de ellos. Si cada año pasan por sus calles más de un millón de visitantes será por algo. No nos preocupemos por encontrar un sitio donde quedarnos, más de un centenar de alojamientos de todas las categorías estarán esperándonos para tener una estancia como debe ser. Afrodisio Aguado lo tuvo peor, pero tampoco había tanta gente.