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El Camino de Santiago ha privado al Camín (camino en asturiano) Real de la Mesa de la fama, y el paso de Pajares –abierto en siglo XVIII por Jovellanos y Campomanes–, de su importancia estratégica. Sin embargo, aquellos que se atreven a explorar esta senda trazada por astures, mejorada por romanos y sitiada por musulmanes, descubrirán que las Tierras Altas escocesas no son tan altas ni los escenarios de Outlander tan espectaculares. Y quien se atreva a recorrerla en otoño encontrará la esencia de esta ruta perdida, jalonada por la historia y abrazada por un entorno virgen. Camín hai abondo.
"El Camino Real de la Mesa fue una vía de invasión y una vía de huida. Los romanos aprovecharon antiguas sendas trazadas por los astures", explica Enrique Lanceros, propietario del complejo turístico 'Dolia Rural' (Aldea Dolia, 5. Dolia. Tel. 607 48 94 90), situado en pleno recorrido.
La orografía de este territorio es caprichosa, desde la Babia de León hasta el valle del Nalón en Asturias, atravesando la cordillera Cantábrica. Las vegas y montañas se suceden e intercalan hasta perder la cuenta y pintar en el horizonte un océano verde y serpenteante que no alcanza su fin. Hay prados alpinos, bosques autóctonos y lagos glaciares, además de algunos vestigios humanos en medio de este entorno prístino.
Los celtas dejaron a su paso diversas estaciones megalíticas, además de teitos (pallozas) y necrópolis; los romanos, algunos tramos de su calzada; y los arrieros, unas pocas ventas repartidas en las aldeas y las brañas donde hoy el tiempo transcurre muy despacio. También se conservan importantes templos prerrománicos, como la iglesia de Santo Adriano de Tuñón y románicos, o como la colegiata de San Pedro de Teverga (siglo XI).
"Los romanos querían evitar los valles angostos para librarse de las emboscadas –añade Lanceros–, por eso tomaron esa senda que transcurre por la parte alta de la montaña". La dotaron de una calzada que les permitía conectar Lucus Astorum (Lugo de Llanera) con Asturica Augusta (Astorga). Así, se añadió este tramo a la Vía de la Plata, que une Gijón con Sevilla.
Por aquí circulaban todo tipo de mercancías traídas de los puertos del Cantábrico, pero el oro extraído de las minas de la zona de Belmonte era la más preciada. "Fue muy importante en la conquista de Asturias por los romanos", concluye Lanceros.
Era un paso seguro, bien lo sabían los astures y eso pensaban los musulmanes. Estamos en la Alta Edad Media. Por este paso, a comienzos del siglo VIII, el gobernador Munuza penetró para saquear tierras astures y por aquí intentarían huir sus huestes años más tarde sin éxito. En el 794 el ejército de Alfonso II el Casto masacró en Lotus, actual aldea de Lodos en Grado, a las tropas de los hermanos Abd al-Karin y Abd al-Málik. Importante capítulo de la Reconquista donde, historia o leyenda, todo empezó en Covadonga (718). Durante toda la Edad Media fue la principal vía de comunicación para personas, ganado y mercancías con la Meseta, hasta el siglo XIX, cuando empezó, poco a poco, a caer en el olvido.
En lugar de empañar la ruta, la niebla del otoño y la luz fría que se cuela entre las nubes envuelven el camino en un halo misterioso y evocador. Antes de lanzarse al Camín hay que tener en cuenta que este es un recorrido de montaña, no de alpinismo, pero transcurre por un cordal que ronda los mil metros de altitud de media y unas vistas de "¿por qué no nos venimos a vivir aquí?". Por ello, lo mejor es evitar el invierno y sus pasos nevados y encomendarse a la paleta de colores y calma otoñal.
El recorrido completo parte desde Torrestío hasta Grado, subiendo hasta el Puerto de San Lorenzo y descendiendo hasta la aldea de Dolia, en un trazado de 56 kilómetros por la GR- 101, en tres etapas ideales para quien esté acostumbrado al monte y los trekkings de altura. El Camín Real atraviesa los municipios de Somiedo, Teverga, Belmonte de Miranda y Grado además de espacios protegidos como el Parque Natural de Somiedo, el de Las Ubiñas-La Mesa y el Paisaje Protegido del Pico Caldoveiro.
Es imprescindible llevar botas de montaña, chubasquero, ropa de abrigo, y agua. Llueva o no. También se vuelven indispensables los prismáticos en este territorio, donde se suelen dejar ver gavilanes, jabalíes, zorros y ciervos; además de algún que otro oso pardo rondando las matas de frutos silvestres. Son las estrellas del lugar y además "muy fáciles de ver", según Enrique Lanceros. Menos común es encontrarse con urogallos y lobos, aunque haberlos hailos.
El principal problema del recorrido es también su principal virtud: la soledad. Apenas se ven caminantes ya que la propia disposición de la ruta –lineal, sin albergues y apenas alojamientos o comunicaciones sencillas–, obliga a realizar cada tramo con un vehículo de apoyo. O bien lanzarse a recorrer la GR-101 completa sin mirar atrás, y dormir a la intemperie hasta Dolia. Depende del termómetro de supervivencia o aventura de cada uno. Hacer un solo tramo ya puede ser suficiente para tomarle la temperatura a la senda.
Desde Torrestío en dirección a Somiedo, el camino asciende hasta el Puerto de la Mesa (1.780 metros), frontera entre Asturias y León, para descender suavemente hasta las Brañas de Saliencia entre corros, teitos e idílicos lagos. La ruta por el Cordal de la Mesa avanza con altibajos, entre el cerro y el precipicio, para regalarnos una panorámica de lujo del valle de Saliencia hasta el alto de San Lorenzo, que une los concejos de Teverga y Somiedo. En las cotas más altas la vegetación puede enmascarar un poco el camino y distraer al senderista, al que no le temblará el pulso en recorrer 22 kilómetros en siete exigentes horas.
Rumbo norte, el segundo trayecto parte hacia el collado La Tartulla y la vega de Cueiro. Encontramos a partir de ahora tramos inconfundibles de la antigua calzada romana hasta ascender a la Venta de Porcabezas y descender hasta la de La Corredoria. Entre praderas cercadas por muros rudimentarios de piedra, el sendero deja la ladera a la derecha, donde campan las vacas a sus anchas entre la melodía del cencerro y el mugido, hasta llegar a Dolia.
Este pequeño núcleo rural del concejo de Belmonte de Miranda, es el primer y único rastro de población que se localiza en el Camín Real de La Mesa. Históricamente tuvo su importancia en la zona por dar "posada, lumbre y agua" a la gran cantidad de viajeros que caminaba por la montaña y transitaba esta ruta. Aún lo sigue haciendo hoy, con sus bonitas casonas rehabilitadas, como las del 'Complejo Dolia Rural' que, tristemente solo abre en los meses de verano.
El camino pedregoso y embarrado deriva a la altura de Dolia en el duro asfalto que zigzaguea con vistas a los valles cubiertos por la bruma y a los picos Castillo y Matacaleao. En una hora llegamos a Las Cruces. Desde este punto la travesía continúa hacia el norte sin dejar la carretera (N-634) que conduce hasta el Alto de la Cabruñana. Las señales confirman nuestra estela: Camín Real de la Mesa.
Justo antes de llegar a Moutas se alcanza un collado ideal para una parada y para contemplar las vistas de buena parte de las montañas asturianas. La Sierra del Aramo, el Gamoniteiro, el Sueve, los Picos de Europa y las Ubiñas al sur. La venta de Moutas es una de las mejor conservadas del Camín Real, que desciende ahora hasta el valle del río Nalón, donde se encuentra la villa de Grado y donde se establece el final de la travesía histórica.
A quien el Camín Real de la Mesa le sepa a poco, siempre puede continuar hasta Lugo de Llanera y Gijón para terminar la Vía de la Plata, o tomar el Camino Primitivo desde Grado. Ambos sin duda más famosos y más transitados que el Camín Real, que conserva intacto este tramo natural donde lo salvaje es la norma y la historia engalana el paisaje.
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