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Cambiar el rumor de los Jameos del Agua por el chillido constante del Metro no debe ser fácil para quien deja atrás su Lanzarote natal. Es lo que llevó al empresario Juan Rosa a levantar un hotel en el que los canarios pudieran sentirse como en casa al llegar a Madrid. De eso han pasado ya 15 años, y el 'Hotel 7 Islas' sigue siendo ese refugio para los isleños; pero no solo para ellos, porque también lo es para quienes buscan la exclusividad de un hotel boutique urbano para descansar, a pesar de estar a solo unos metros de la calle más bulliciosa de Madrid.
Para comprender el porqué de la existencia de este alojamiento tenemos que viajar atrás en el tiempo, hasta los inicios de la década de los 2000. Por aquel entonces, Malasaña seguía conservando en algunas de sus calles ese punto 'canalla' que se ganó durante los años 80 con la Movida Madrileña. Juan Rosa vio algo en esta zona que le convenció para abrir un alojamiento para canarios en Madrid y, como le sucede a los buenos visionarios, no se equivocó.
Hoy los clientes del hotel –muy pensado para parejas, familias con hijos y personas que viajan por negocios– proceden también de otros muchos países (Francia, Inglaterra, Países Nórdicos, etc.), pero los isleños siguen eligiéndolo cuando vienen a la capital, una fidelidad que Juan Rosa temía perder cuando sus nietas Kira, Luz y Mónica Salces Rosa, se pusieron al frente del establecimiento familiar.
"Cuando mi hermana Mónica se hace cargo de la gestión, sabía que tenía que reformarlo para que volviera a ser atractivo para los huéspedes, tanto para los de toda la vida como para los nuevos clientes", afirma Kira, directora adjunta. Era el año 2012 y había llegado el momento de darle un nuevo aire al '7 Islas'. Lo que su abuelo no imaginaba es que es justo ahora, con su imagen renovada, cuando el hotel más se acerca a la estética de Lanzarote, porque si antes lo era en esencia, hoy también en apariencia.
Cuando uno piensa en la isla de los volcanes hay tres cosas que se nos vienen a la cabeza: la cal blanca de las paredes, el verde de las palmeras y el color negro de su piedra volcánica. Y el '7 Islas' lo tiene todo ya en su puerta de entrada. Un acceso discreto, sin muchas pretensiones, pero capaz de atraer las miradas. El interior responde fielmente a este patrón, tanto que por tener tiene hasta piedra volcánica, utilizada para vestir las columnas que hay junto a la chimenea del amplio lobby, y que convierten este espacio en uno de los más hogareños del hotel.
En las habitaciones se ha seguido esta misma línea, combinando materiales naturales con otros más robustos como madera, piel y acero, seña de identidad del estudio de interiorismo Kikekeller, responsable de la nueva imagen minimalista y artesana del hotel. Porque a pesar de contar con 79 habitaciones –más amplio que otros alojamientos considerados boutique– tiene muchos detalles que hacen que sus estancias resulten tremendamente agradables, pero, sobre todo, funcionales. "Conocíamos la galería de Kikekeller de vista, está a tan solo unas calles de distancia del hotel, y cuando les comentamos lo que queríamos hacer, enseguida supieron captar la esencia del '7 Islas' y adaptarlo a esta nueva imagen", sostiene Kira.
Alfombras artesanales de Gan Rugs; amenities terapéuticos y naturales de la firma Malin + Goetz, cabeceros realizados con piel trenzada y curtida en Argentina, de Matías Carbiá en colaboración con Kikekeller; colgadores de bronce realizados por Ignacio del Toro y piezas únicas de mobiliario diseñadas y fabricadas por el taller de Kikekeller en Madrid.
Y muchas sorpresas que merecen ser descubiertas por uno mismo, como el kit para hacer yoga que podemos encontrarnos en las habitaciones con terraza privada, las más exclusivas de todo el hotel. Y las más especiales. Solo hay tres áticos y son las estancias que más suspiros despiertan entre los huéspedes; y no es para menos, pues despertarte, salir a la terraza y hacer una sesión de yoga con una vista panorámica de los tejados de Madrid es todo un privilegio.
Todo aquí tiene un encanto particular. Las suites, la recepción abierta del lobby, el patio de luces, la zona bar con cristalera que mira hacia la calle, la barra de destilados… aunque si por algo destaca el hotel es por el silencio, solo interrumpido en los días de lluvia, cuando las gotas de agua azotan las ventanas y el techo acristalado del vestíbulo.
Quien busque algo más de acción, solo tiene que salir por la puerta principal y lanzarse a descubrir lo que ofrecen las calles de la ciudad, ya sea a pie o en bicicleta –cuentan con un servicio de alquiler en el propio hotel–. En recepción pueden recomendarte qué hacer porque son especialistas en todo lo que sea made inMalasaña, desde su gastronomía a su artesanía.
Y es que el 'Hotel 7 Islas' defiende lo local con vehemencia. Tanto es así, que ha convertido parte del vestíbulo en galería de arte para dar voz a artistas locales. Por las paredes de '7i Art Gallery' han pasado Javier Sánchez Medina, Fernando Barrio o Laura Millán, entre otros, y los que quedan.
Y para no entrar en contradicción, en la cocina del alojamiento sucede lo mismo: los productos locales y la cocina de temporada marcan la pauta. Tiene más bien poco de canaria, pero mucho de madrileña viajera, pues aunque la base es local y de mercado, tiene toques que recuerdan a diferentes gastronomías del mundo.
El artista que hay detrás de sus fogones y de su barra es Narciso Bermejo, conocido en el barrio por ser el impulsor de un negocio tan auténtico como 'Macera Taller Bar', un local en el que solo se sirven destilados y refrescos artesanos. Ahora es el responsable de alimentación y bebidas del hotel, y ha trasladado esa misma filosofía a la carta del restaurante y hasta del room service, convirtiéndolo en un referente de la contracultura gastronómica. Tanto es así, que este es el primer alojamiento de la ciudad en el que se sirven destilados totalmente artesanales, con botánicos procedentes de la sierra de Madrid y alrededores: tomillo, romero, piñones… y hasta rocas.
"Dejamos atrás lo mainstream para volver a lo artesano y sobre todo al servicio personalizado, que es lo más real que hay", asegura Bermejo. Y en carta lo han llevado hasta sus últimas consecuencias. En ella no vamos a encontrar ningún sándwich Club, tan típico en los menús de hotel, pero sí un Croque monsieur con toque ahumado de tomillo, además de salteado de verduras de temporada con pollo de corral o ensalada de col de lombarda con usuzukuri de caballa, por citar algunos de los platos de su todavía breve pero más que estudiado menú.
Han cambiado hasta el proveedor de cafés, sustituyendo las marcas más conocidas por todos, por una de Madrid de toda la vida. Todo gira en torno a la idea de que lo local es lo más universal que hay.
Y por eso mismo "nosotros no saludamos con un good morning a los clientes, sino con un 'buenos días' en perfecto castellano". Porque estamos en Madrid. Y así es como se vive en Malasaña.
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