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Algunas, las más cercanas a los pueblos, han sido adaptadas para un uso cotidiano. Otras permanecen salvajes, aisladas, como enclaves perfectos para pasar la tarde leyendo un libro, para perderse con la familia, para olvidar que existe otra vida -la de todos los días- o para pensar que estamos a un paso de poder cambiarla.
Situado en el noroeste de la isla, Punta Mujeres es una pequeña localidad costera cuyo nombre tiene un origen incierto. Algunos dicen que se debió a la forma de unas rocas de la zona, con silueta femenina. Otros argumentan que allí fueron abandonadas un grupo de mujeres en el siglo XVII por unos piratas. Sea una u otra la razón, este enclave, despoblado hasta el siglo XX, fue el hogar para unas cuantas familias que se dedicaban a la pesca y la agricultura, hasta que se hicieron también unas salinas en 1930 que desarrollaron algo el pueblo, aunque luego dejaron de funcionar en los años setenta.
Punta Mujeres tiene varias piscinas naturales a lo largo de la costa, algunas con pequeños diques construidos para evitar que el mar de fondo dificulte el baño. Hasta el mediodía, el cielo suele permanecer nublado. Pero luego se va abriendo poco a poco para permitir pasar una rato agradable y soleado con la gente de este pueblo tranquilo que sabe a mar y vida local por todas partes.
Es quizá una de las mejores zonas de piscinas naturales de la isla, aunque hay que tener precaución, porque el mar bate a veces con fuerza y las corrientes, esas enemigas de los bañistas que desconocen un lugar de baño, pueden dar algún susto. Probablemente no sea el sitio más conveniente para ir con niños. Está en el municipio de Yaiza, cerca de Playa Blanca, uno de los enclaves más típicos del turismo en la isla, en un espacio de dos kilómetros que hay entre el faro de Pechiguera y las salinas del Janubio.
Para llegar, podemos ir caminando por una pista de tierra que sale desde el faro y que transcurre junto al mar durante cerca de una hora. O ir en coche por una pista llena de baches que nos lleva hasta las ruinas de un proyecto de hotel que nunca se terminó. Muy cerca de esta construcción, a unos 50 metros, están las piscinas más interesantes. Es una zona tranquila, sin casi gente, donde algunos bañistas practican el nudismo. Algunas de las pozas son profundas, generosas, un lugar de rocas arrugadas y amplitud oceánica para dejarse llevar por el sonido de la brisa, que suele tener fuerza.
Situado en la localidad de Órzola, en el municipio de Haría, está a medio entre cala e inmensa piscina natural, con aguas transparentes y arena blanca que se mezcla con el malpaís volcánico. Pese al aspecto salvaje, es un lugar estupendo para estar en familia, pues los pequeños pueden chapotear por sus aguas sin miedo a la corriente, mientras buscan cangrejos y burgados.
Desde Órzola sale el barco que lleva hasta La Graciosa, la pequeña octava isla donde el escritor Ignacio Aldecoa pasó temporadas, con una vida sencilla entre pescadores que aliviaba las crisis existenciales que lo azotaban en la capital madrileña. De ese paso por la isla surgieron dos libros estupendos, Cuaderno de godo y Parte de una historia.
También en Haría está el Charco del Palo, a unos dos kilómetros de la localidad de Mala. Se trata de una zona con algunos apartamentos creada en los setenta por un empresario alemán para personas aficionadas al naturismo. Es habitual ver a la gente -fundamentalmente extranjeros- paseando completamente desnuda, también en algún bar donde uno puede estar como la naturaleza lo trajo al mundo. Entre los encantos de este lugar están las dos piscinas naturales en Lanzarote que se llenan y vacían con las mareas. Hoy en día, el nudismo es una práctica habitual. Pero en otra época, Charco del Palo era un símbolo de libertad en un mundo que se empezaba a zafar de las costuras del conservadurismo moral. Nada como el mar y el sol para embellecer el cuerpo.
Muy cerca de Mala están Los Cocoteros, junto al pueblo de Guatiza, en el municipio de Teguise. Junto al mar hay también una bella piscina natural con unos muros de piedra construidos para mantener el agua que llega cuando la marea está alta. Al lado de este enclave están las salinas de La Caleta, construidas en 1940. Son 45.000 metros cuadrados donde aún se mantiene, aunque algo deteriorado, el viejo molino que en otras épocas fue esencial para recoger el agua del mar a través de un pozo.
También aledaña a Los Cocoteros, a unos cien metros de la última casa, está La Caldera del Agua o Cueva del Agua, una piscina absolutamente natural formada en un jameo, que es el hueco que se produce con el hundimiento de un tubo volcánico. El resto de ese tubo, sin embargo, llega hasta el mar, que está a unos treinta metros y llena de agua esta deliciosa piscina de unos diez metros de diámetro, un espacio amplio para un baño refrescante.
Para llegar, hay que bajar con cuidado por las laderas del jameo, por lo que no es un lugar recomendado para los niños. Una vez en el agua, uno queda rodeado por las abruptas paredes volcánicas, lo que da al baño una sensación de naturaleza salvaje. Hay que tener mucho cuidado y no meterse si hay mar de fondo o el Atlántico está demasiado embravecido.
Arrieta, que tiene un nombre que suena a vasco pero está en Lanzarote, es una localidad del municipio de Haría que surgió como enclave de pescadores, aunque ha tenido también un cierto desarrollo turístico. Es pequeña y agradable. Y se palpa fácilmente en el ambiente esa cultura pescadora forjada junto al mar. Uno de sus lugares destacados es El Charcón, una piscina natural con un dique de piedra construida junto a una casa de estilo peculiar para la zona que recuerda ligeramente a los palacetes indianos. Es conocida como La Juanita o Casa China.
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