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Torremocha de Jarama es un pueblo de vocación agraria y ganadera. En las tierras que lo rodean se cultivan cereales, vides, olivos y huertas, estas últimas en la vega del río Jarama. La arquitectura urbana la conforman conjuntos mixtos de viviendas y dependencias agropecuarias anexas, construidas en piedra, adobe, madera y ladrillo, cubiertas con teja árabe. Antonio ha sumado a esos materiales de construcción el mimbre. "Hacer una cesta es como hacer una casa, en vez de con tablones se hace por medio de un entramado de un tejido", dice este hombre, que antes de mimbrero era diseñador gráfico. Por el momento, él no ha levantado una casa de mimbre, lo suyo es introducir en los hogares esculturas, objetos hechos con ese material y que sus propietarios le den el uso que quieran o que lo luzcan.
Antonio es un mimbrero que al oficio le ha dotado de diseño y al cliente, de dudas. "¿Y eso para qué vale?", le preguntaban en las ferias a las que iba hace 30 años. Pregunta que evidenciaba que éste era un oficio dirigido al uso, al trabajo: la vendimia, la recolección, la arquitectura, etcétera. Labores que en Torremocha de Jarama se resisten a desaparecer y son honradas en el Museo de la Agricultura, un espacio que nació con la idea de preservar los oficios tradicionales a través de su conocimiento.
El museo está organizado en torno al ciclo agrario (de septiembre a finales de agosto) y a la maquinaria que se empleaba en cada momento: sementera (arado), siega (hoz), acarreo (yugo), trilla (trillo) y el grano (criba). José Abreu, responsable de la visita, comenta que "algunas de estas herramientas dan miedo, recuerdan a las que usaban los inquisidores en sus torturas". También hay un lugar aparte para la vid, el olivo y la huerta.
Alrededor de este museo están dispuestas algunas de las naves que hacen parte de 'TorreArte'. Un vivero de pequeñas empresas dedicadas a la alimentación (miel, queso, vino, aceite, garbanzos, repostería y productos ecológicos) y a la artesanía, como el taller 'Mimbre' de Antonio Martínez, en el que lleva 15 años instalado. Se trata de un proyecto único en la Comunidad de Madrid que ha hecho que se asiente nueva población en el pueblo. Antonio se refiere a ellos como "paracaidistas", gente emprendedora procedente principalmente de la capital.
Estos "paracaidistas" han atraído a visitantes: gente que visita el pueblo y consume lo que venden los artesanos de 'TorreArte'. El taller de Antonio consta de tres espacios en uno, repartidos en dos plantas: sala de exposición en la superior y tienda comercial y aula formativa en la inferior. Algunos de sus alumnos ya saben que el mimbre es una fibra vegetal, una rama de un sauce que hay que mojar previamente para que se haga elástica; otros van a modo de terapia. El mimbre es la antítesis del mundo laboral en la ciudad. Al final todos exponen sus trabajos. Procesos se llama la exposición que aglutina los trabajos del taller de mimbre, madera y forjado que hasta el 10 de noviembre se puede visitar. "La iniciativa es admirable", expresa la tía de una de las alumnas de Antonio en relación al proyecto 'TorreArte'. "Una institución de lujo para el pueblo", añade el padre de esa misma alumna.
El resto del pueblo se ha contagiado de ese ramalazo artístico. El paseo por Torremocha de Jarama es como visitar una galería de arte al aire libre. Hay muros y fachadas en las que estudiantes de Bellas Artes de Madrid han plasmado su firma. Hay pinturas que reproducen los geométricos dibujos del artista de los Países Bajos M. C. Escher, y otras, los campos de cereal del entorno. A estas coloridas pinturas se suman diferentes aperos agrícolas y vitícolas repartidos por las calles, como tractores y cocederos de vino, que se mimetizan con el patrimonio histórico cultural del pueblo.
En este patrimonio destaca la Iglesia de San Pedro Apóstol, construída en el siglo XVI sobre otro templo románico; la Casa de Oficios, una antigua casa de labranza del siglo XVIII en la que se llevaba la administración del hídrico Canal de Cabarrús. Sin olvidar el Puente de Hierro que cruza el río Jarama, muy cerca de la vieja Fábrica de Harinas.
En Torremocha de Jarama no se fabrican objetos en serie. Por moda o conciencia se valora el trabajo manual y todo el mundo quiere tener un trozo de naturaleza en su casa. Sin ayuda de moldes, Antonio aprende a tejer al aire esos jarrones que no se pueden llenar de agua y esas bandejas que colgadas en la pared, decoran.
A la hora de comer los restaurantes de Torremocha de Jarama son una alternativa a los demandados sitios en la sierra norte madrileña en los que, además, hay que reservar y no es fácil encontrar aparcamiento. En el pueblo hay dos restaurantes: 'Plaza Mayor' y 'Asador San Isidro'. Ambos cuentan con horno de leña y menús los fines de semana. Aparcar el coche aquí no es un problema.
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