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¿Os habéis fijado alguna vez en la cara de un koala abrazando un árbol? Es pura satisfacción y, al parecer, es una sensación a nuestro alcance. Según la arboterapia, abrazar un árbol o simplemente pasear entre ellos tiene beneficios directos sobre nuestra salud, física y mental. Creáis o no en las promesas de esta filosofía, lo que es difícil es que una escapada al bosque esté contraindicada.
Estamos en la mejor época del año para salir a dar un paseo a la montaña y observar la muda de la fagus sylvatica o haya común, un árbol caducifolio pariente del castaño (lástima que su fruto no goce del sabor de este) y del roble, aunque muchas veces prefiera convivir con vecinos que mantienen su hoja todo el año, como el pino o el abeto.
El haya es un árbol más propio del clima continental europeo, puesto que requiere de suelos frescos y humedad atmosférica. Por ello, en la península ibérica solo se encuentran en las zonas más al norte, y no en abundancia. En Cataluña, una conjunción de factores ha favorecido la presencia de tres hayedos muy particulares que celebran la nueva estación luciendo sus mejores galas.
"¿Sabes dónde está el hayedo de Jordà?
Si vas alrededor de Olot, por encima del llano,
encontrarás un lugar verde y profundo
como nunca más hayas encontrado en el mundo:
un verde como de agua adentro, profundo y claro;
el verde del hayedo de Jordà".
Con estos versos escritos en 1908, recordaba el poeta Joan Maragall sus visitas al hayedo de Jordà y es por ello que, desde 1932, en el acceso principal se recibe al visitante con un monolito dedicado al conocido artista modernista. Si el paisaje está a la altura de su descripción, solo puede determinarlo quien se acerque a contemplar este terreno perteneciente al Parque Natural de la Zona Volcánica de La Garrotxa.
Esperemos que no encuentres decepción en el hecho de que, a estas alturas del año, el verde ya no es el color predominante. El encanto del lugar es, precisamente, ese baile policromático de las hojas caducas, que, al caer, ejercen de mullida superficie para el pie del paseante y, a la vez, de abono para los propios árboles."Las hayas aquí son jóvenes, de entre 80 y 100 años", explica el ingeniero forestal del espacio, Joan Montserrat. "Pueden vivir varios centenares de años, aunque aquí sufren, sobre todo, en los veranos secos porque a diferencia de otros hayedos en esta zona les toca bastante el sol". Esa es una de las particularidades de este paraje que se encuentra por debajo de la cota 800 metros de altura cuando lo habitual es que los hayedos estén por encima y en sectores sombríos.
Una maldición y, a la vez, la mayor de sus virtudes porque el bosque maravilla a los visitantes con sus paisajes de otoño, cuando los rayos del sol luchan por cruzar entre las hojas de tonalidades parduzcas. En este bosque se puede optar por varios itinerarios (existen hasta 27 posibilidades desde media hora de duración hasta siete horas). Pero si vas con niños o con personas con movilidad reducida, la ruta circular, llana y corta (de unos 35 minutos) es perfecta porque apenas exige esfuerzo: es el Sendero Joan Maragall. Este trayecto parte del Área Can Fan Serra, se adentra en La Fageda, rodea una pequeña loma (o tossol) –montículos de unos 20 metros muy característicos de la zona y producto de la lava del volcán Croscat– y vuelve al punto de partida.
Aunque si se viene con más ganas de pasear y de conocer los volcanes, recomendamos otros de los itinerarios señalizados que transitan por los volcanes del Croscat y de Santa Margarida. Uno de ellos, el itinerario 1, también circular, pero de unas cuatro horas y media de duración, parte del Área de Can Serra (también puede salir del Área de Santa Margarida –ambas en la carretera de Olot a Santa Pau–; pasa por la iglesia románica Sant Miquel de Sacot y por el volcán Santa Margarida y enlaza con otro de los itinerarios, que discurren por el tajo y los gredales del volcán Croscat. "El camino por el parque es muy limpio porque cuando madura y crece el hayedo cubre de oscuridad el sotobosque y no suelen salir otros hierbajos. Además, en el sector más turístico sacamos aquellos árboles que están a punto de caer o que pueden suponer algún peligro", asegura Joan.
Otro de los puntos de interés de los itinerarios es la fábrica de yogures 'La Fageda', un proyecto que nació con el objetivo de insertar laboralmente a personas de la comarca con discapacidad psíquica o trastorno mental y que a día de hoy es una realidad. Más de 300 personas trabajan en esta organización, que celebra este 2018 su 25 aniversario. No dudes en concertar una visita a sus instalaciones y, sobre todo, adquirir alguno de sus exquisitos productos hechos con leche y miel de la zona.
A escasos 20 kilómetros del anterior, pero mucho menos visitado, el hayedo de la Grevolosa atrae a los espíritus libres, puesto que sus caminos están menos señalizados y permiten explorar la zona sin toparse con demasiados senderistas. "Aquí el terreno no es tan llano como en el hayedo de Jordà. Estamos entre las montañas del Collsacabra y el Puigsacalm y es un hayedo con mucha pendiente", compara Jordi Vigué, ingeniero forestal de la zona.
Y lo cierto es que estamos a unos 1.000 metros de altitud, aunque la densidad del bosque impide observar las vistas a no ser que se haga un pequeño esfuerzo para subir a alguno de los picos accesibles de los alrededores, como el Puig de les Àligues o el Puig Curull. Desde allí se obtiene una comprensión del bosque en una panorámica de 360 grados. Una alfombra de colores amarillos y rojizos se extiende sobre la montaña gracias a árboles caducifolios como el haya o el roble pero también a arbustos como el acebo (grèvol en catalán), del que toma su nombre el lugar. "El hayedo constituye el hábitat adecuado de varias especies de fauna protegida, como el picamaderos negro, un pájaro que necesita árboles grandes como estos para hacer su nido", explica Vigué, "aunque los que se oyen cantar pueden ser el trepador azul o el carbonero palustre".
Escuchar el bosque es uno de los grandes placeres en este rincón, donde algunos árboles de gran altura parecen a punto de ceder a la gravedad. "No hay que obsesionarse si cae un árbol. Este es un ecosistema vivo. Por ejemplo, hay una especie de escarabajo, el Rosalia alpina, que vive en la madera muerta, así que a veces los troncos de hayas caídas no se retiran para favorecer a los invertebrados que, a su vez, son alimento para otras especies".
Es el ciclo de la vida, en el que tienen mucha experiencia tres árboles centenarios que fueron declarados monumentales en 1991, aunque "podrían haber sido otros tres cualquiera porque hay varios de grandes dimensiones". Si tocar madera da suerte, este es un magnífico lugar para hacer acopio, aunque siempre recordando que "no se debería salir de los márgenes del camino porque el exceso de hoja pisada compacta la tierra y puede favorecer procesos de erosión". Así que ya sabéis, si respetáis el bosque quizás el bosque os devuelva el favor.
Además, seguir el camino trazado por el sendero desde Sant Andreu de la Vola conduce a la Ermita de Sant Nazari (documentada desde 1382), donde se puede hacer un alto para descansar o comer en alguna de sus mesas de pícnic. La pequeña capilla es popular en la comarca debido a un clérigo francés, Pierre Lafont, que la rigió entre 1592 y 1612 y al que se le atribuyen anécdotas y bromas que aún pasan de padres a hijos.
El hayedo del Retaule ('retablo' en castellano) debe su nombre a que está situado al pie de un muro rocoso que recuerda el retablo de una iglesia. Y desde luego aquí se ha obrado el milagro, ya que estamos ante el hayedo más meridional de la península ibérica, una feliz excepción formada por grandes árboles que luchan por sobrevivir en un terreno abrupto y en condiciones adversas. Este bosque actúa como testimonio de una época pasada de clima más frío y es capaz de seguir adelante gracias a un microclima propiciado por la altitud y las laderas sombrías del Parque dels Ports, justo en la frontera entre las provincias de Tarragona y Teruel.
En este santuario con predominio de árboles de hoja perenne como el pino, la existencia de un hayedo conforma en otoño una imagen digna de veneración, ya que sobre el fondo verde resalta una formidable colección de hojas de pantone ocre y marrón.
Partiendo desde el Área Recreativa de La Fou se accede a este bosque de récord que contiene no uno, sino dos verdaderos monumentos naturales. El primero de ellos es el Pi Gros, el pino (pinus nigra) más alto y grueso de Cataluña. Sus 32,43 imponentes metros de altura y sus 7,32 metros de perímetro en la base lo convierten en un gigante divino, capaz de ganarse el abrazo de los más escépticos.
Sin embargo, la catedral por excelencia del hayedo es el llamado Faig Pare, una mágica haya de unos 250 años de edad con una altura de 25 metros, una copa de 28 m de anchura y un perímetro de más de cuatro metros a la altura de los brazos. Todas estas cifras cobran sentido al admirar la exuberante ramificación del árbol y el evocador entramado de raíces, que parecen abrazar la tierra. Alabada sea la diosa Naturaleza.
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