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En nuestros tiempos se ha puesto de moda llevar a la oficina o la Universidad la comida en un frasco de conserva, comprado para ello o reciclado. No es mala idea. Aunque conviene pensar muy bien lo que se mete para que resulte no solo buen sustituto de una comida equilibrada y saludable si no que, además de ser bonito, el vidrio es transparente, ya se sabe, se conserve en el bote unas horas en buenas condiciones y, después de todo, esté rico.
No es necesario comer esa comida en el mismo bote, lo que no deja de ser incómodo. Al llegar al lugar de trabajo, a la escuela o la universidad, se puede volcar sobre un cuenco que se lleve. Puede ser imprescindible, sin embargo, comerlo en el bote cuando se va de viaje, por lo que habrá que pensar muy bien los elementos que compondrán su contenido.
El mayor problema en este asunto es que las hojas verdes que entren en su composición no pueden estar en contacto con las salsas y aliños, ácidos y grasos, que formarán parte del plato, para evitar que se pongan mustias e incomibles. Se puede pensar, entonces, en que en el contenido no haya más que ingredientes cocinados o que, aunque sean crudos, no se vean afectados por las salsas porque estas estén en el fondo y las hojas verdes en la parte superior.
Cuando se revuelva el contenido al poner el bote boca arriba y boca abajo aún bien cerrado, por supuesto, o se vuelque este contenido en el plato en el que se va a comer, la salsa que está abajo regará todos los ingredientes y los impregnará con sus aromas y sabores. De este modo, en algunas ocasiones y aunque no debería ser la norma, se pueden preparar los botes para dos días y conservarlos en frigorífico sin revolverlos hasta el momento de comerlos.
Hay que aprovechar todo lo que ofrecen los cereales y las legumbres para cumplimentar las necesidades de hidratos de carbono en una comida completa, que no se suele acompañar con pan, como es lógico, y otros granos de la alimentación humana como los frutos secos. Junto a estos, algunos alimentos vegetales crudos y otros cocinados serán la base del contenido del bote que se puede terminar en clave vegetariana o con carnes o productos marinos diversos.
La auténtica gracia de estos botes, no hay que olvidarlo, está en… la salsa. Fundamental. Es la salsa la que avivará todos los sabores de los componentes en el momento de volcar el bote en un cuenco o a la hora de revolverlos.
Asar la berenjena sobre el fuego directo o bajo el grill sobre la rejilla situada en su posición superior. Darle vuelta de un lado a otro hasta que se queme del todo por fuera. Retirar entonces y pelarla de la piel carbonizada.
Cortar en dados y salpimentar muy poco. Repartir por encima el ajo rallado, un poco de zumo de limón y una pizca de aceite.
TIEMPO DE PREPARACIÓN Y ELABORACIÓN: 35 minutos
Mientras se hace el arroz, continuar con todas las preparaciones necesarias: Poner un cazo pequeño al fuego con agua muy salada, tanto como el agua de mar. Echar los dados de pepino y cocer durante 30 segundos desde que vuelva el hervor. Pasar a un colador y enfriar bajo el chorro de agua fría. Escurrir y reservar.
El pepino es una verdura que, como todas las cucurbitáceas, se conserva muy mal crudo una vez pelado y troceado, por lo que no es raro que produzca molestias intestinales, sin graves consecuencias, pero sí muy aparatosas. El escaldado en agua muy salada, además de darle sabor y una textura suave, que van que ni pintados con el marisco y los pescados, garantiza su conservación sin problemas, siempre que esté refrigerado.
TIEMPO DE PREPARACIÓN Y COCCIÓN: 45 minutos
La salsa pico de gallo se puede hacer con guindillas frescas verdes, aunque no sean chiles xalapeños. No tendrán el mismo aroma, pero sí el picante imprescindible para este aliño.
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