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El 12 de enero de 1959 cinco jóvenes de Maro (una pedanía perteneciente a Nerja) se encontraban en lo que se conocía en el pueblo como los pozos naturales del antiguo cementerio. Vieron unos murciélagos que salían por una grieta y decidieron colarse por ella para ver con qué se encontraban. Con gran dificultad, se desplazaron por un pasadizo que desembocaba en una gran sala. Asombrados y con una sola linterna se toparon con la espectacularidad de lo que hoy se llama sala de la Cascada de la Cueva de Nerja. Fue así como comenzó la historia de esta cavidad de 140.000 m2 y 700 metros de longitud que se visita en grupo y durante 45 minutos. Si eliges esta opción, la audioguía merece la pena.
Uno a uno se van salvando los 438 escalones que recorren la cavidad y que conducen hacia la primera sala. Aunque en la entrada un cartel indica que la visita no está recomendada para menores de cinco años, lo cierto es que no hay ningún peligro ni incomodidad insalvable si vas con niños pequeños y no les quitas los ojos de encima. Las pasarelas están perfectamente diseñadas para no escurrirse y el grupo se mueve despacio por las salas en un silencio relativo, roto de vez en cuando por el sonido de una gota de agua.
"Las diferentes poblaciones que pisaron este lugar utilizaron estas cavidades de manera diversa en el tiempo: como cobijo, como santuario, como enterramiento, para resguardar el ganado…", nos comenta Luis-Efrén Fernández, arqueólogo y director del Instituto de Investigación de la Cueva de Nerja (IICN). "Tenían un físico poderoso que les permitía escalar las paredes de la cueva casi sin pestañear. Se movían con una agilidad pasmosa por unos espacios llenos de estalactitas y estalagmitas, columnas, piedras resbaladizas y húmedas, prácticamente sin luz y, lógicamente, sin pasarelas, escaleras ni barandillas…". Aquí dentro, estas sociedades, que la habitaron desde el 50.000 antes del presente hasta comienzos de la Edad de Bronce (2.500 a. C.) pintaron, escribieron trazos similares al sistema morse, cocinaron, quizá incluso sacrificaron niños, comieron focas y otras especies marinas que aún habitaban estas costas… y de toda esta actividad dejaron constancia.
"Hace unos días la geóloga del instituto de investigación, Cristina Liñán, descubrió una vasija funeraria intacta de finales del Neolítico", comenta entusiasmado. Y es que "la Prehistoria explica quiénes somos", prosigue con una sonrisa Luis, antes de llegar a la primera sala.
Conforme te vas adentrando, la cavidad gana en importancia y, aunque no hay grandes efectos de luz, sí permite conectar con cómo sería la vida ahí abajo para nuestros ancestros. Difícil sí, pero con una temperatura ideal, de 19 ºC. Mientras te adaptas a esta nueva realidad bajo tierra, las explicaciones que aporta el guía te van situando en contexto. Pero si vas buscando una experiencia más íntima, la visita nocturna tiene una duración de hora y media e invita a descubrir la cueva con mayor profundidad, en un grupo más reducido de personas y a oscuras, cada uno con una linterna frontal.
Hace unos 20 o 25 años, la Cueva de Nerja era una especie de feria con luces bajo tierra. Casi todos los turistas de la Costa del Sol aprovechaban las vacaciones para pasearse por ella. Reinaba un ruido tremendo e, incluso, te echaban una foto de recuerdo bajando por las escaleras. En la actualidad, la iluminación se ha reducido enormemente y prima la conservación. Hasta el Festival de la Cueva de Nerja, que se celebra en su interior desde hace casi 60 años durante los meses de junio y julio, cuenta cada vez con más conciertos en el exterior del complejo y en la localidad cercana de Nerja, y menos citas dentro de la cueva.
"Esto es un pastelito geológico y arqueológico mundial que hay que conservar, pero también un ecosistema subterráneo que está dando mucho de qué hablar en el universo científico", apunta el arqueólogo, ya que los estudios que aquí se realizan tienen cientos de aplicaciones. Por ejemplo, "científicos españoles descubrieron que el gas metano, el segundo gas de efecto invernadero, desaparece en las cuevas durante la noche por lo que estas podrían actuar como sumideros de la atmósfera".
Se entra a estas galerías prácticamente por el mismo lugar que lo hacían las sociedades prehistóricas. La sala del Vestíbulo junto con las salas de la Mina y la Torca, donde fue hallado el esqueleto de Pepita, uno de los grandes símbolos de la Cueva de Nerja, una mujer joven de unos 20 años que padeció una severa otitis y murió posiblemente como consecuencia de un parto hace aproximadamente 9.000 años, y que puede verse en el Museo de Nerja.
La cueva comienza a regalar bellas formas retorcidas en la sala de Belén. Un conjunto de espeleotemas elevados a la derecha podría recordar a las figuras del portal de Belén. "Son cosas del pasado", comenta el arqueólogo. Hoy la gente que nos visita afortunadamente no se fija solo en las formas sino que solicita datos e información veraz". "Vamos actualizando las audioguías en las que tratamos de acercar al público todos estos temas", explica la bióloga, la doctora Yolanda del Rosal, que también nos acompaña y cuyos estudios se publican en las principales revistas científicas.
Saliendo de la sala de Belén, una balconada se sumerge de lleno en la majestuosidad de la sala de La Cascada, por su semejanza a un gigantesco salto de agua de varios metros de altura. Fue a esta sala a la que llegaron los cinco jóvenes descubridores de la localidad de Maro.
A través de un ancho pasadizo presidido por una gran columna de más de ocho metros de diámetro penetramos en la sala de los Fantasmas. Escondidas, en la parte baja de la cueva, se encuentran algunas pinturas rupestres. "Según los franceses somos la cueva con mejor arte rupestre del mundo", señala orgulloso Luis-Efrén. Sin embargo, "no podemos iluminarlo porque lo dañamos y no podemos acercarnos demasiado porque el CO2 que emitimos transforma el agua de infiltración en agua ácida que corroe los espeleotemas de la roca. Digamos que si en El Prado el soporte es el lienzo, nuestro lienzo es la roca, arte primitivo sobre la roca".
Es en la sala del Cataclismo donde la Cueva de Nerja despliega todo su esplendor estético. Una gigantesca columna de 32 metros de altura y 18 metros de diámetro la preside (en su día recogido en el Libro Guinness de los Récords), en parte desplomada y reconstruida naturalmente tras el paleoterremoto que sacudió la región mediterránea hace 800.000 años. Fue este acontecimiento el que generó este aparente caos de estalactitas, estalagmitas y columnas. Al ascender por las escaleras del espacio, se observa desde perspectivas diferentes. Admirar este paisaje subterráneo de entre 5 o 4 millones y medio de años te hace entender lo que es capaz de hacer la madre naturaleza.
En un área más elevada se encuentran las galerías Altas y Nuevas donde se están las pinturas rupestres de las focas (que aún se están datando aunque pueden tener una antigüedad de al menos 43.000 años, un hecho que las situaría como la primera obra de arte de la humanidad), y también las pinturas rupestres de la cabra, del periodo solutrense, convertida en el logo de la cueva. A estas galerías no accede el turista en la visita generalizada, tanto por la dificultad del acceso –sin conocer técnicas de espeleología– como por su preservación. "Es nuestra pequeña Altamira", explica el arqueólogo.
"Estas focas estaban en estas costas hasta hace pocas décadas pero la presión humana ha hecho que migren hacia otros lugares", cuenta Luis-Efrén. En la misma sala, más abajo, también se hallaron esqueletos de niños metidos en una especie de repisa. "Cogieron los huesos y los pigmentaron de rojo. Tenían entre 3 y 7 años y suponemos que eran personajes muy importantes para el grupo, que tal vez constituían como el título de propiedad de la cueva en el Neolítico, cuando pasó a utilizarse básicamente para guardar el grano, guarecer el ganado y realizar rituales funerarios". Sobrecoge pensar que fue aquí donde se desarrolló este ritual.
Mientras se asciende por las escaleras que conducen al exterior, el guía bromea con la idea de que, en un futuro lejano, otros estudien nuestro comportamiento en estas cuevas. Será pues motivo de alegría porque significará que se han conservado miles de años más.