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Los Premios Goya siguen viajando por España, y este año llegan a Valladolid. La ciudad se viste de gala para celebrar la gran fiesta del cine español, un evento preparado a conciencia en la que durante días se celebran decenas de actividades y eventos con motivo de la entrega de los galardones que entrega la Academia de Cine.
En este contexto, hay que celebrar que la Academia de Cine y Repsol se han unido para hacer de los Goya un evento neutro en emisiones. Repsol aporta su experiencia en soluciones como los combustibles 100% renovables que impulsarán la flota de vehículos oficiales que transportará a los invitados. Por otro lado, los vehículos eléctricos de la flota harán uso de la amplia red de recarga pública que Repsol tiene en la capital del Pisuerga. Las emisiones de CO2 que no se puedan evitar, se compensarán a través de Motor Verde, la iniciativa de Fundación Repsol que reforesta terrenos incendiados o baldíos.
El de los Goya es un paso más para Valladolid como ciudad de cine, que siempre se ha distinguido por ser una ciudad muy apasionada por el medio y la interpretación: aquí se celebra cada año la Seminci, uno de los grandes festivales de cine que tenemos en España, y es sede de la Escuela Superior de Arte Dramático de Castilla y León (ESADCyL) desde 2006.
Pero no es solo eso: Valladolid se ha convertido en un escenario cada vez más habitual en el audiovisual. Gracias a factores generales como los incentivos fiscales o la explosión del consumo en plataformas o a iniciativas locales como la creación de una oficina técnica pública (Valladolid Film Commission) destinada a atraer rodajes, ya empieza a ser normal ver localizaciones de la ciudad en series y películas.
Si bien este boom ha colocado a Valladolid como un punto de referencia en el audiovisual, la ciudad tiene ya una trayectoria histórica como fuente de localizaciones que nos permite hacer turismo cinematográfico en distintas épocas de la historia del cine en la que han aparecido distintas pinceladas de la ciudad para empezar este paseo.
Aunque se pueden ubicar en Valladolid películas de hace casi 100 años -las mudas Pilar Guerra (1926) y La ilustre fregona (1927)-, hay que esperar a una película como Una muchachita de Valladolid (Luis César Amadori, 1958) para ver con verdadero protagonismo a la ciudad. Además de en películas del gran Mario Camus -Los farsantes (1967), Volver a vivir (1967)-, Valladolid aparece en películas de directores extranjeros tan potentes como Orson Welles (en Míster Arkadin (1955), otra vez en el Colegio de San Gregorio) o David Lean (se descubrió hace poco que la tumultuosa estación de tren de Doctor Zhivago (1965)... ¡era la Estación del Norte de Pucela!).
Volviendo al cine español, un histórico actor como José Sacristán eligió la ciudad para ambientar su primera película como director: Soldados de plomo (1983). Su personaje, Andrés, regresa a Valladolid para hacerse cargo de la herencia de su padre. Por aquí pasamos por primera vez por la Plaza Mayor (al inicio de la película) y sus característicos soportales, por la plaza de la Universidad y la de la Antigua, o un paseo con Fernán Gómez por el histórico Pasaje Gutiérrez (y la calle Castelar).
Otra actriz convertida luego a directora como Icíar Bollaín también eligió la ciudad para arrancar su debut tras las cámaras: Hola, ¿estás sola? (1995). Al principio de la película, Silke llega en autobús a Valladolid y a su paso podemos ver la plaza de los Vadillos y la Universidad, el barrio de la Victoria, el puente Mayor (otro clásico cinéfilo de Valladolid) o la playa de las Moreras y la calle Salud.
Más allá de detalles de otras películas como El robo más grande jamás contado (2002) -el Museo Patio Herreriano haciendo del Reina Sofía de Madrid- de los 2000 hay que citar Un buen día lo tiene cualquiera, de Santiago Lorenzo (2007), una película no tan conocida pero una de las que más y mejor representa distintas partes de la ciudad.
La historia de este treintañero que se va a vivir con un anciano pasa, además de por la Plaza Mayor, la del Ochavo, la de España, la Fuente Dorada, las calles de la Platería, la Encarnación, la Acera de Recoletos, las oficinas y el restaurante del Patio Herreriano, vemos los soportales del Teatro Calderón (un espacio muy de cine), el Mercado Central, el Pisuerga, la Biblioteca Pública de Valladolid San Nicolás o el Parque Campo Grande.
Y, en este paseo por la ciudad a través de películas, llegamos hasta la eclosión de la última década. En este tiempo, Valladolid se ha convertido en un polo de atracción de rodajes y es cada vez más habitual ver sus exteriores (¡e interiores!) en videoclips, anuncios, series y películas. Desde la Valladolid Film Commission, fundada en 2014 y clave en este desarrollo audiovisual en la ciudad, aseguran que se registra, de media, un rodaje por semana en el municipio.
Además de por su proximidad a Madrid y su menor saturación, Juan Manuel Guimeráns, coordinador de Valladolid Film Comission, cree que “la gran ventaja que tiene Valladolid” para ser escenario de películas y series “es que es una ciudad que, siendo una de las 10-15 ciudades más grandes de España en términos de población, no es extensa, por lo que es fácil moverse por ella y, sin embargo, es una ciudad muy diversa”.
Guimeráns explica que “lo que para otros ámbitos puede ser un hándicap, el hecho de que en Valladolid se encuentran edificios patrimoniales al lado de edificios del siglo XX constantemente, por la propia evolución urbana que tiene la ciudad, para el tema audiovisual es una ventaja: habrá pocos sitios en los que puedas encontrar tanta variedad de localizaciones como hay aquí”.
Esa variedad y explosión de miradas hacen que lleguen producciones de India o Japón en los últimos tiempos. Es el caso de Devil in Palace (2018), película de Bollywood que plantó su rodaje en la Plaza Mayor, pero también el de la serie de Prime Video Magi: The Tensho Embassy (2018), una misión que llega hasta España y la corte de Felipe II en la que podemos ver clásicos a visitar de la ciudad como el Palacio de Santa Cruz, el Convento de Santa Isabel o, una vez más, el Patio Herreriano.
Además de aparecer en variados documentales -Carlos V, los caminos del emperador (2019), Anatomía de un dandy (2020), Comuneros (2022)- o en el cine del vallisoletano Arturo Dueñas -Aficionados (2010), Pessoas (2020)-, si hay que destacar dos producciones recientes que ponen a Valladolid en el imaginario colectivo son, sin duda, Voy a pasármelo bien (2022), de David Serrano, y la serie Memento Mori (2023), a la que ya hemos dedicado todo un artículo con el que descubrir la ciudad en clave misteriosa.
Para Guimeráns, la película que mejor puede representar Valladolid, desde un punto de vista turístico y para “sentirla”, es precisamente Voy a pásarmelo bien, película con la música de los Hombres G que cuenta la historia de amor de unos preadolescentes a finales de los años 80. Y todo ocurre en Valladolid, claro. Con esta película, podemos bailar y recordar la infancia de nuevo por la Plaza Mayor, la del Viejo Coso, la calle Platerías o la ribera del Pisuerga, que lucen espectaculares en distintos exteriores de la película de David Serrano, que se preocupa de situar en su contexto a los personajes.
Pero Voy a pasármelo bien no se queda en los clásicos y permite pasar por lugares de la ciudad menos habituales en la ficción como el Palacio de Fabio Nelli, el Círculo de Recreo, la calle Teresa Gil, la zona de la Iglesia de San Benito o incluso el estadio José Zorrilla, donde el equipo de la película tuvo la oportunidad de rodar en su interior.
Los crímenes de Memento mori, la noche de La desaparición (2022) o el aeropuerto de Honeymoon (2023)... Valladolid se ha convertido en un personaje más de nuestra ficción, demostrando que es una ciudad capaz de acoger un gran evento como los Goya 2024 y convertirse en ese escenario castellano y polivalente con el que ambientar cualquier historia.