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Hace ya 17 años, pero Iván Sastre aún recuerda aquel mes de agosto cuando, tras una curva en la carretera, encontró un paisaje lleno de verdes castaños. Su mente rápidamente tradujo ese entorno en gastronomía. “Vi un lugar lleno de posibilidades”, recuerda el castellano, de Ávila, que viajaba junto a su pareja, David Nuyen, en busca de un lugar donde asentarse. Era verano de 2004 y lo vio tan claro que en el Puente del Pilar de ese mismo año pusieron en marcha el hotel 'Bandolero' (Avenida Havaral, 43) y, a sus pies, el restaurante 'La Bodega del Bandolero'.
Este rinconcito de Júzcar, municipio de 232 habitantes, es hoy la referencia culinaria del Valle del Genal, un grupo de 15 pequeños pueblos a la espalda de la Costa del Sol. Como islas blancas entre castañares, viven en otoño su mejor momento cuando el horizonte se colorea de tonos ocres, amarillos, rojos y marrones. Por eso se le conoce como el Bosque de Cobre.
Júzcar se dio a conocer en 2011 al gran público después de que Sony eligiera al municipio para estrenar una película de Los Pitufos. El pueblo permanece desde entonces pintado de azul y, aunque ya se desligaron de la marca oficial, la localidad mantiene el color y el turismo, que en los últimos años llega un poco más ordenado.
A diario sus callejones y cuestas, herencia del urbanismo andalusí, refleja el trasiego de visitantes que llegan en busca de tranquilidad, paisaje, senderismo y gastronomía. Son las claves de una comarca llena de singularidades donde conducir es un placer y pasear una experiencia inolvidable repleta de sorpresas. Más aún en otoño, cuando el aire fresco cala, pero el sol de invierno mantiene una gustosa temperatura.
“La zona se puede disfrutar siempre, pero está ahora espectacular”, dice Sastre, que basa su cocina en productos de temporada y conceptos como el kilómetro cero. Ha sacado partido al fruto más numeroso de la zona hasta ser conocido con el sobrenombre de Chef de la Castaña. Las usa tanto en dulce como en salado y es el elemento que vertebra un menú que cambia con las estaciones.
En plena recta final del año, sobresalen platos como el delicioso potaje de garbanzos, castañas y boniato, o el lomo de orza con adobo casero y las setas del entorno. En el postre llama la atención el denominado Bosque de Cobre a base de bizcocho de mandarina y tomillo, salsa de chirimoya, crema de castaña con chocolate y helado de trufa. Por si fuera poco, el cocinero también elabora pan con harina de castaña.
Júzcar se ubica en el corazón de la parte alta del valle, muy cerca de Ronda. Al este se despliega un triángulo de pequeñas localidades unidas por senderos que suben y bajan atravesando lomas y pequeños arroyos. Son Cartajima, Parauta e Igualeja. En este último nace el río Genal, que da nombre y riega una comarca rica en espacios naturales. Junto al nacimiento parte el sendero de las Caleras, sencillo y circular, que toma nombre de la vieja tradición de elaborar cal en la zona. El paseo permite conocer también la importancia de la castaña, que tiene su epicentro en Pujerra, un poco más al sur, localidad donde se levanta -claro- el Museo de la Castaña.
La comarca cuenta hoy con algo más de 6.000 habitantes y un claro riesgo de despoblación. Cuatro de ellos la han desafiado asentándose en Faraján, municipio al que se llega recorriendo una estrecha carretera donde apetece pisar el acelerador lo justo para poder disfrutar del entorno el mayor tiempo posible. Tras viajar por medio mundo, la murciana Irene y el suizo Gabriel se enamoraron de la zona y decidieron adquirir una finca a orillas del río.
Mientras la rehabilitan, viven en el pueblo con sus dos hijos, “que se están criando en un entorno privilegiado”, como explica la propia Irene. Ella es la impulsora de un pequeño bar, 'Nómada del Genal' (José Antonio, 2), que abrió hace un año después de quedarse sin trabajo a causa de la pandemia. “Me lancé con este proyecto personal y aquí sigo, como una hormiguita, invirtiendo todo lo que gano en mejorarlo”, relata.
El coqueto recinto es un lugar de encuentro donde hay música, actividades culturales y buena gastronomía a base de tapas. Entre las más solicitadas están la ensalada malagueña, la tabla de queso payoyo, embutidos ibéricos de la comarca o carrillada ibérica con setas y castañas. También el humus de garbanzo con mermelada de gin-tonic. Para el postre, café con dulces caseros como la tarta de frutos secos. El espacio, además, incluye un rincón donde se pueden adquirir productos de la cooperativa local La Molienda y verduras de la huerta familiar.
La terraza del bar está ubicada en un cruce de calles que ejerce de placita y que, además, es punto de partida de la ruta hacia las chorreras del arroyo Balastar, un camino de poco más de dos kilómetros hasta una de las cascadas más sorprendentes de la provincia de Málaga.
Más sorpresa causan las momias que esconde la iglesia de San Antonio de Padua, en Alpandeire. Se cree que tienen más de 300 años y que corresponden al matrimonio que financió el templo. La también llamada Catedral de la Serranía -por sus dimensiones, que sobresalen sobre el resto de casitas blancas del pueblo- es uno de los atractivos de esta localidad, conocida también por la casa natal de Fray Leopoldo, cuyos pasos guían una ruta por la zona.
El hotel y restaurante 'La Casa Grande' (Barranco, 76) es un buen lugar para saborear la gastronomía o descansar en el municipio. Hay que perderse por sus calles hasta encontrar los azulejos que, con su leyenda “Bésame aquí”, ejercen de imán para las fotos en Instagram.
Camino ya hacia la zona baja del Valle del Genal se pasa junto al municipio más pequeño de Málaga, Atajate, con 168 residentes. Muchas de ellas son mujeres, homenajeadas con unos azulejos que, en la puerta de sus viviendas, remarcan su nombre o la forma en que tradicionalmente han sido conocidas. Rosario La Inglesa, Anita La Jubriqueña o María La Telefonista son algunas de ellas.
Más abajo, entre paredes calizas y densos bosques, aparecen Benadalid -y su castillo convertido en cementerio- o Benalauría, con un Museo Etnográfico (Alta, 30) que enseña a las nuevas generaciones cómo se trabajaba en el campo hace no tanto tiempo. Más abajo, la carretera se desvía hacia Gaucín, con su imponente castillo del Águila y donde Daniel Beavouir y Catherine Hunter fundaron en 2017 el hotel 'La Fructuosa' (Luis de Armiñán,67) y su exquisito restaurante, recién renovado.
El bosque se vuelve cada vez más denso atravesando Algatocín en dirección a Benarrabá, que bebe de sus antepasados árabes en tradiciones y urbanismo. El restaurante 'Kábilas' (Sierra Bermeja, s/n) -con productos locales y ecológicos- y su hotel 'Banu Rabbah' son dos buenas paradas antes de acometer el sendero repleto de setas que desciende hacia Arroyo Hondo.
Tras cruzar el puente, la caminata asciende hacia Genalguacil a través de un paisaje rico en especies como castaños, pinos, madroños y alcornoques. Entre ellos se mimetiza el perfil de este municipio que combate la despoblación desde hace décadas a través del arte gracias a la iniciativa Pueblo Museo, que también ha impulsado un museo de arte contemporáneo.
Además, cada dos años y en verano, el lugar acoge los Encuentros de Arte, reuniendo a un grupo de artistas que residen en la localidad durante 15 días mientras crean obras artísticas que pasan a engrosar el ya amplio catálogo de más de 200 que se pueden ver en distintos rincones del término municipal. Javier Calleja, José Medina Galeote, Ana Varea, Arturo Comas y varias decenas de artistas más han dejado su huella en Genalguacil durante todo estos años. Una exposición al aire libre que permite recorrer la bonita localidad, conversar con sus vecinos y disfrutar del paisaje.
Camino de Jubrique -ya sea por carretera o por el sendero Matagallar- se atraviesa el puente de San Juan, bajo el que cada verano se crea una poza donde disfrutar de unos baños. Es también el punto de partida de una ruta por las Pasarelas del Genal, estructuras de metal que acompañan al cauce por paisajes donde el único sonido lo ponen los pájaros y el rumor del agua.
Más allá, después de Jubrique, la última parada del Valle del Genal permite conocer una de las mayores rarezas botánicas de la península ibérica: el pinsapo. Un abeto prehistórico de origen alpino que, aquí, se ha adaptado al clima mediterráneo en pequeños bosques que permiten realizar bonitas caminatas y disfrutar de unas vistas hacia la Costa del Sol, con Estepona en primer término.
Es un paisaje golpeado por el incendio que quemó más de 8.000 hectáreas el pasado verano, pero cuya población lucha por salir adelante con tesón e iniciativas que tienen como base los mayores atractivos de la comarca: naturaleza, paisaje, tradición y cultura.
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