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En general siempre se piensa en las castañas en dulce, marron glacé, crema, helado, dulce de castañas... En este estado de golosina no necesitan mucha explicación, porque es cierto que son de sabor dulce. Son magníficas cocinadas en preparados salados y ahí sí que hará falta más de una explicación y receta. Se encuentran en el Libro Tercero del Recetario de Apicio -en salsas o preparados vegetales-, en las que se comprueba que, igual que otros alimentos vegetales dulzones y un poco pastosos en la boca, como la calabaza o la batata naranja, necesitan en presentaciones saladas el contraste de sabores y aromas recios y poderosos de vinos y especias. Los soportan de maravilla porque, además, ponen de relieve todos sus matices ocultos tras el dulzor inicial.
El puré de castaña salado para servir acompañando las carnes del invierno, en especial en los días de la Navidad en Europa, es un clásico que no puede faltar, con su especiado bien fuerte, que rompe su inocencia de papilla ñoña –el puré se lo pide al cocinero a gritos desde su cazuela—para elevarlo al nivel de preparado exquisito.
Puede resultar sorprendente, pero la castaña también le va muy bien al pescado y esta unión no es en absoluto un hallazgo de las cocinas más novedosas. Pertenece a la tradición hispanomusulmana de la cocina medieval, aunque se puede comprobar en casos contados porque el número de recetas medievales de pescado con respecto a las de carne es mucho menor. Se solía preparar con castañas y uvas, ambos frutos del otoño, y es combinación más adecuada, según aquellos expertos, para pescados azules que blancos.
La castaña hace un papel magnífico con toda la carne de caza, de pluma y de pelo, con la que congenia de maravilla, a veces combinada con las bellotas en preparados tradicionales de jabalí. Pero quizá aquí sea mejor fijar la atención en sus guisos con carne de vaca. En regiones de castañares, vinos tintos corpulentos –aunque sean cercanos solo—y ganado bovino, como León y el norte de Albacete, se encuentran magníficos preparados de carne de vaca o buey, incluso de toro, con vino tinto y castañas. La castaña suministra el dulzor necesario para equilibrar la acidez que adquiere el vino tinto en la cocción y los hidratos de carbono que desprenden las castañas que se deshacen, para emulsionar la salsa sin necesidad de añadir ningún otro espesante. Como resultado se obtienen braseados esplendorosos, brillantes, tan sabrosos como el boeuf bourguignon o el coq au vin a los que, por cierto, también se les podrían añadir castañas.
El pan de castaña es un buen acompañante de carnes rojas y quesos de sabor potente, aunque sería un poco repetitivo servirlo con un preparado de carne o pescado con castañas. No sé, sería cuestión de probar.
La crema de castaña es un dulce excelente para tener en la despensa y hacer rellenos de pasteles, filloas o crêpes dulces, buñuelos, tartas y troncos de Navidad o para extender sobre tostadas en el desayuno. Una delicia. Y el puré sin sal, para terminar postres clásicos que están volviendo, como el Mont-Blanc, el budin de castaña con chocolate –porque el chocolate y la castaña van que ni pintados— o los postres de siempre con una nueva interpretación, como rusos de castaña.
Para 6-8 personas
Para unos 4 botes de 350 ml
Para 6 personas
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