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La explosión de la bicicleta también se ha dejado sentir en Málaga. El número de aficionados a las dos ruedas no para de crecer y esta provincia es un paraíso para quienes quieran descubrir su geografía pedaleando. La capital atraviesa una etapa compleja para los desplazamientos en bici por la ciudad, cada vez con más trabas; sin embargo, con una orografía especialmente accidentada, el territorio malagueño cuenta con numerosas rutas para la práctica del ciclismo.
No hace falta tener la forma física de un profesional –ni mucho menos a lomos de una eléctrica– para adentrarse por un buen catálogo de parajes como la Sierra de las Nieves o El Torcal de Antequera, pero también existen tranquilos paseos por el litoral o entre flamencos en la laguna de Fuente de Piedra. Esta serie de propuestas de menor a mayor complicación permiten descubrir parte de la provincia andaluza. Ponte el casco, echa agua y prepárate para pedalear.
Empezamos por lo fácil y en un entorno que sorprende. Con 200 toneladas de madera de pino escandinavo y casi 300 metros de largo, la construcción de una pasarela sobre el río Guadalhorce ha servido para impulsar su desembocadura como una de las zonas más atractivas para pasear en bicicleta. Las dos ruedas son una estupenda opción para descubrir este paraje natural formado por cinco pequeñas lagunas que sirven de escala a multitud de aves en sus rutas migratorias. Si el puente colgante sobre el río Almanchares ha revolucionado la comarca de la Axarquía, este ha tenido el mismo efecto en un área que ejerce de límite entre Málaga y Torremolinos.
Bien conectado con el carril bici del paseo marítimo y la playa de la Misericordia, el área ofrece un cómodo recorrido por pistas anchas, apto para toda la familia. El más habitual es el que permite circular a lo largo de la margen derecha del Guadalhorce junto al aeropuerto de Málaga. La ruta alberga una amplia diversidad de vegetación de ribera con la opción de continuar, más adelante y por carretera, hacia los límites de la capital malagueña y adentrarse en Alhaurín de la Torre y la bonita zona de la vega de Mestanza.
Sin embargo, merece la pena disfrutar bien de todos los recovecos que ofrece la desembocadura del río y sus marismas. Eso sí, para adentrarse en ellas, perderse por sus senderos y disfrutar desde los distintos observatorios de las numerosas especies de aves que anidan o pasan temporadas en la zona, hay que aparcar la bici: en esos senderos está prohibido su uso. Toca caminar.
El Peñón del Cuervo es una gran roca situada en el epicentro de la playa que lleva su nombre. Se ubica al este de Málaga y es refugio de numerosos bañistas incluso en invierno, aunque es en épocas de calor cuando su afluencia se dispara. El lugar, que cuenta con un área recreativa para la celebración de barbacoas, es un gran punto de inicio para recorrer la línea de costa en dirección a Almería a lo largo de todo el término municipal de Rincón de la Victoria. Desde el Peñón del Cuervo parte ya un carril bici, aunque para familias lo más recomendable es comenzar el paseo en la localidad de La Cala del Moral.
El primer tramo transcurre sobre la misma arena de la playa, ya asentada para facilitar el tránsito de las bicicletas y sin molestar a los peatones del paseo marítimo. Más adelante se retoma el carril bici, que se adentra en el interior de la tierra gracias a los viejos túneles de la Cochinita, nombre con el que era conocido el viejo tranvía que hace décadas discurría por la comarca. El tramo es una deliciosa serie de pasadizos oscuros y refrescantes con intervalos al aire libre y bonitas vistas al Mediterráneo. Tras cruzarlos, el carril bici vuelve hacia la arena para pasear frente a anchas playas y el casco urbano de Rincón de la Victoria, zonas verdes y áreas para la práctica deportiva, así como chiringuitos con barcas donde se asan las sardinas en espetos.
Tras cruzar el río Granadilla, el paseo marítimo desaparece para convertirse en una cómoda pista de tierra. La playa se vuelve menos concurrida y aparecen rincones tranquilos y solitarios junto a bonitas casas en primera línea de playa. También hay lugares donde apetece hacer una parada para desayunar, tomar una cerveza, almorzar o alargar la noche –según el momento– como el chiringuito 'Alma Playa' o el denominado 'Aquí Mismo', levantado en la arena. La recta continúa hasta que, poco a poco, se va estrechando y finalmente atraviesa un par de arroyos gracias a nuevas pasarelas peatonales. Finalmente, tras una docena de kilómetros, se alcanza el punto final en la playa de Chilches, ya en el término municipal de Vélez-Málaga. Toca entonces rehacer el camino para volver a casa con mil sitios donde parar a reponer energías… o darse incluso un chapuzón en el mar.
La situación comienza a complicarse. No tanto por el recorrido, prácticamente llano y con poco más de 20 kilómetros de longitud, como por el entorno: un olivar donde no hay bares o restaurantes en los que hacer parada para recuperar fuerzas. A cambio, eso sí, estás ante uno de los parajes más sorprendentes de la provincia de Málaga: una enorme laguna salada donde habita un amplio número de aves y que ejerce de casa veraniega de otras especies, entre las que destacan el flamenco rosado y el común. Un grupo de ellos descansa en una pequeña laguna junto al centro de visitantes ajenos a la mirada de los que llegan al lugar por primera vez, quienes se sorprenden por el curioso movimiento de estas aves a la hora de buscar alimento y mientras filtran el agua para degustar algas y pequeños crustáceos. Justo las que le dan su color rosado y su nombre, pues flamenco procede del latín flamma (llama).
Las colonias, de miles de ejemplares de este elegante animal, se desplazan desde comienzos de primavera hasta este lago al norte del territorio malagueño para anidar y criar a sus retoños antes de partir de nuevo hacia África. En el verano la laguna está muy poblada, pero las altas temperaturas de la zona, que fácilmente alcanzan los 40 grados, son poco recomendables para pasear en bici. La primavera, en cambio, ofrece un clima más agradable y los primeros inquilinos de la laguna ya se dejan ver. Y oír, porque sus graznidos son más que reconocibles y se pueden escuchar a mucha distancia.
El recorrido parte del centro de visitantes José Antonio Valverde –ideal para conocer un poco mejor al flamenco y el entorno de la zona– para circular alrededor de la extensión de agua salada en una ruta circular. Tras un primer tramo por tierra, la ruta sube luego al asfalto hasta prácticamente el final del camino: no hay que temer nada, es una zona muy poco transitada y apenas te cruzarás con algún vehículo y unos cuantos tractores. A lo largo del camino hay, además, diferentes miradores –como el de Las Latas– en los que detenerse para observar la fauna local y bonitas pasarelas de madera sobre las que es mejor bajarse de la bici y caminar, porque son estrechas y se puede molestar a los senderistas. La laguna de Fuente de Piedra es, sin duda, un rincón especial que tiene, a apenas 20 minutos en coche, una recompensa en forma de gastronomía local en el 'Caserío de San Benito'.
En las estribaciones de la Sierra de las Nieves, futuro Parque Nacional, existe un bonito pueblo blanco llamado Casarabonela. A las afueras, camino de El Burgo y Ardales, se encuentra Puerto Martínez, al que se accede tras superar un buen catálogo de curvas y cuestas dando pedales o, más fácilmente, en coche. Trasladar la bici hasta este lugar es buena idea para quienes no usen la bicicleta con mucha frecuencia. Desde este pinar parte una ruta de algo más de 20 kilómetros que rodea toda la montaña con subidas, bajadas y zonas llanas durante todo el trayecto. Comienza a complicarse la orografía y, aunque hay descansos para las piernas, esta vez toca tirar de riñón y apretar los dientes.
La pista pasea primero entre pinares, siempre en dirección norte. Poco a poco, el paisaje se va abriendo hasta descubrir a lo lejos la localidad de Ardales y, a su espalda, el río Turón y la parte inicial del embalse Conde del Guadalhorce. A mitad de trayecto, la vía gira hacia la izquierda, al noroeste, para abrirse paso hacia un entorno calizo donde pastan rebaños de cabras desde hace siglos: aún hay huellas en las rocas de los viejos refugios que los cabreros utilizaban para el ganado. Más adelante, la ruta atraviesa enormes extensiones de cereal donde existen algunos alojamientos rurales para, finalmente, volver al punto de partida.
Existe otra opción: a pocos kilómetros del inicio, hay un desvío que asciende directamente al pico del Alcaparaín, también conocido como Valdivia. Es una dura pero corta subida que tiene como recompensa unas preciosas vistas sobre el municipio de Carratraca y una gran panorámica que alcanza todo el entorno del Caminito del Rey y, más al norte, la laguna salada de Fuente de Piedra. Otro pronunciado descenso al oeste nos devuelve a la pista para completar, también, la ruta circular hasta Puerto Martínez.
El parque natural Montes de Málaga, con sus 5.000 hectáreas, esconde multitud de senderos y pistas que no solo son transitables para bicicletas, sino que parecen estar hechos especialmente para ellas. Una red que ofrece numerosas variantes pero exige algo más de esfuerzo: en este entorno rodeado de densos pinares hay prácticamente de todo menos zonas llanas. Toboganes que suben y bajan con frecuencia, aunque siempre con la tendencia a subir hasta alcanzar una de sus cimas más habituales: el Puerto del León, unos metros más allá de la Fuente de la Reina y del Mirador del Cochino, otro destino clásico.
Una de las zonas más frecuentes y favoritas para los ciclistas es el carril de Picapedreros, un poco más allá de la barriada de Ciudad Jardín. Su inicio, frente a la presa de El Limonero, permite ascender por una pista, en su mayor parte bien conservada, y recorrer buena parte de la superficie del parque natural. Basta establecer un recorrido a la carta, según las ganas y fuerzas para pedalear, y lanzarse a completar la etapa.
Una sencilla y relativamente cómoda para principiantes es la que llega hasta la 'Venta del Boticario', de apenas ocho kilómetros y que permite volver por el mismo sitio o descender al punto de partida por la A-7000, conocida como Carretera de los Montes. Antes, Picapedreros ofrece una variante: el desvío hasta el Lagar de Contreras, que también se alcanza en otros ocho kilómetros. Hoy apenas quedan en pie algunos muros y los contrafuertes que los sustentaban, pero su sola presencia recuerda que un día, hace algo más de dos siglos, toda la zona estaba repleta de viñedos. Desde ahí, ocho kilómetros más arriba se encuentra el área recreativa El Cerrado y el hotel 'Humaina', con un buen restaurante que lidera el chef Daniel Sánchez.
De nuevo con la opción de descender por el asfalto, quien quiera seguir cabeceando en las cuestas puede seguir ascendiendo hacia el lagar de Jotrón, uno de los más impactantes por su grandeza a pesar de que hoy solo quedan unas cuantas ruinas. Muy cerca, además, está la opción de conocer un viejo poblado mozárabe del que apenas quedan unos pocos restos. Según las piernas, es posible descender hacia la autovía, cruzarla por debajo para seguir hacia el Jardín Botánico y volver al punto de partida o, directamente, tomar una de las pistas que va descendiendo entre pinos hacia el inicio. Entre medias hay otras alternativas para hacer de este espacio cercano a la capital malagueña una frecuente escapada ciclista de una, dos, tres, cuatro horas… o las que aguantes.
Para los más atrevidos y con mejor fondo físico, la Sierra de las Nieves ofrece otra intensa ruta que parte desde el área recreativa de Conejeras, en el término municipal de Parauta. De fácil acceso por carretera, es el punto de partida para ascender al puerto de Los Pilones. Para los senderistas suele ser una zona de paso hacia la segunda cumbre más alta de Málaga, la Torrecilla, pero para los ciclistas es una magnífica meta para una ascensión de unos 14 kilómetros, prácticamente sin descanso, que atraviesa un hermosísimo pinsapar y ofrece preciosas vistas sobre el Mediterráneo.
Es una ruta para casi cualquier momento del año, incluido el invierno, como demostraron este enero algunos ciclistas que, como Loreno Moreno, se lanzaron a subir esta impresionante montaña tras una intensa nevada. "Subir fue algo duro, pero en general bien, alucinando con las vistas", explicaba este aficionado a las dos ruedas que se atrevió a adentrarse por la red de senderos hasta los 1.700 metros de altitud. Posteriormente, la bajada también le resultó una experiencia "espectacular". "Lo más exótico que he vivido en Málaga", subrayaba Moreno.
Este rincón, que será pronto declarado Parque Nacional, es sin duda otra de las zonas más interesantes para descubrir en bicicleta e incluye diversas variantes por sus bosques, aunque ya con etapas que estiran su kilometraje y solo son aptas para aventureros y habituales de las dos ruedas. Un reto, eso sí, más cerca de lo que imaginas: basta practicar, tener constancia… y capacidad de sufrimiento. Todo compensa: descubrir la montaña a dos ruedas es toda una experiencia.