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Desde la carretera, el llamado gran mar del interior de Andalucía refleja el perfil blanco de Iznájar, coronado por el castillo que le dio nombre, Isn-Ashar, y la parroquia de Santiago. Una especie de península rodeada de olivares y suaves lomas parece emerger de las aguas en pleno corazón de la Sierra Subbética, a orillas del río Genil.
Pocos son los cordobeses que en algún momento de sus vidas no se han dejado caer por estos parajes pintorescos, cuando aprieta "la calor", para darse un baño en estas aguas. El gigante de agua dulce permanece manso aquí durante décadas, en la confluencia de míticos caminos lorquianos entre Córdoba, Granada y Málaga. Con sus 100 kilómetros de costa, desde su construcción en 1969 está tan presente en la vida local, que los iznajeños hablan de él a todas horas, en cualquier conversación, como si fuera un personaje más de la vida cotidiana: "Ahora está subiendo. Está a un poco más de la mitad de su capacidad (981 hectómetros cúbicos)", comenta otro vecino.
"Todavía no hay actividades de agua. El año pasado tuvimos hasta un barco paseando a los turistas… Pero no os perdáis las puestas de sol desde la playa que son espectaculares", añade otro paisano en la puerta de una droguería centenaria donde unos cuantos charlan animadamente entre el ir y venir de los turistas que empiezan a llegar sobre las 10.30 h de la mañana.
Dicen en estos corrillos que la construcción del pantano cambió radicalmente la vida del pueblo, que vio reducida la población a la mitad al ver sepultadas bajo sus aguas las tierras más fértiles y generosas. Pero quién les iba a decir que, cuatro décadas después, ese mismo pantano que les quitó tanto, devolvería a Iznájar un lugar en el mundo y lo convertiría en paraíso del turismo de interior con cientos de posibilidades turísticas alrededor de esta gran masa de agua.
Subiendo por las calles empinadas hacia el castillo, cada rincón ofrece un mirador improvisado. En el más alto de todos, en el Mirador Cruz de San Pedro, no solo se puede aparcar sino que es perfecto para entender de un solo vistazo la privilegiada orografía de este lugar, con el embalse a sus pies y el coqueto casco histórico.
Aún no es mediodía y ya hay casi 20 ºC. Las calles comienzan a verse animadas de gente que viene a conocer el castillo. "Hay una visita a las 11 h y otra a las 12.30 h", comenta una de las chicas de la oficina de turismo al pie del barrio de La Villa, en el que fuera uno de los antiguos accesos a la fortaleza. Los suelos enchinados y algunas torres supervivientes, como la del Reloj cuya campana tañe de cada tanto en tanto, te van adentrando en una atmósfera de pueblo, de olorcito a puchero en las calles, de vida calmada y pajaritos cantores, de vecinas pintando las fachadas de blanco… la vida en contacto directo con el campo. Al mismo tiempo, las plazoletas y arcos de medio punto que vas dejando a tu paso empiezan a narrar un relato, el de la villa medieval de Iznájar, lo que debió significar esta fortaleza que fue parte de la alcazaba nazarí y que se disputaron durante siglos árabes y cristianos. Su historia está íntimamente ligada a la de la localidad.
"Oh habitantes de Al Andalus, qué felicidad la vuestra al tener agua, sombras, ríos y árboles. El jardín de la felicidad eterna no está fuera sino en vuestro territorio. Si me fuera dado a elegir es este lugar el que escogería. No creáis que mañana entraréis en el infierno. No se entra después de haber estado en el Paraíso". (Ibn Jafaÿa).
Esta inscripción es la antesala al recinto de Hisn Al-Ashar o castillo alegre. "Es el nombre que dieron a esta fortaleza situada a 533 metros sobre el río Genil y el arroyo de Priego y el origen del nombre de Iznájar", explica la guía.
"Se construyó en el siglo VIII pero sufrió numerosas ampliaciones y reformas en los siglos XI y XV". Entre los restos encontrados, una catapulta (de la que conservan una réplica), varios objetos y dagas que pueden verse en una sala, y la biblioteca local, un edificio renacentista del siglo XVIII, de la época de Carlos III, digna de visitar pero que solo abre los días entre semana.
La estrella del recorrido por el castillo es un gigantesco aljibe ubicado bajo nuestros pies, bajo la llamada plaza de armas del recinto, y al que se accede por una escalerilla de 7 metros no apta para claustrofóbicos con una resonancia en su interior que, según la guía, vuelve locos a los visitantes. "A los turistas ingleses les da por practicar incluso los cantos gregorianos en su interior", comenta poco sorprendida de que este sea el punto de concentración favorito de los visitantes del castillo.
Pero si algo impacta en el recinto son las vistas desde la torre del Homenaje, la más alta, dedicada en su interior a Rafael Alberti. El poeta gaditano visitó la villa en su juventud por primera vez, en 1920, y escribió para contárselo a Federico García Lorca. Aquí encontró inspiración para su libro La arboleda perdida y a la torre le dedicó un poema. Así decía el poeta en su obra: "Después de la extraña fiesta de Rute, visité un pueblo de las alturas, Iznájar, que me pareció más hermoso de lo que yo recordaba. Es un pueblo perfecto, de una blancura maravillosa, encalado hasta el frenesí y con el carácter secreto de los romances de García Lorca". Ya en edad más avanzada volvió a Iznájar para inaugurar la placita que lleva su nombre y donde luce sobre un mosaico de azulejos aquellas palabras que le dedicó.
A la salida del castillo, echamos un vistazo al que dicen es uno de los cementerios más bellos de toda Andalucía, con vistas al pantano. Convertido en otro reclamo turístico, la gente pasea por allí mientras los familiares arreglan los nichos y ponen flores. La muerte no tiene por qué tener malas vistas. Junto al cementerio, un lugar mágico con connotaciones vitales que produce un contraste brutal, es el Patio de las Comedias, el antiguo zoco o mercadillo árabe, que se convirtió a partir del siglo XVIII en un espacio donde representar obras teatrales. Hoy es uno de los patios cordobeses que suele llevarse el primer premio del Concurso de Patios de la Subbética en mayo.
Juani, la vecina que vive aquí, pinta las macetas, la fuente y las paredes dos veces al año. Una para la festividad de los patios, y otra, según nos explica, para las fiestas locales, en agosto. "Ahora me toca comprar las flores de primavera. El ayuntamiento me echa una mano con la pintura. Estas lechugas que están plantadas, por ejemplo, aún son las flores de invierno", comenta mientras reparte a todos los que pasan por delante de su puerta pestiños, empanadillas rellenas de cabello de ángel, magdalenas y hojaldres que ha hecho ella misma. La gente coge uno de sus dulces sin entender muy bien si Juani los regala o los vende. Pero ella insiste. Están deliciosos. "¿Alguien necesita entrar al baño o quiere un poquito de agua?". La hospitalidad de los lugareños es asombrosa.
Entre las macetas pintadas de azul, los niños descubren pequeños muñequitos también pintados, como si fueran diminutos personajes de un cuento escondidos entre las flores. "¡Ah, sí! Los pinto yo de azul también. Son de mi nieto", explica sin perder la sonrisa. "A mí me parece que quedan simpáticos", sonríe.
Juani fue la dueña de un mítico bar que tenía la terraza en este florido patio y que se adentraba en su misma casa, donde había otras mesitas para el invierno, con vistas al pantano. "Yo vivo aquí arriba y en la planta baja tenía el bar con mesas flamencas a las que ponía en el invierno unas enagüillas". Según cuentan unos habituales de Iznájar, la gente hacía cola por tomar aquí algo en verano. "Lo cerré porque mi hija ya no quiere este negocio. Y es una pena porque le daba vida al pueblo aunque los vecinos también se quejaban mucho", relata. "Lo cerré porque mi hija ya no quiere este negocio. Y es una pena porque le daba vida al pueblo aunque los vecinos también se quejaban mucho", relata.
La hora de comer es buen momento para poner rumbo hacia algún chiringuito a pie de pantano, abiertos todo el año. Saliendo de nuevo por el puente Fernández, dirección Rute-Cordoba un cartel indica "A la playa, paisaje de Valdearenas" y a través de una carretera abrazada por pinares tomamos el Paseo José Montilla (nombre del político catalán nacido en esta tierra). Un pequeño cartel con una flecha señala un camino hacia un chiringuito. Y entre chalés y casas rurales, la calle de Las Angosturas conduce hasta el paraje extraño de Valdearenas.
El ambiente de playa es total. "¡Agua, agua!", gritan los niños cuando ven lo que realmente parece un lago gigante en estado de absoluta calma. El chiringuito de Gracia y Paco está a rebosar de gente que almuerza desde pescados a la parrilla hasta los típicos flamenquines cordobeses. A pie de chiringuito, una explanada enorme abrazada por suaves lomas, pinares y senderos aparece sembrada de familias que hacen pícnic y toman el sol.
A pocos metros, el camping de Iznájar calienta motores para arrancar la temporada. Y desde la Escuela Náutica de Iznájar (que cuenta con su propia casa rural) ofrecen en esta misma playa actividades como paddle surf, windsurf, hidropedales, rafting, rutas en bicicleta, escalada, rapel, vía ferrata, espeleología… Además, el pantano será el próximo 26 de abril el escenario del Campeonato Nacional de Paddel Surf, todo un acontecimiento en Iznájar.
"Desde el camping solemos hacer varias rutas, pero una de las más solicitadas es hasta las Cuevas de San Marcos, también a pie de pantano, unos 10 kilómetros de ida y otros tantos de vuelta", comenta uno de los propietarios. "Pero las posibilidades son infinitas. Hay otras rutas que van junto al río Bailón; o hacia Las Chorreras de Priego de Córdoba, e incluso una ruta que une Rute con Carcabuey… Todo depende de lo quiera hacer cada uno".
El sol comienza a esconderse tras las suaves montañas. Buen momento para dar un paseo bordeando una parte del pantano. Entre pinares, el cielo va cambiando de color y el canto de los pajaritos da paso al ladrido de los perros que pasean junto a sus dueños, a la música de la gente que empieza a bajar al pantano a pasar la tarde, y la risa de los niños que juegan en la arena.
"Hay que venir aquí y montarse en el nuevo barco que surca sus aguas. Creo que empiezan a finales de marzo", nos cuenta un paisano que camina por allí junto a una amiga y su perro. Se refiere al nuevo barco de 'Andalucian Lake Tours' que, con capacidad para 12 personas, navega por este lago cuatro veces al día (10:00, 13:00, 16:00 y 19:00) durante dos horas y media por unos 35 euros que incluyen también bebida y tapas (los niños de entre 4 y 16 años solo pagan 20 €). Lo que está claro, es que aquí diversión no falta.
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