
Establecimientos gastrónomicos más buscados
Lugares de interés más visitados
Lo sentimos, no hay resultados para tu búsqueda. ¡Prueba otra vez!
Añadir evento al calendario
Para subir a disfrutar de las vistas del Salto de Roldán no hace falta madrugar. Al contrario. En primer lugar porque la distancia a salvar desde que se aparca el coche hasta la parte más alta del paisaje apenas supone media hora de entretenido camino. Pero sobre todo no es recomendable subir a primerísima hora, porque uno de los grandes atractivos de la excursión ocurre bien avanzada la mañana.
Ese encanto no es otro que contemplar el vuelo de numerosos buitres leonados a escasa distancia, incluso por debajo de nuestra vista. De modo que los buitres y otras aves que merodean entre los peñascos del Salto de Roldán se convierten en una maravillosa excusa para que los menos madrugadores también se calcen las botas y salgan un mañana de domingo a disfrutar de una excursión campestre.
El paraje se halla al norte de Huesca capital, a sólo media hora de camino yendo por la autovía y tomando el desvío en la localidad de Nueno. Una vez atravesada esa población basta con dejarse llevar por las señales y estar muy atentos a las curvas de la carretera. Sobre todo desde el cartel que avisa del acceso al parque natural de la Sierra y Cañones de Guara. A partir de ahí el asfalto está bastante bacheado y la escasa anchura de la vía presagia que se llega a un enclave recóndito y especial.
El momento de apagar el motor llega al alcanzar una pequeña explanada habilitada como aparcamiento. Ahora sí empieza el paseo. O más bien los dos paseos. Sí, porque antes de ascender a lo más alto del Salto tal vez sea buena idea acercarse al mirador desde donde se sienten las esencias de la Sierra de Guara, es decir, el Prepirineo oscense en su estado más atractivo y salvaje.
Para ello hay que seguir la pista de tierra por la que hemos llegado en coche y caminar un kilómetro. Tranquilamente, ya que en este tramo no circulan coches. Un paseíto de más o menos un cuarto de hora hasta llegar al mirador e integrarnos en el paisaje serrano. Al frente queda el Salto de Roldán pero al fondo se descubre el barranco del río Flumen y todo lo que queda ante los ojos se tiñe de ocres y tonos de verde, roquedos y bosques que son la definición perfecta de la Sierra y Cañones de Guara.
Tras esa toma de contacto, toca deshacer el camino. Hay que retornar a la zona de parking para comenzar la ascensión hasta la Peña de San Miguel, una de las dos que componen el Salto de Roldán. El itinerario empieza muy suave y entre la espesura de bojes y matorral. Pero no tiene pérdida gracias a las huellas de los muchos senderistas que suben cada año hasta aquí. Y por si alguien tuviera alguna duda, todavía lo ponen más fácil los peldaños labrados en el camino para hacer más fáciles las rampas.
No obstante, muy pronto se llega a la base de la gigantesca roca. Así que ya no basta con caminar, es imprescindible trepar. Pero que nadie se asuste porque no es necesario ser un experto escalador para salvar el desnivel. Está perfectamente equipado con una escalera y tramos de clavijas metálicas ancladas en la roca para que cualquiera con un mínimo de habilidad pueda subir. Si bien es bueno saber que para las personas con vértigo el recorrido puede ser un suplicio. Más aún en el descenso. Y si sois de los que os gusta salir al monte con vuestras mascotas, sabed que no es la mejor excursión para vosotros.
Para todos los demás, atreveros a realizar esta mini aventura. Una vez que superéis esos pasos verticales ya casi habéis llegado a lo más alto del Salto de Roldán. Eso sí, id con buen calzado de montaña para evitar resbalones, con crema solar y también con agua, porque arriba no hay sombra ni fuentes. Lo que si tendréis son unas vistas maravillosas, un trocito de historia y también un ambiente de leyenda.
Al llegar a la planicie elevada de la Peña de San Miguel os parecerá mentira que en tan corto tiempo y salvando apenas 100 metros de desnivel tengáis una panorámica tan distinta. Ante vuestros ojos quedarán los campos de la Hoya de Huesca, la propia capital, e incluso si el día es claro que no os sorprenda ver a lo lejos otra cordillera. Ni más ni menos que el Sistema Ibérico, fácilmente identificable por el perfil triangular de su cumbre más alta: el Moncayo. Mientras que si os giráis al norte, se descubren algunas cimas del Pirineo.
Pero si eso se atisba en la lejanía, más cerca queda la otra mitad del Salto, la Peña de Amán. Ambas moles superan los 1.100 metros de altura. Entre ellas, además de emerger la Peña del Fraile, discurre el barranco Palomeras del Flumen. Un pequeño curso de agua en el abismo. Tan minúsculo que ahora suena una fantasía porque ese torrente esculpiera las rocas del paisaje durante milenios.
En realidad se trata de un tipo de roquedo muy habitual en el Prepirineo aragonés, porque son conglomerados similares a lo que se ven en los Riglos o en los Mallos de Agüero. Unas rocas relativamente blandas, con mil y una oquedades perfectas para que aniden las aves. Algunas tan pequeñas como el treparriscos pero otras de gran tamaño como el buitre leonado, presente aquí por decenas. ¡No os olvidéis los prismáticos para verlos al detalle!
Precisamente desde la Peña de San Miguel queda a la vista la soleada cara sur de la Peña de Amán y ahí se avistan muchos nidos de buitres. Agujeros en la roca donde esperan a que los rayos solares de media mañana calienten el ambiente. Sólo cuando el aire se templa, ellos se lanzan al vacío. Su peso es tal que deben ayudarse de las corrientes de aire caliente para planear y elevarse, ahorrándose el descomunal esfuerzo que les supondría batir de forma constante los 2,5 metros de envergadura que alcanzan sus alas.
Por ese motivo, el Salto de Roldán es un lugar idóneo para disfrutar de sus vuelos. Se les ve despegar por debajo de nuestros ojos y a partir de ahí remontan en altura volando en círculos, en ocasiones pasando muy cerca de las rocas y de nosotros mismos. Entonces se aprecia en toda su dimensión a estos carroñeros, que aquí comparten cielo y alimento con chovas, alimoches e incluso con el quebrantahuesos.
Las panorámicas y contemplar el vuelo de las grandes aves proponen una mezcla de asombro y cavilación sobre la magia de la naturaleza, pero no acaban aquí las invitaciones a reflexionar. Con lo complicado que puede parecer el camino para llegar hasta aquí, ¿cómo es posible que a alguien se le ocurriera construir en semejante sitio? Pues sí, en la cima de la peña nos aguardan los restos de un castillo y una ermita.
Son el Castillo de Sen y la ermita de San Miguel. Ambos edificios románicos y ya en ruinas. Hubiera sido un milagro que se hubieran conservado intactos desde que ordenó su construcción el rey Sancho Ramírez, allá por el siglo XI. Y es que el monarca, tras conquistar estas tierras a los musulmanes se dio cuenta que no había mejor lugar para levantar una torre de vigilancia que este paraje elevado sobre la Hoya de Huesca.
Los restos arqueológicos y algún que otro documento atestiguan aquellos episodios históricos. Algo que no ocurre con los hechos que dan nombre al Salto. Se sabe que en tiempos de Carlomagno, tropas francesas llegaron a cruzar la cordillera pirenaica para hacer frente a los musulmanes que se habían asentado en Aragón. Con aquellos caballeros galos iba el joven Roldán, el cual quiso convertirse en un héroe tomando la ciudad de Zaragoza.
Pero su valor no fue suficiente y al ver que no tenía nada que hacer en la Sarakusta de la época, decidió huir y poner rumbo a su país. La leyenda cuenta que había enfadado tanto a sus enemigos, que estos salieron a perseguirlo sin descanso. Roldán tuvo que cabalgar como un poseso hasta Huesca y así alcanzó el alto de la Peña de Amán. Pero al girarse, comprobó que las huestes musulmanas no le habían perdido la pista y amenazaban con capturarlo en el roquedo.
Aunque el jinete no estaba dispuesto a rendirse. Antes morir que entregarse. Así que en lo alto de la peña, tomó toda la carrerilla que pudo, agarró con fuerza las riendas, espoleó a su cabalgadura y ambos se lanzaron a un salto imposible hasta la peña de San Miguel. Desde entonces el lugar lleva su nombre. Incluso hay quien dice que se ven las huellas del caballo en el preciso punto donde aterrizó tras la proeza. Nosotros las buscamos, pero no las supimos encontrar. Así que comenzamos a bajar recordando más el vuelo de los buitres que el fantástico brinco de Roldán.
En general... ¿cómo valorarías la web de Guía Repsol?
Dinos qué opinas para poder mejorar tu experiencia
¡Gracias por tu ayuda!
La tendremos en cuenta para hacer de Guía Repsol un lugar por el que querrás brindar. ¡Chin, chin!