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Situado al norte de Burgos, en la comarca de los Páramos (preciosa) y lindando con Valderredible -la comarca cántabra del Ebro-, Tubilla queda a veces aparcado por otros lugares como Orbaneja del Castillo o Valdelateja. Incluso por Sedano, el pueblo más conocido del territorio, gracias al gran maestro que fue Miguel Delibes. En el pueblecito burgalés gastó muchos veranos y hojas de papel el gran escritor castellano.
Y sin embargo, Tubilla del Agua bien merece una parada. De media hora, de una hora. En primavera incluso de dos o tres. En verano de lo que quieras, para respirar paz, sonido de cascadas y el románico más tierno y humilde. En invierno, para oler la húmedad y escuchar el canto bravo del arroyo Hornillo y el río Rudrón.
“Tenemos tres cascadas de lujo, La Fuentona, Las Pesas y Los Torcos. Aunque en verano tengan menos agua, ahí siguen”, explica Fran, el motero que abre el bar ‘La Plaza’ de jueves a domingo. Una bendición para quienes eligen subir al norte por El Escudo y los cañones del Ebro, huyendo de la autopista masificada. Fran es uno esos tipos amantes de las motos -de Repsol más aún- y de los que da marcha a un pueblo de no más de 130 habitantes.
El pueblo tiene su historia y presume de tener restos del neolítico. Ya en el siglo XII, con doña Sancha como reina castellana, “Tovilla” aparece en las donaciones a la iglesia. A finales del siglo XV, allá por 1480, la comarca es adquirida por el marqués de Aguilar; entra en el territorio de Sedano, pueblo de referencia, y empiezan disputas con los pueblos vecinos, como el mismo Sedano, Nidáguila o Bañuelos de Rudrón. Todo por los molinos y sus señores. Al ser tierra de agua, los molinos eran un medio de vida claro, además de la ganadería y los cereales.
En la historia reciente, Tubilla del Agua pasará a los anales de la historia por haber sido uno de los pocos pueblos del territorio en el que en 1936 ganó el Frente Popular, según recuerda su página. Muchos de sus vecinos tuvieron que huir en la guerra hacía las Las Loras para escapar de los nacionales de Valderredible.
Esas y otras historias se cuentan aún en los bares del territorio tan hermoso que se extiende entre los Páramos y Valderredible, por suerte aún bastante desconocido. Opacada por Orbaneja del Castillo y sus cascadas, Tubilla del Agua disfruta de la orografía del Rudrón, del Hornillo y de estar tan cerca del nacimiento del Ebro. Por eso, además de su cascada de La Fuentona, según Fran la “más bonita”, hay otras dos, Las Pesas y Los Torcos que se merecen el paseo.
La plaza cuenta con una humilde y digna iglesia, la de Santa María, en la que se conservan restos románicos, pero esconde una historia triste como tantas en este país. En los años 40 del siglo pasado su retablo fue vendido sin mayores problemas, algo que no han olvidado en el pueblo. Hay otras dos iglesias, la de San Miguel, en ruinas, y la de San Juan.
El paseo por el pueblo desde la plaza, cruzando la carretera hasta el mirador para ver la cascada desde su mismo pie o bajando por la calle del arco cercano a la iglesia, es una delicia. Tras Santa María, hay una pila bautismal recuperada y la torre, que merecen un vistazo, igual que la casa con balconada -o solana- de estilo cántabro-asturiano del otro lado del río, por donde continuarás el camino si viajas al norte.
Lo dicho, una delicia de parada y buena atención en ‘La Plaza’ y amabilidad de los lugareños. Todo ello bañado con el rumor celestial de las cascadas de agua y los cañones rocosos, rojos, misteriosos, del Ebro. El viaje o la estancia se te hará leve y corta.
*Foto de apertura de: Santiago Abella / Flickr ©