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Allí donde el imaginario popular sitúa el final de todo, en la Costa da Morte convertida en leyenda por sus naufragios y por alojar el fin de la tierra (Finisterre), hacemos parada en Laxe, en el corazón de esta comarca de posibilidades infinitas. A tres kilómetros de playas vírgenes y costa infranqueable, está 'Arrueiro', un proyecto en el que alojamiento rural y restaurante comparten peso y atractivo. Al frente están Luisa García y Víctor Basante, una pareja que ha hecho de ‘Arrueiro’ su proyecto vital, buscando una existencia más calmada para ellos mismos y para sus huéspedes, al tiempo que ayudan a convertir la Costa da Morte en un destino atractivo todo el año para aquel visitante que busque una experiencia de calma, descanso y comunión con la naturaleza a través de los cinco sentidos.
Del alojamiento se encarga Luisa, que recibe a los huéspedes haciéndoles sentir que están en casa. De la comida, Víctor, un chef curtido en cocinas de A Coruña como ‘Miga’ (Recomendado Guía Repsol), hotel Finisterre, ‘Domus’ o ‘Attica 21’ y de Menorca, Mallorca, Ibiza y Canarias antes de crear su propio proyecto. En Laxe montó años atrás ‘Apracería’, un local de cocina sencilla y creativa que cerró pese a que se había convertido en uno de los locales de moda porque no encajaba con su filosofía de vida y comida mimada y tranquila.
En ‘Arrueiro’, su propuesta es más personal, un menú degustación en seis pases en un ambiente relajado y casi familiar. “Son platos en los que me puedo centrar más, puedo mimarlos, dedicarle más tiempo”, reflexiona. Trabaja con calma y la transmite a sus platos. “Aquí lo único que te molestan pueden ser cuatro mariposas que te cruzas de aquí al almacén”, bromea, en comparación con aquellos años en ‘Apracería’ en los que las comandas de su famosa zorza de rape no se detenían y la vida iba a mil revoluciones.
Los huéspedes del alojamiento rural y personas no alojadas pueden disfrutar de comidas y cenas con este menú gastronómico en constante evolución. En verano, cada plato dura un máximo de un mes y en invierno, cada semana varía un pase, de tal forma que cada mes y medio la propuesta es diferente, para que “la gente pueda venir y no repita”. Eso sí, siempre con el producto como protagonista y el mercado local marcando el ritmo.
Este menú suele comenzar con un aperitivo en tres bocados en el que no falta la falsa morcilla de arroz con calamares. Prepara un guiso de calamar y un arroz, lo embute simulando una morcilla y lo marca a la plancha con un toque de alioli, un plato inesperado al paladar que ya adelanta una propuesta que rinde homenaje a la cocina de raíz, a la tradición culinaria de la tierra, y la actualiza con elaboraciones contemporáneas y fusión con estilos culinarios de otras latitudes. Siempre producto fresco de temporada. Y eso se nota el día que les visitamos. Los otros dos bocados varían y, en plena temporada de setas, nos sirve una croqueta muy jugosa de níscalos, jamón y gambones al ajillo y totopos de maíz fritos con un paté de shiitake y sardina ahumada. Dos sabores con personalidad a mar y tierra que representan la esencia de su cocina.
Busca “una cocina de chup-chup” como homenaje a madres y abuelas que preparaban sus caldos a fuego lento, con sofritos que potencian los sabores. El segundo plato es ese recuerdo a la cocina que salía de las antiguas lareiras gallegas: el lacón. En este caso, es asado y lo acompaña con gelatina de pimiento de pimiento asado y, en pleno otoño, puré de trompetas de la muerte. Para coronarlo, un jugo resultado de la reducción de cocinar el lacón.
Una de sus premisas es utilizar pescados que tradicionalmente pueden no tener tanto prestigio y que no suelen ser los primeros en los que uno piensa cuando se imagina la gastronomía de la Costa da Morte. Alejado de la habitual mariscada o los percebes y centollas por los que muchos peregrinan hasta los confines de la tierra, Víctor Basante nos sirve una raya en escabeche que resulta sorprendente sobre una cama de calabaza asada y escarola. No falta su particular versión de la caldeirada gallega, en este caso, de pulpo a la plancha, que acompaña con puré de guisantes, perlas de patata y, como aderezo, la tradicional ajada gallega, en este caso, en polvo. Y, tras tanto sabor a mar, regreso a la tierra para un último pase salado: taco de carrilleras estofadas tradicionales de porco celta con una crema de ajo asado, col china y el mítico pico de gallo.
El paladar ya preparado para el sexto pase, el dulce, con una de sus sobremesas más aclamadas, el flan de avellana. Para continuar con esa propuesta de temporada y pegada a la tierra, la completa con helado de boletus artesano de La Central Heladera. Entre plato y plato, busca el contacto constante con el cliente, todo cercanía, para dar esa sensación de estar en casa, en la cocina familiar. Lo acompaña el responsable de sala, Roi Santos, que asesora a aquellos que buscan regar el menú con su carta de vino, corta, pero cargada de personalidad, con mucho caldo gallego, tanto blanco como tinto, y algún espumoso. Y le pone la guinda con un café de especialidad molido y preparado al momento. El nuestro, un producto de Brasil intenso a la vez que suave.
Es el restaurante un complemento perfecto al alojamiento rural y toda estancia incluye un completo y reconfortante desayuno con tostadas con pan artesano con un aceite, mermeladas caseras, bizcocho casero y fruta. Hay opción de pedir elaboraciones calientes y no hay huésped que no se rinda a la torta de la Tía Pili, en la que Víctor rescata una receta familiar de la que prometió a su tía guardar el secreto.
Todo en una antigua casa de labranza de 200 años de la que Lucía y Víctor tomaron las riendas a principios de 2024. Sus anteriores responsables la habían restaurado en el año 2000 para un proyecto de turismo rural y ellos le han dado “una vuelta” a la decoración, conservando los muebles y antigüedades que coleccionaban los dueños, pero impregnándola de luz y color. Colores cálidos que dan serenidad, originales cabeceros textiles y una cuidada iluminación con lámparas únicas y artesanales elaboradas por la propia Lucía, bajo su marca Biloba, otorgan a sus siete habitaciones personalidad propia, serenidad y un aire actual y moderno. Han creado un nuevo concepto de alojamiento, que invita a la calma y a una filosofía slow.
Todas las habitaciones son dobles y tienen baño privado y hay opción de alojarse en dos casitas anexas también de piedra, una adaptada para personas con movilidad reducida y otra concebida como un apartamento independiente de dos plantas. Sea cual sea la modalidad del alojamiento elegida, la estancia se enriquece con las zonas comunes, todas decoradas con sumo cuidado y con detalles que las hacen únicas. Además del mentado restaurante, de cuyas paredes de piedra cuelgan textiles estampados por dos vecinas de Laxe, Cari y Paula, madre e hija, usando la técnica japonesa del gyotaku, llama la atención la típica lareira gallega, que invita a compartir y a relajarse en el salón. Los elementos decorativos contribuyen a esa serenidad, primando los elementos naturales y los detalles florales extraídos de la finca y el bosque que rodea ‘Arrueiro’.
Cuando el tiempo lo permite o el cuerpo pide aire fresco, la finca ofrece un contacto con la naturaleza ya al pie de la casa, en una parcela de más de 4.500 metros cuadrados cuidada y pensada para disfrutar al máximo de la naturaleza. No faltan una zona empedrada con grandes losas centenarias, una zona ajardinada y un bosque autóctono con dos hórreos y ejemplares centenarios de castaño, roble, acebo, naranjo, tejo, nogal o manzanos. Ese exterior es parte de la experiencia y del encanto de ‘Arrueiro’ y Victor y Luisa lo aprovechan para ofrecer estancias inolvidables y adaptadas a la temporada. En otoño, ofertan un taller de setas que empieza recolectando en el bosque y con una clase práctica a orillas de la lareira. Es tan solo un ejemplo de la lista de talleres y experiencias que ofrecen. Catas de vinos y quesos taller de cestería ya han cosechado gran éxito de acogida
“En ‘Arrueiro’ hemos encontrado el lugar donde poder compartir eso que deseamos aportar al mundo: ofrecer experiencias que te lleven a sentir calma, inspiración, que en cierta manera ayuden a nutrir cuerpo y alma y contribuyan a crear recuerdos memorables”, explican. Inspiración que Víctor plasma en su cocina, Luisa en sus lámparas con cuerdas y los clientes en una estancia que se vive con los cinco sentidos.
En verano, las posibilidades son infinitas. A menos de tres kilómetros está la playa virgen de Soesto, de arena blanca y fina y con un oleaje que atrae a surfistas todo el año. A menos de cuatro, la de Traba, con dunas y laguna y paseo de madera para disfrutar de un día perfecto. Y a otros cuatro kilómetros se encuentra el centro de Laxe, con su puerto pesquero y atracciones locales como la famosa playa de los cristales.
Su situación es estratégica también para conocer el resto de la Costa da Morte y comprobar, como defiende Luisa, que “tiene mucho que descubrir; y no solo playa”. Y, sobre todo, para dejarse envolver por la filosofía vital de estos jóvenes de 36 y 38 años que se conocieron porque él, natural de Ponferrada, veraneaba en Laxe y, tras un amor fugaz de adolescencia, volvieron a enamorarse en la vida adulta y decidieron echar raíces y cumplir su sueño.
ARREIRO - Lugar de Arrueiro s/n. Laxe (A Coruña). Tel: 617 747 206 | 617 749 636