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Valle de Bujaruelo

Valles de Bujaruelo y Otal, Parque Nacional de Ordesa

Bujaruelo y Otal, valles y picos para limpiar los humos

Actualizado: 17/01/2018

Fotografía: Alfredo Cáliz

Los valles de Bujaruelo y Otal, frente al parque Nacional de Ordesa pero sin multitudes, son uno de esos lugares que justifican el porqué la montaña es una obsesión adrenalínica para millones de personas. Elegir entre subir a la montaña o conquistar las alturas a menudo encierra una actitud ante la vida. Pero descubrir cumbres y valles con los tuyos es una andanza que transforma en memorable una mañana, más allá de las metáforas.
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En el Pirineo de Huesca (Aragón) se esconden los valles de Bujaruelo y Otal, el primero lleva al segundo, y ambos sitios justifican la pasión de filósofos, escritores o aventureros de la historia. Y de millones de simples mortales. Las sendas que los recorren despejan los malos humos arrastrados desde la nerviosas ciudades. Frente al bullicioso Valle de Ordesa en verano y su cierre en los meses de invierno, estos resultan confortables, cómplices de los amantes de las cumbres, las grandes y las chicas. Siempre listos para conquistar a los no iniciados.

Los picos coquetean con la niebla a espaldas del caminante a Bujaruelo.
Los picos coquetean con la niebla a espaldas del caminante a Bujaruelo.

"Vamos a hacer una ruta apta para todos los públicos, jóvenes y mayores. El valle de Bujaruelo, a la izquierda de Ordesa si miramos desde Torla, es un cañón glacial precioso. Tiene 25 kilómetros hasta los pies del Uña, pero haremos una ruta sencilla, hasta donde lleguéis". Eduardo, Edu, el guía de 'Guías de Torla-Ordesa', se ríe cuando ve la cara de susto del personal al mencionar los 25 kilómetros. Es una mañana fría, muy fría. Los picos de los Pirineos tienen ya sus primeros gorros de nieve, aunque cada vez los visten más tarde.

La idea es recorrer una senda sencilla, que permita disfrutar del paisaje, aprender trucos para que los pequeños quieran volver a la montaña, y los mayores confirmen que merece la pena "ganar las alturas para seguir adelante", como escribía Walt Whitman. "Podemos hacerlo con raquetas, si hay nieve; o a pie, si el tiempo lo permite. Son cuatro kilómetros desde San Nicolás de Bujaruelo, adonde llegamos con coche, si podemos. (Pudimos). Pero si hay nieve, dejamos el coche antes, al poco de pasar el Puente de los Navarros", explica el guía, mientras el personal sube al todoterreno.

El río Ara arranca entre Bujaruelo y Otal. El Salto del Carpín es un espectáculo.
El río Ara arranca entre Bujaruelo y Otal. El Salto del Carpín es un espectáculo.

Con la boca abierta de par en par, los caminantes se plantan ante el Salto del Carpín, una cascada de 120 metros, que en los meses invernales se hiela del todo "y es apta para la escalada. Pero tiene que estar totalmente helada y es para gente experimentada, no hay que equivocarse". Edu habla de sendas, picos y montañas con la pasión de quién los ha pateado todos, de alguien que un día decidió dedicar su vida a esas paredes, para otros cumbres amenazantes, que para él son una razón primordial para existir.

Entre paredes altas se avanza por el Valle de Bujaruelo, con el río Ara al lado, "el río más salvaje de los Pirineos, que no ha sido domesticado en ningún punto de su cauce. Se puede hacer en kayak, pero hay que ser muy bueno. Tienen que pasar los infranqueables (unos muros de roca complicados). Estamos en el mayor macizo de roca calcárea de Europa", relata dentro de un torrente de historias y datos que hacen el camino más que llevadero, apasionante.

El camino tiene varios recodos para descansar con la gente menuda.
El camino tiene varios recodos para descansar con la gente menuda.

A la altura del Puente de Santa Elena, uno de los puntos de la ruta GR11 –la Senda Pirinaica, sueño de montañeros y senderistas, lo que el Camino de Santiago a los peregrinos– y el Barranco del Bozo, hay una cueva que es uno de los lujos de los espeleólogos. Recorrerla cuesta dos días, se puede dormir dentro de ella y encierra una cascada de 25 metros. Un viaje al centro de la tierra que hace realidad la aventura de Verne. Aunque no se han encontrado dinosaurios dentro, fuera, entre Bujaruelo y Otal, se sigue el rastro de un jabalí o el avistamiento de aves.

En otoño-invierno, las marmotas, bien tociñonas (gordas), preparadas para hibernar, abren sus madrigueras "pero hasta se olvidan de cerrarlas, porque andan algo despistadas con los cambios climáticos. También tenemos jabalí, tejones, gato salvaje y muchas aves. El buitre leonado, águila real, quebrantahuesos, cernícalos…" Las explicaciones se paran justo en el momento en que unos cuantos "pájaros grandes" para los senderistas, vuelan en círculo, muy cerca de la senda, en una ladera. La discusión entre Edu y uno de los caminantes, Alfredo, sobre si son águilas, buitres o quebrantahuesos, distrae al personal.

El Puente del refugio de San Nicolás y la ermita, un remanso al inicio o al final.
El Puente del refugio de San Nicolás y la ermita, un remanso al inicio o al final.

Hasta que se descubre la razón del jaleo, a muy pocos metros, en la ladera, un animal muerto atrae a las aves, que se disponen a repartirse el festín como Dios manda. El quebrantahuesos, listo él, espera a que acaben los buitres con su carroña preferida, porque lo que más le gusta son los huesos. Los recoge, los eleva y deja caer contra las rocas. Después, con una lengua diseñada para este banquete, se come la medula ósea.

Historias como esa, con las aves planeando sobre la cabeza, fascinan a la gente que escucha a Edu, mientras el valle de Otal se muestra en todo su esplendor, un rato después de dejar atrás el camping y la ermita de San Nicolás de Bujaruelo. Un lugar fundado por los monjes Hospitalarios de San Juan, caballeros que levantaron la ermita y el puente. Durante la guerra civil, fue destruido y quemado, aunque luego se reconstruyó el puente, no la ermita.

El sol baña Bujaruelo todo el año, algo que no sucede en Ordesa.
El sol baña Bujaruelo todo el año, algo que no sucede en Ordesa.

Las ruinas transmiten un halo de misterio, más si el relato continúa contando el Barranco de Gabieto –la primera cima 3.000 m de los Picos por el lado oeste del Parque Nacional de Ordesa– o la brecha de Roland "2.832 m", puntualiza Edu. Aprovecha la cita del caballero francés de Carlomagno para recuperar la leyenda de cómo a un grito del valiente Roland a su espada Durandall, esta abrió en el impresionante muro la brecha que le permitió morir mirando a Francia. Atrás dejaba el francés a sus 12 caballeros, a su caballo Villantiz. Es evidente que al guía le fascina la leyenda, con la que llena la cabeza de los chicos en cuanto puede.

El color del Ara cambia en los pozos más cercanos al puente de Los Navarros.
El color del Ara cambia en los pozos más cercanos al puente de Los Navarros.

La bajada, reparando ahora en los bosques de boj, los tejos, los robles y los pinos, por las trochas fáciles que permiten jugar al escondite saliendo de la senda principal, se realiza en un suspiro. Un descanso para mostrar dónde crecen el edelweiss, o las orquídeas 'Zapatitos de la Dama', otra historia interesante. "Cada junio, los japoneses vienen a ver algunas de estas especies raras. Hace poco descubrí una orquídea que creíamos en extinción, en Ordesa. Con los japoneses se aprende…". Pero esa historia se guarda para otra ocasión, la primavera, cuando la ruta sea para descubrir las flores.

El regreso ofrece una perspectiva muy diferente gracias al aire pirenaico.
El regreso ofrece una perspectiva muy diferente gracias al aire pirenaico.

Durante el descenso, el viento limpia la cara. La sensación de que se filtra por las ahumadas cañerías de nuestros pulmones, los lacrimales que lloran de frío y acentúan el brillo de las hojas del acebo y del boj, eleva las carcajadas y los pasos de los caminantes por encima de las veredas, hacía las cumbres que quedan atrás. Es la adrenalina y la energía que transmite el aire puro.

La Igleisa de Fragen y la ermita del cruce de caminos, un entorno diferente.
La Igleisa de Fragen y la ermita del cruce de caminos, un entorno diferente.

Para la tarde, o el día siguiente, conviene dejar la marcha a Fragen, el pueblo que es casi una barriada de Torla, la capital del Valle de Ordesa. A tan solo tres kilómetros de Torla, el camino en dirección opuesta a Bujaruelo es otro lujo de senda. Fragen, con una docena de habitantes, es un pueblecito de origen romano, donde la iglesia románica, con su reloj averiado por una gran tormenta de granizo y viento, es la parada ideal para merendar. Bordeando la iglesia y un poco más abajo se encuentra la ermita de la Virgen del Encuentro, recordando que es un cruce de caminos de varios pueblos del valle de Broto.

Fragen, junto a Linás de Broto y Viu de Linás, pertenecen a Torla y se cruzan al pie de la citada ermita. Las vistas sobre el valle y el río Ara justifican el paseo andando más que de sobra. El pueblo tiene restos de una abadía y merece la pena la Casa Cazcarro.

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