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La descripción y conocimiento de la intolerancia del ser humano al gluten de ciertos cereales, como la intolerancia a otros alimentos, es algo bastante moderno. No existe, por tanto, una literatura culinaria basada en la experiencia de los siglos. Además, en muchos de estos casos, también en la celiaquía, se da el problema añadido de que en los alimentos específicos para estas personas se pueden encontrar trazas o restos de las sustancias involucradas en la intolerancia, que pueden quedar en los molinos en los que se haya molido grano de trigo o centeno, en las estancias en las que haya quedado polvillo de su molienda o envasado o en los utensilios con los que se hayan manipulado estos granos o harinas y que no hayan sido limpiados escrupulosamente. Por todo ello, los productos para hacer los preparados propios de las personas con celiaquía deben llevar en sus etiquetas la advertencia concreta de que no presentan trazas de los alimentos no aptos para ellas.
Es bastante arduo, aunque no imposible, encontrar harinas y almidones para celíacos que no estén ya mezclados en preparados o especialidades de marcas comerciales, que no suelen indicar cantidades ni proporciones de cada uno. Es una complicación más para las personas celíacas y sus familias. Hay casos en los que algunas harinas permitidas para personas con celiaquía, como la de garbanzo, que sirve para muchas cosas, se pueden hacer en casa sin muchas dificultades si se tiene una robot de cocina, y también se pueden triturar en harina ingredientes que sustituyen muy bien a las harinas de trigo en algunas masas de bizcocho, como la castaña pilonga, seca. No ocurre lo mismo con los cereales. Son tan duros que la única forma de hacer harina con ellos es procesarlos por un molino, que no suele ser muy corriente, por no decir inexistente en casas particulares.
Como siempre que hay una o varias personas con restricciones alimentarias en la mesa, lo mejor es estudiar la forma de que no se vean discriminados dentro del conjunto de los asistentes, sino que todos los comensales coman, siempre que sea posible, los mismos platos. Día a día se puede hacer muy duro, en particular para los niños, sentirse marginado, imposibilitado para ser como los demás, cuando estos efectos perniciosos se pueden minimizar con poco esfuerzo y sin por ello descuidar el cumplimiento de las prescripciones imprescindibles.
Es posible componer desde la entrada hasta el postre platos que todos los comensales a la mesa puedan compartir sin el gluten indeseable para las personas con celiaquía. Excepto el pan especial para estas personas y, en algún caso, los platos para los niños, no hay ningún problema en sustituir la salsa bechamel de harina de trigo por otra de almidón de maíz, patata o mandioca o por otra salsa sin féculas, solo de queso fresco batido con leche; la harina de trigo de un bizcocho por almendra u otro fruto seco molidos casi como harina, cuando no por cualquiera de las féculas de maíz, patata o mandioca que están disponibles en la dietética para las personas con esta alteración alimentaria.
La harina de garbanzo se ha consumido en la península del Indostán, así como en Eurasia y el Mediterráneo desde la Antigüedad. En la cocina de la India y países vecinos es común esta harina, y la de otras leguminosas, en toda clase de tortas y masas fritas. Por eso le va tan bien el comino –que además ayuda a su digestión, por ser carminativo—o el polvo de curry que se recomienda entre los ingredientes.
En nuestro ámbito mediterráneo aparece documentada en una receta de fritura de pescado, un cazón o tiburón, de Arquestrato de Gela, del siglo IV a. C., gracias a otro autor, Ateneo de Náucratis, que vivió un poco más de un siglo después, entre los siglos III y II, y copió algunas de las recetas de una obra de aquel, hoy ya perdida. Por cierto, que es igual punto por punto a la del cazón aliñado con ajo, orégano, comino, pimienta y vinagre, envuelto en harina de garbanzo y frito con aceite de oliva de las costas andaluzas españolas de hoy. Solo le falta el pimentón, que es americano, y que se le añade algunas veces. Esta harina de garbanzo también sirve para las tortillitas de camarones y otras frutas de sartén –en una denominación antigua que me encanta— como estos buñuelos.
Se aconseja en esta masa de garbanzos una clara, porque tanto la yema como la clara de huevo hacen las masas fritas más impermeables a absorber aceite excesivo en la fritura, pero la clara les da una textura más crujiente que la yema. Esta última las hace más suaves y cremosas y, por tanto, menos crujientes. Pero si no se dispone de clara sola, se utiliza el huevo entero. En la cocina no se tira nada a la basura. ¡Nunca!
(Para 4 personas)
Como es natural, estos buñuelos se pueden hacer con otras muchas verdurascrudas, como estos calabacines, tomates cherry de pera o grandes en medias lunas de un dedo de grueso, berenjenas, en lonchas de ½ cm de grosor, o un poco cocidas, como coliflor, yemas de espárrago verde, brécol, zanahorias en lonchas largas, etc. todas ellas perfumadas con las especias más variadas al gusto del cocinero. Asimismo se pueden hacer con pechuga de pollo o pavo, con filetes de cerdo o filetes de pescado –pescadilla, gallo, cazón– en tiritas de 2 x 2 cm de grosor.
CÓMO HACER HARINA DE GARBANZOS EN CASA: No tiene ninguna dificultad. No hay más que meter la cantidad que se quiera en un robot de cocina –lo mejor, un poco más de lo necesario para la receta– y ponerlo en marcha. En pocos minutos será una harina fina. Cernerla para retirar el germen de los granos, muy duro y más grueso que la harina.
La harina de garbanzos también se puede comprar ya elaborada en los establecimientos de harinas para fritura andaluza –elegir las que sean para celíacos– y de comida de la India, en donde se llama besan.
Tenemos la costumbre de llamar quiche a cualquier tarta de masa más o menos quebrada, o de hojaldre, con una crema de huevos y un lácteo cuajada en su interior con otros ingredientes añadidos. En realidad es un uso impropio de la palabra, que se refiere a la quiche lorraine, un flan en tarta de masa de la Lorena francesa, relleno de jamón, tocino o panceta ahumados en lonchas o trozos, y todo cuajado en un batido de huevos y nata, al que a veces se le añade queso de la propia región rallado. Está emparentada con otras tartas que se hacen en Alemania, al otro lado de la frontera, y muy parecidas, como una de cebolla con panceta ahumada. También muy rica.
En España a este tipo de tartas abiertas, como esta de espinacas y tomates, podríamos llamarlas flaones. Aún se llama en Ibiza flaó a una tarta flan dulce de queso fresco cuajado en molde de masa y perfumada con hierbabuena. De hecho en el recetario de Martínez Montiño, de principio del XVII, se denominan flaones lo que hoy llamamos flanes y preparados de horno parecidos a la tarta aquí presentada.
Esta masa, pensada para personas con intolerancia al gluten, sirve para cualquier otra tarta o flaón salado.
MASA QUEBRADA SIN HARINA DE TRIGO
(para un molde de 24-26 cm o cuatro o cinco personas)
(Para unas 24 galletas)
La utilización de harinas de frutos secos en la repostería salada o dulce en sustitución de la harina de trigo o de otro cereal es tan antigua como la propia ciencia de cocer pasteles en el horno. Si no se ha utilizado con más profusión es por el precio elevado de los frutos secos con respecto al de la harina. En nuestro ámbito mediterráneo la más habitual es la de la almendra, refinada desde el punto de vista culinario como ninguna otra y, en menor medida, la de avellanas y nueces, bastante más grasas. La textura que proporciona a la miga de los bizcochos esta molienda de almendra es de una finura excepcional, como se podrá comprobar con este bizcocho, pero también en las diversas tartas de almendra molida de Galicia, desde la de Pontevedra o la de Santiago, y bizcochos desde la colineta de Bilbao, al gató de las Baleares o a los que en capas forman los pasteles rusos de Teruel, entre otros.
No siempre los frutos secos molidos sustituyen a las harinas o féculas en su totalidad, en ocasiones las completan, como se da en otros bizcochos e, incluso, en algunas masas quebradas saladas, ejemplo de las cuales es la masa quebrada salada de la tarta que se encuentra más arriba, o dulces, como la pasta flora italiana o la masa flora de Toledo, ambas quebradas de harina de trigo y almendra molida amasadas con manteca de cerdo, yema de huevo y perfume de piel de limón, que también se pueden adaptar para dietas en caso de intolerancia al gluten del trigo.
(Para cuatro o seis personas)
FONDANT
Si no se tiene azúcar molida, triturar en un robot o batidora potente la necesaria o un poco más, para tener siempre un remanente. Preparar el fondant poniendo en un cazo el chocolate de cobertura en trozos mezclado con todos los demás ingredientes a fuego muy suave. Sin dejar de mover esperar a que se funda el chocolate y se remoje el azúcar. Una vez que la mezcla esté homogénea, dejar en cocción muy lenta, casi un temblor, durante 5 minutos.
Retirar del fuego. Cuando se haya templado y espesado algo el fondant pero aún esté líquido dejarlo caer poco a poco sobre el bizcocho ya frío, alisándolo con una espatula lisa y larga de pastelero. Trasladar la tarta de la rejilla con un par de paletas anchas y largas o una paleta circular de tartas a la fuente de servicio y dejar reposar hasta que el fondant se solidifique y brille. No guardar en frigorífico, para que no pierda el brillo.
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