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Las murallas ya no defienden y las puertas de acceso a esta antigua plaza fortificada siempre están abiertas a los miles de visitantes y peregrinos que cada año pasan por aquí. Ellos forman parte del paisaje cotidiano de las calles estrechas de esta localidad; son, a su manera, una parte del riego sanguíneo.
En Viana, los peregrinos se despiden de Navarra antes de entrar en tierras riojanas y se detienen a reponer fuerzas junto a la Iglesia de Santa María o a la sombra de los soportales de la fachada del ayuntamiento. Esta plaza es el símbolo de esta localidad de unos 4.000 habitantes que en 2019 ha cumplido 800 años y que merece dedicarle un paseo tranquilo.
Pero esta visita arranca en el lugar en el que todo empezó y que hoy es la puerta por la que los peregrinos abandonan Viana. Es el portal de San Felices donde, cuenta la historia, se puso la primera piedra de la ciudad, donde se impartía justicia y donde se recibían los juramentos ante el fuero. Atravesar esta puerta supone adentrarse en este entramado breve de callejuelas y palacios señoriales.
Muy cerca de allí nos encontramos con los restos de la Iglesia de San Pedro y la extraña belleza que desprenden estos esqueletos a cielo abierto. Construida en el siglo XII, mezcla de templo y bastión defensivo, fue sometida a varias reformas que provocaron su derrumbamiento a finales del siglo XIX. Se conserva una nave lateral, parte de la cabecera y una portada barroca.
Tomaremos la calle Navarro Villoslada, uno de los ejes de la localidad y la que concentra el mayor número de casas señoriales. Este paseo obliga a mirar a lo alto, a derecha e izquierda, para no perderse las casas de los Pérez de Lanciego, Aldunate, Ichaso, Muzquiz. Y a mitad de camino, antes de llegar a la plaza de los Fueros, nos topamos con el antiguo hospital de peregrinos de Viana. Un edificio gótico que abandonó su función sanadora tras la epidemia de peste del siglo XVI. Hoy este lugar acoge la Casa de Cultura.
Llegamos a la plaza que marca el centro vital de Viana, en la que paran los peregrinos para coger fuerzas, en la que confluyen las muestras del poder civil y religioso. De un lado, el ayuntamiento, un edificio barroco de estilo francés con soportales y un larga balconada. Del otro, la Iglesia de Santa María, un edificio gótico que tiene aires de catedral y cuyo perímetro está hoy protegido por vallas debido al deterioro de algunas de las zonas del exterior.
La rúa de Santa María nos acerca al otro extremo del casco histórico, la llamada plaza del Coso, un espacio diáfano dedicado a la celebración de los espectáculos taurinos y presidido por el "balcón de toros", una bonita galería barroca construida en su momento para que las autoridades pudieran asistir a los espectáculos que se desarrollaban en la plaza. Y muy cerca de allí, otros dos puntos de interés. La maqueta que reconstruye el desaparecido castillo de Viana y la puerta desde la que se observa el ascenso de los peregrinos que se van acercando al que será su último hito del camino navarro.
Este es un lugar cargado de Historia y de historias, alguna de ellas poco conocidas, y que ha llegado hasta hoy por eso de las dinastías monárquicas y los derechos hereditarios. Leonor de Borbón y Ortiz ostenta el título de princesa de Viana como heredera del reino de Navarra. Viana fue la capital de un principado que reunía a 14 localidades de la zona. El rey Carlos III el Noble instituyó el título de príncipe para su nieto el infante don Carlos. El documento fue firmado en Tudela el 20 de enero de 1423.
Pero además Viana es el lugar donde encontró la muerte uno de los personajes más peculiares del renacimiento italiano. César Borgia, del que se ha llegado a decir que fue, en parte, inspiración para Maquiavelo en su obra El Príncipe. Borgia, que fue obispo casi en la adolescencia, capitán de los ejércitos papales, noble, guerrero e intrigante, acabó detenido, encarcelado y fugado de la prisión de Medina del Campo para emprender viaje hacia Navarra. Quería ponerse a las órdenes del rey Juan de Albret, su cuñado, en un momento en el que ese reino vivía una guerra entre dos facciones enfrentadas. Y en una refriega durante el cerco de Viana, César Borgia fue emboscado y asesinado por soldados rivales en el paraje llamado Barranca Salada.
De la historia de César Borgia apenas quedan dos restos en Viana. Un monolito en la zona en la que murió y una lápida en la puerta de la Iglesia de Santa María. Su tumba fue sacada del interior del templo por orden del obispo de Calahorra en el siglo XVI.
También hay en esta villa unos jardines que llevan el nombre de Joan Manuel Serrat. El cantante catalán mantiene un vínculo histórico con Viana a la que está unido desde niño y donde posee una casa que visita de forma habitual. Es hijo adoptivo de la localidad y en los jardines, situados a la espalda de las ruinas de la iglesia de San Pedro, existe un monolito donde se lee: "En este lugar aprendí a amar la luz". Y desde aquí, donde se conservan los mejores restos de la muralla de Viana, se tiene una vista privilegiada de esta zona fronteriza entre Navarra y La Rioja.
Esta también es una tierra fértil. El Ebro no anda muy lejos de aquí y riega huertas y viñedos. Los restaurantes y bares de Viana ofrecen platos muy reconocibles de la gastronomía navarra. Verduras ribereñas, cordero, buenos vinos y otros platos de tradición norteña: menús de sidrería con las apetitosas tortillas de bacalao y los chuletones de rigor. El paseo también nos puede llevar a comprar alguno de los dulces que se venden aquí: las tortas de chinchorra, las sobadillas, los cristales o los mantecados.
Viana cuenta además con una de las bodegas de pacharán más antiguas de esta tierra. El pacharán 'La Navarra' se elabora siguiendo la receta tradicional de la familia Belasco, con endrinas procedentes en su mayoría de plantaciones navarras, con alcohol de melaza de remolacha, con azúcar y anís. Y a unos cuantos kilómetros del centro histórico, 'Rioja Vega', una de las referencias centenarias de los vinos de la Denominación de Origen, justo en el límite entre estas dos comunidades, a orillas del Ebro y entre viñedos de tempranillo o graciano.
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