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Atardecer desde el Parque Nacional del Teide

Visita al Parque Nacional del Teide: planes y observación de estrellas

Atardecer y estrellas desde el techo de España

Actualizado: 09/09/2024

Fotografía: Alfredo Cáliz

Te proponemos un plan de esos que se te quedarán grabados en la retina de por vida. Tomamos rumbo a la cima de España, la cumbre del volcán Teide, para observar uno de los atardeceres más cautivadores sobre un mar de nubes. Y cuando la noche haya sumergido en la absoluta oscuridad el Parque Nacional más visitado del país, nos adentraremos en el sobrecogedor y maravilloso mundo de las estrellas, con su observación de la mano de expertos guías astronómicos.

La mutación en el paisaje es espectacular. El frondoso pinar de ejemplares centenarios que cubre la Corona Forestal del Teide se transforma, de repente y casi sin transición, en una estampa árida, rocosa y volcánica. La carretera TF-21 hace las delicias, con su trazado de curvas, de los motoristas que ascienden a la cumbre más alta de España desde el sur de la isla de Tenerife. Las copas de los enormes ejemplares de Pinus Canariensis hacen sombra sobre la calzada de asfalto a su paso por el pueblo de Vilaflor de Chasna (el más alto de las Canarias). Si paramos en alguno de los miradores, podremos contemplar la panza de burro que encapota parte del valle de La Orotava durante los meses de verano y el soleado Puerto de la Cruz, bañado por el oleaje del Atlántico.

Volcán del Teide
El paisaje del Parque Nacional del Teide parece sacado de otro planeta.

De pronto, nos recibe un escenario que nos traslada a otras latitudes del planeta e incluso más allá de la corteza terrestre. La calima acaricia la cumbre del Teide, aunque hoy nos permite ver con cierta nitidez el cráter que corona España, con sus 3.715 metros de altitud sobre el nivel del mar. El entorno es árido y rocoso, ideal para rodar un spot o una película de connotaciones espaciales. Podemos hacer un alunizaje, en mangas de camisa, sobre los cráteres de paredes suaves cubiertos de piroclastos y piedra pómez de las Minas de San José, y ahorrarnos el traje de cosmonauta para recorrer las gruesas coladas superpuestas en forma de abanico, típicas de Venus, o los caminos que han dibujado la huella de torrentes de agua al pasar por estos terrenos tan áridos, similares a los detectados en Marte.

Paisaje rocoso del Parque Nacional del Teide
Un paisaje rocoso de lava, escenario de un viaje espacial.
Minas de San José en el Parque Nacional del Teide
¿La Luna, Venus o Marte?

Nuestro propósito hoy es contemplar el atardecer desde la cima, aprovechando el último viaje de subida del teleférico, y observar el cielo estrellado en la más absoluta oscuridad. Pero antes, apuramos la tarde para recorrer parte del Parque Nacional del Teide, declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco en 2007. “Se trata del Parque Nacional más visitado de España y Europa, con cerca de tres millones de visitantes al año”, nos comenta uno de los guías de la empresa turística Volcano Teide, que nos acompañará durante la jornada. La caldera, con más de 17 km de diámetro, está entre las más grandes del mundo, y es un volcán todavía activo -la última erupción se cree que fue entre los siglos VII y X-, “aunque ahora está dormitando”, tranquiliza nuestro cicerone.

Turistas posan en una larga carretera que atraviesa el Parque Nacional del Teide
La temporada fuerte de turismo en Tenerife llega pasado el verano.

Una de las estampas más fotografiadas la encontramos a escasos metros del Parador Nacional Las Cañadas del Teide: los Roques de García. Se trata de unos caprichos rocosos que ejercen de guardianes, y cuyo origen sigue siendo investigado por los vulcanólogos, aunque se cree que se han formado con el paso del tiempo acumulando materiales de un volcán previo al Teide. Quizá el más famoso de todos es el bautizado como roque Cinchado, aunque también se le conoce como Árbol de Piedra o Dedo de Dios. Con sus 27 metros de altura, nos descubre su policromía pétrea que va de los tonos más rojizos y cobrizos, a los ocres y marrones. Para las generaciones que nacieron antes del siglo XXI, seguro que recuerdan su silueta en el reverso de los billetes verdes de 1.000 pesetas junto a un drago y la cumbre nevada del Teide. Desde el cercano Mirador de la Ruleta podremos contemplar también otros roques del mismo conjunto, con nombres evocadores a sus peculiares formas, como la Cascada, la Catedral o el Burro.

Roques de García en el Parque Nacional del Teide
Los roques de García, de apellido muy común, pero de formación muy extraordinaria.

Un atardecer para guardar en la retina

Va cayendo la tarde y es hora de emprender nuestro ascenso. Aunque se puede realizar a pie (9 km por Montaña Blanca), elegimos la opción que nos ofrece Volcano Teide para contemplar el atardecer con la última subida del teleférico. El plan lo realizan tres veces a la semana y, en apenas ocho minutos, pasamos de los 2.356 metros, a los que se encuentra la estación base, hasta los 3.555 metros de La Rambleta. Más de un kilómetro de altitud, por lo que, aunque el día esté soleado y sea verano, no hay que olvidarse de llevar algo de abrigo, sobre todo porque las temperaturas, en cuanto se vaya el sol, pueden desplomarse hasta diez grados.

Dos mujeres en la estación superior del teleférico del Teide
La estación superior, conocida como La Rambleta, está a 3.555 metros. Foto cedida por Volcano Teide.

Entre las recomendaciones de los guías está equiparse con prendas deportivas, sobre todo calzado cubierto, por lo abrupto del terreno. Y es que, aunque los senderos están marcados, no quita que alguna de las afiladas rocas volcánicas nos provoque algún desagradable susto si vamos en playeras o chanclas. Lo mejor, sin duda, las botas. Según el mes del año, el Sol se despedirá hasta el próximo día entre las 18.30 horas y las 21 horas. Una vez llegamos a la estación superior, haremos una pequeña caminata de unos 20-25 minutos hasta el Mirador de Pico Viejo (3.497 m) desde donde contemplar una cautivadora panorámica del Parque Nacional, el cráter de Pico Viejo, los Llanos de Ucanca, la costa sur de Tenerife y, si el día está despejado, las vecinas islas de La Gomera, El Hierro y La Palma.

Atardecer en el Parque Nacional del Teide
El sol se va ocultando, poco a poco, bajo un mar de nubes.

La cima del pico del Teide, a 3.718 metros (el tercer volcán más alto del mundo desde el lecho oceánico), no es accesible para todo el mundo. Es necesario contar con un permiso especial dispensado por el Parque Nacional (la lista de espera acumula hasta los tres meses) y tener una preparación física importante. La coronación requerirá de unas 5 o 6 horas si se emprende por la ruta de Montaña Blanca y, aproximadamente, una hora si se elige el atajo del teleférico desde La Rambleta.

Quads en el Parque Nacional del Teide
El Parque Nacional del Teide es el más visitado de España.

Si el viento impide el funcionamiento del teleférico, no hay que deprimirse. Hay otros miradores en la zona oeste del Parque desde contemplar un bonito atardecer, como el Mirador de Narices. Aquí arranca o termina el sendero 18-Chavao, que comunica con el Mirador de Chaorra (3,6 km) atravesando curiosas formas geológicas como las lavas almohadilladas. Desde la carretera, cruzamos un camino donde las botas van componiendo una musicalidad con la gravilla volcánica que cubre el terreno. Estamos en el cráter de Pico Viejo, de 800 metros de diámetro que albergó un impresionante lago de lava, y el segundo volcán más alto de Canarias. Por aquí, salpicando de color el escenario negro, podemos observar ejemplares de rosalitos de cumbre, retamas, violetas, margaritas, ejemplares de hierba pajonera -con sus tonos amarillos-, o la fotogénica tajinaste rojo, especie endémica del Parque que llega a alcanzar los tres metros de altura, o la tajinaste azul-picante, ambas con su intenso aroma durante la floración primaveral y de las que se obtiene una excelente miel.

Una pareja observa el atardecer en el Parque Nacional del Teide
Un momento para compartir con alguien especial.

Grupos de amigos, parejas acarameladas, familias con niños que no salen de su asombro y excursionistas de todas las edades –“mucho turista oriental, belga y escandinavo tenemos durante los meses de verano”- no paran de disparar la cámara de fotos de su teléfono móvil, aunque los últimos minutos antes de que el astro rey se oculte bajo el mar de nubes queda reservado para la retina de cada uno de los espectadores, sin que la tecnología más avanzada pueda todavía capturar esa sensación de plenitud vital que nos deja este atardecer.

Un mar de nubes cubre el Atlántico visto desde el Parque Nacional del Teide
El mar de nubes que cubre el Atlántico.

Apaguen sus móviles, vamos a ver estrellas

Es entonces cuando llega la oscuridad más absoluta. El momento en el que salen a pasear los lagartos tizón -con sus manchas azules en la cara los machos-, los murciélagos orejudos, algún ejemplar de muflón y los conejos, “que se han convertido en una verdadera plaga que hay que controlar, porque está acabando con una parte importante de la flora del Parque, al no contar con depredadores naturales”, señala nuestro guía.

Caldera del Parque Nacional del Teide
Parece un milagro que en este ‘jardín rocoso’ florezcan varias flores y plantas.

Toca regresar a la explanada de la estación base del teleférico, donde nos esperan ya instalados cuatro potentes telescopios de Volcano Teide. Los guías nocturnos nos sumergirán en un mundo de fantasía, cuyo contenido se retrotrae a millones y millones de años de su creación, y cuyo relato nos conduce a la Antigua Grecia. Viajamos, por tanto, a una época analógica y esa es la primera petición que nos hacen los expertos astrónomos: nada de teléfonos móviles, cámaras de fotos con flash o relojes inteligentes. “Necesitamos de una oscuridad total, pues la luz hará que nuestras pupilas se contraigan y perderemos capacidad para observar bien las constelaciones y estrellas”.

Una familia se hace un selfie con el Teide de fondo
Los teléfonos y cámaras con flash se deben guardar para observar las estrellas.

El puntero láser verde, con capacidad para alcanzar los 10 kilómetros, será lo que nos vaya guiando durante la explicación. Casi parece que el haz toca las estrellas, aunque algunas están situadas a una distancia de 25.000 años luz (si quieres pasarlo a km corres el riesgo de que la calculadora de tu teléfono móvil te dé mensaje de error). Los astrónomos nos introducen en esta sobrecogedora bóveda punteada hablándonos de los antiguos griegos, que dibujaron ya las constelaciones que hoy observamos desde el hemisferio norte del planeta. “Es cierto que ellos pensaban que todas las estrellas estaban en el mismo plano de distancia con respecto a la Tierra y que existía una interconexión gravitatoria entre ellas, por eso lo de las formas evocadoras y algunas teorías astrológicas -no astronómicas- sobre los signos zodiacales que han llegado hasta nuestros días”. También es verdad que los griegos AC regaban con bastante vino sus jornadas de observación, que es quizá lo que se requiera para ver algunas de las figuras que ellos decían ver.

Observación de estrellas desde el Teide
La observación de estrellas desde la estación base del Teide. Foto cedida por Volcano Teide.

Las constelaciones son visiones desde nuestra perspectiva, que van cambiando según la latitud en la que nos encontremos y la época del año. Incluso la ubicación de algunas estrellas que nos han marcado al principio de la velada nocturna, se habrán movido (en realidad nosotros por la rotación de la Tierra) cuando se apague el puntero láser. Para ver algunas formaciones curiosas, como nebulosas con forma de mariposa o estrellas que parecen emparejadas a pesar de la distancia en años luz que tienen, recurriremos a los telescopios. Esta imagen, como la del atardecer, quedará grabada en nuestras retinas para siempre.

Atardecer en el Parque Nacional del Teide
Haz espacio en la memoria de tu teléfono, porque vas a necesitarlo para tantas fotos.

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