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En San Sebastián se vive pendiente del tiempo y siempre que este lo permite la ciudad se echa a la calle. No se desaprovecha un solo día de playa, ni un ratito para disfrutar de una terraza, aunque la tregua solo dure unas horas. Es una ciudad ávida de sol, pero que no entiende de sofocantes temperaturas. Que abraza con ganas la llegada del verano pero que a veces no lleva del todo bien que sus paseos, bares y rincones más populares suban el ritmo.
Y es en ese momento, en el que el donostiarra necesita tomar aire, que se descubren espacios tan maravillosos como estos. Terrazas que no son nada evidentes, que son un oasis en la ciudad, que se asoman al Cantábrico o se encuentran tras cualquier esquina que no esperas y, sobre todo, que te envuelven haciéndote sentir un privilegiado.
Recorrer el paseo del Árbol de Gernika a orillas del río Urumea siempre es un buen plan, en el que es imposible dejar de mirar las románticas casas que custodian el camino. Y allí, entre residencias, se esconde un delicioso patio donde bien merece la pena hacer parada. Te enamorarás de él como le pasó a Nora cuando le ofrecieron llevar su cocina, tanto como para quedarse con el local años después. Su carácter y sus viajes se plasman en una carta en la que son estrella sus buenísimos desayunos; como ejemplo, una tostada con salmón salvaje ahumado de manera tradicional o sus huevos ecológicos kilómetro cero al gusto, como los que preparan a la mexicana, con tomate, cebolla, chile y tortillas de maíz.
"Estudié con Karlos Arguiñano, pasé un año en Tailandia, he estado en Japón, en México… siempre me ha gustado moverme para enriquecerme con otras cocinas y culturas", comenta Nora, quien tiene un firme compromiso con el producto local, ecológico, de temporada, que trabaja con una filosofía muy viajera y con el sentido saludable como hilo conductor. Además de sus desayunos, tienen repostería casera, licuados o batidos, platos del día y una carta de cocina healthy por la que apostó cuando en Donosti no había nada parecido: "Siempre he tenido esa idea, creo que la alimentación es muy importante".
Tampoco en San Sebastián es habitual encontrar proyectos como este, tras el que se encuentran Asier, vasco, y Ander, sueco. Un cosmopolita tándem del que surgió un hostel, una azotea para eventos, una cripta donde se programan conciertos y un patio que, como asegura Eider, la responsable del apartado hostelero, "es un oasis en la ciudad". Abierto, urbano y levantado sobre lo que era un convento de 1905, es una combinación explosiva que fusiona intervenciones artísticas con mobiliario original, como los bancos de las monjas que hoy son los asientos corridos al aire libre donde turistas y locales se acomodan para disfrutar de un mojito.
"Gente de todos los lugares en un mismo lugar, esa es la mezcla que quisimos encontrar poco a poco". Y vaya si lo han conseguido. Sin embargo, pese a llevar más de cuatro años abiertos, sorprende que "aún hay gente de Donosti que no lo conoce, que se para en la puerta y se pregunta si puede entrar", confiesa Eider. 'Convent Garden' es un espacio diferente, divertido y en constante movimiento, cuyo patio funciona como un chiringuito de playa. Además de mojitos, puedes ir a tomar una cerveza, un txakoli, una sangría bien preparada con picoteo o un frappé fresquito. Los desayunos son uno de sus fuertes, con una carta en la que no faltan los zumos y batidos, las tostadas –de tomate y aguacate, de banana…– o un energético bowl de yogur con muesli, avena, frutos rojos, pipas de calabaza y miel.
Subir a cualquiera de los tres montes que flanquean San Sebastián –Igueldo, Urgull y Ulía– tiene como recompensa unas vistas maravillosas sobre la bahía. Los tres cuentan con insólitos rincones en los que perderse, pero es en Igueldo donde Adolfo tiene su casa, cuyas puertas abre para invitarte a desconectar de la ciudad. Dejó los fogones de su negocio en el centro hace 19 años para abrir un restaurante que se cuelga sobre la ladera, con mesas en primera línea y una cocina de producto de costura tradicional.
Carnes a la parrilla, como chuleta de buey o secreto de cerdo ibérico; txipirones rellenos en su tinta, cogollos de Tudela con anchoas, o medallones de foie de las vecinas Landas son algunos de los platos que ofrece. Tampoco faltan los arroces, una de sus especialidades, como el de almejas, que nos confiesa, es la estrella de este año, o el meloso con bogavante. "Sin dejar de lado las carnes y pescados nos hemos centrado en los arroces y la respuesta ha sido muy positiva", cuenta Adolfo. "Es un plato muy típico de casa, de preparar los fines de semana, pero no es fácil tener todos los medios, y aquí podemos preparar desde arroz para dos como para cien".
Otro aspecto que hace diferente la terraza de 'Alaia' es que cuenta con espacios divididos, uno para familias con niños y otro más íntimo. Puedes subir en funicular, andando o en coche, estas dos últimas opciones con pago de peaje (2,30 € por persona), que sin duda merece la pena.
También en el monte Igueldo hay un lugar donde el tiempo se para, la calma entra por cada poro del cuerpo y te somete, sin voluntad, para dejarte llevar por el momento y los sentidos. Ese lugar es 'Akelarre', el novísimo hotel donde se encuentra el restaurante 3 Soles Guía Repsol y 3 estrellas Michelin del chef Pedro Subijana. Quien fuera impulsor de la Nueva Cocina Vasca allá por los 70, incansable por evolucionar, está hoy detrás de este exclusivo conjunto, en asociación con el empresario Juan Ramón Urtasun. Porque hoy 'Akelarre' es mucho más que un restaurante gastronómico, incluso mucho más que un hotel, es puro hedonismo pausado con vistas al mar.
La terraza, lo que ocupa, es algo que no imaginas cuando aparcas en la puerta de la recepción. Amplia y salpicada de formas circulares, con piedra, madera, un suave sonido amortiguado y olor a hierbas aromáticas. Al fondo, un espacio dedicado a la coctelería abierto las tardes hasta el anochecer, capitaneado por Patxi Troitiño y el equipo de 'Stick Cocktails', donde deleitarse con clásicos como un negroni o un moscow mule, gin-tonics crioinfusinados o mezclas personales, como el Donosti sunrise.
También se puede comer, por supuesto. El apartado culinario en la terraza corre a cargo de 'Oteiza', el segundo espacio gastronómico de 'Akelarre'. "Estamos muy abiertos al Cantábrico, muy expuestos, y mantenemos la oferta de terraza lo máximo que el tiempo nos permite", explica Álex Bustillo, jefe de cocina. Ofrecen servicio de comidas y cenas de depurada propuesta con producto de primera, con platos como la ventresca marinada de atún fresco con helado de wasabi, clásicos como el bacalao Club Ranero, así como la posibilidad de disfrutar de una langosta destilada, emblema de Subijana. Además, una selección de vinos y destilados destacable y una carta de snacks, cafés o infusiones para seguir disfrutando de la terraza entre horas, más allá de la mesa vestida.
Cambio de monte para descubrir uno de los lugares más inesperados de San Sebastián. A 200 metros de altitud, con vistas a toda la costa, se encuentra un albergue municipal cuyo bar-restaurante está abierto a todo el público en temporada, no solo a los huéspedes. Una sencilla y popular cafetería en la que se preparan menús del día y que vive un momento mágico con la caída del sol, cuando los locales se sientan a ver atardecer con una Oiartzun, cerveza artesanal elaborada en el local, en la mano.
Puedes subir en coche y aparcar fácilmente en la plataforma que se encuentra a dos minutos andando de la entrada del recinto o bien hacerlo a pie desde Sagües, el límite de la Zurriola, lo que te llevará unos 20 minutos. También es habitual hacer parada en esta terraza como descanso de la ruta que conecta Donostia con Pasajes de San Pedro, un trazado del Camino de Santiago de unas dos horas, que culmina con la espectacular bajada del Faro de la Plata.
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