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Situado en el centro de Madrid, junto al Museo del Prado, apenas 20 metros separan el paseo de la Castellana de la valla que rodea este jardín, vinculado al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Pero nada más cruzar sus puertas, entramos en otra dimensión. El ruido del tráfico rodado cede protagonismo al canto de los pájaros y a las más de 5.600 especies que viven en su interior. Decimos adiós al estrés y recuperamos la calma.
El jardín, inaugurado en 1865, tiene una configuración geométrica y cuenta con tres terrazas principales: la Terraza de los Cuadros, la Terraza de las Escuelas Botánicas y la Terraza de la Flor, y una cuarta de reciente creación, conocida como la Terraza de los Laureles o de los bonsáis.
La Puerta de Murillo, situada en la plaza del mismo nombre y obra de Juan de Villanueva, da la bienvenida al público. Nada más entrar accedemos a la Terraza de los Cuadros, donde se encuentran diversas colecciones de plantas, dentro de cuadros formados con setos de boj, que rodean pequeñas fuentes (fontines).
Las plantas ornamentales de exterior son un muestrario de formas y colores que permiten disfrutar de la belleza y la fragancia de múltiples variedades como tulipanes, dalias, camelias… Otro de los cuadros de esta terraza es la rosaleda, que destaca por su valiosa colección de rosales antiguos. Junto a ella, encontramos la Puerta del Rey, construida por Francisco Sabatini. Es la entrada al jardín desde el Paseo del Prado, pero solo se abre cuando los Reyes lo visitan. El cuadro de las plantas medicinales reúne un conjunto de especies que, por sus contenido en aceites esenciales o principios activos, se utilizan en la elaboración de perfumes o medicamentos.
Continuando el paseo por esta terraza encontramos la huerta del Jardín, la más grande del centro de la ciudad. En ella podemos aprender a reconocer las plantas comestibles más habituales en nuestra cocina, en sus diferentes etapas de crecimiento y en sus distintas variedades, y descubrir su origen. Este rincón atrae por igual a grandes y a pequeños y es visitado por enfermos de alzheimer, fruto de la colaboración del jardín con distintas asociaciones.
Desde la huerta llegamos al Paseo de Gómez Ortega o de las estatuas. A lo largo del mismo encontramos las esculturas de cuatro botánicos ilustres, de los siglos XVIII y XIX, que dirigieron el Real Jardín Botánico: Josehp Quer, Simón de Rojas Clemente y Rubio, Mariano Lagasca y Antonio José Cavanilles y Palop. Pero no son las únicas que adornan el recinto: en el centro del Paseo de Carlos III, mirando hacia la Puerta del Rey, hay una estatua dedicada a este monarca, a quién se debe el enclave que ocupa actualmente este jardín, y que es una de las más relevantes.
Cruzando el paseo de las estatuas llegamos a la Terraza de las Escuelas Botánicas, una exposición permanente de la diversidad del reino vegetal. Sus 13 cuadros albergan todas las familias botánicas, desde las más primitivas, como los helechos, hasta las plantas con flor más evolucionadas.
Uno de los grandes atractivos de este área son sus árboles, ejemplares magníficos que sorprenden por su porte, antigüedad o rareza y por su belleza. Entre ellos sobresalen una zelkova u olmo del Caúcaso, de 40 metros de altura, un ciprés de unos 260 años, el más antiguo del lugar, o el árbol de hierro, denominado así por la consistencia de sus ramas.
Después de un recorrido entre árboles extraordinarios, una buena opción es caminar hasta la Terraza del Plano de la Flor. Tomarse un buen descanso, aprovechando la paz y el frescor que ofrecen algunos de sus rincones, como la plazoleta de los Castaños de Indias y la de los Plátanos (donde hay un ejemplar centenario, catalogado como árbol singular) o las glorietas de los Tilos. En una de estas glorietas, la situada en la parte norte, se erige una estatua dedicada a la dalia, planta mexicana cultivada en Europa por primera vez en este jardín. El monumento recuerda que el Real Jardín Botánico madrileño forma parte de la asociación norteamericana 'Jardines por la Paz'.
Otra alternativa es hacer un alto junto al bello estanque de la Plaza de Linneo, rodeado por un paseo y una verde pradera, por la que corretean los patos. En el centro de la lámina de agua se alza una columna de granito, con un busto del naturalista sueco Carlos Linneo, considerado el 'padre' de la Botánica.
Frente al estanque, destaca el Pabellón Villanueva, un edificio de estilo neoclásico, construido por Juan de Villanueva, flanqueado por dos grandes pérgolas de hierro. Utilizado inicialmente como invernadero y centro de Investigaciones, hoy acoge importantes exposiciones y eventos culturales, como la inauguración anual de Photo España. También alberga la tienda de souvenirs, y una cafetería con una agradable terraza exterior, que invita a disfrutar de la quietud de este vergel.
Pero no podemos olvidar que estamos en un centro de investigación. "Como todo jardín botánico, nuestra misión es promover el conocimiento, la conservación y el disfrute de las plantas y de su medio natural. Esta labor se lleva a cabo a través de la investigación científica, la exhibición de plantas vivas, la conservación de plantas secas, el herbario, y el desarrollo de programas educativos sobre el mundo vegetal, para niños y adultos", afirma Jesús García, responsable de Comunicación del jardín.
“La Unidad de Cultura Científica es una de las más activas del CSIC, por gran la cantidad de iniciativas divulgativas, culturales y educativas que organiza”, asegura. El Real Jardín Botánico de Madrid dispone de uno de mejores herbarios de Europa (almacena más de un millón de pliegos), una biblioteca que conserva incunables y una importante colección bibliográfica de botánica, y un archivo histórico con todo tipo de documentos de las expediciones botánicas.
Aunque, sin duda, su colección más importante es la de Celestino Mutis, unos 7.000 dibujos de la Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada que él dirigió y que son Patrimonio de la Unesco. Todos estos fondos sirven de apoyo a los científicos que trabajan en él, con el objetivo de comprender la diversidad actual de plantas y hongos, cómo se ha generado y cómo se puede conservar.
El pasado y el presente se dan la mano en el Real Jardín Botánico de Madrid, que cuenta con itinerarios autoguiados que ofrecen la posibilidad, entre otras, de dar 'La vuelta al mundo en 80 plantas', visitas guiadas –previa petición– y talleres escolares y familiares para los que es necesario reservar. Asimismo, dispone de una aplicación para teléfonos móviles y tabletas, en varios idiomas, que optimiza el recorrido de los visitantes, facilita el acceso de personas con movilidad reducida e incluye un apartado para niños.
Independientemente del itinerario que elijamos, parada imprescindible son los dos invernaderos que se encuentran en la Terraza de la Flor. En ellos se puede disfrutar de una variada colección de plantas exóticas procedentes de zonas climáticas muy diversas. El invernadero Santiago Castroviejo y Bolívar está distribuido en tres secciones: desértica, subtropical y tropical, que reproducen las condiciones ideales de luz, humedad y temperatura para su desarrollo. Este invernadero emplea energías totalmente limpias y está controlado mediante un sistema informático.
La estufa de Graells o de Las Palmas es un antiguo invernadero construido en el siglo XIX para exhibir plantas que no resistían las condiciones climáticas del exterior. Actualmente, reúne plantas tropicales, acuáticas, helechos, musgos, que necesitan un grado de humedad constante y el calor del sol. Este vetusto edificio, con su ambiente húmedo y la exuberancia de sus plantas nos traslada a lugares remotos y a épocas prehistóricas, donde faunas, hoy extintas, formarían parte de este frondoso paisaje.
En el extremo opuesto a los invernaderos está el paseo de los olivos, bordeado de diversas variedades que se cultivan en España y que enlaza con la Terraza de los Laureles o de los bonsáis, llamada así por ser la que alberga, desde 2005, la colección del ex presidente Felipe González.
Situada en la parte más alta, además de esta impresionante colección de árboles en miniatura, considerada el conjunto más importante de especies autóctonas ibéricas, esta terraza nos regala una panorámica del jardín, que se extiende como un manto verde ante nuestros ojos. Fundado por Fernando VI, el Real Jardín Botánico inicialmente se extendía hasta los terrenos que hoy ocupan el Ministerio de Agricultura y la Cuesta de Moyano.
Actualmente, cuenta con una superficie de ocho hectáreas, con un patrimonio histórico y cultural único. Esto y su privilegiada situación, en la denominada milla de oro cultural, que conforma el eje Prado-Retiro, le han convertido en candidato a Patrimonio Cultural de la Humanidad.