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Recostado sobre una chaise longue el cliente observa, a través del enorme ventanal de la habitación, cómo el meandro del Tondón va dibujándose en su discurrir por Briñas en dirección a Haro. Casi hay que contener la tentación de estirar las manos para refrescarse el rostro con las aguas que bajan ahora tranquilas. Desde hace siglos, las casas solariegas de esta pequeña localidad, en la margen izquierda del río, contemplan su cauce, hoy escoltado por alisos, sauces, chopos y viñedos.
Precisamente un conjunto de estas casas construidas en los siglos XVI y XVII, que albergaron a lo largo del tiempo un palacio, una casa de labranza, una escuela y hasta una prisión, se convirtió en junio de 2018 en el hotel 'Palacio Tondón'. "Nos quedamos enamorados de este rincón de La Rioja Alta, donde se enraízan parte de mis antepasados. Hemos conservado la estructura original de piedra de estas viviendas solariegas, pero construyendo un binomio entre piedra y madera, entre tradición e innovación", explica Pedro Jiménez, el copropietario de este cuatro estrellas.
Los muros de roca madre dan caracter señorial a muchas de las 26 habitaciones que se ubican en la zona de piedra del hotel, mientras que en las otras siete se impone la madera, no solo en suelos, paredes y techos contralaminados sino también en la estructura de abeto austriaco en la que están armadas. La decoración es sencilla, con muebles de líneas curvas y tonos claros, y en algunas estancias, una enorme ducha octogonal acapara parte del protagonismo.
"Todo, desde la construcción hasta el diseño de las tapicerías de las sillas es nuestro. Comparto con mi socio, Carlos de Blas, la empresa 'Carpe Construcciones', y tenemos ya bastante experiencia en la hostelería. Para este proyecto, que es el más personal, hemos contado con el arquitecto Giovanni Muzio y el interiorista Carlos Porqueras", detalla Jiménez sentado en uno de los rincones más singulares de su hotel, el Salón de la Logia. Este espacio, donde se conservan intactos sus nueve arcos de sillería, era el que utilizaban los nobles de Haro para gestionar sus negocios y evitar el pago de impuestos reales al no tener que pasar sus mercancías por uno de los pocos puentes que cruzan las dos orillas del Ebro en esta comarca.
"Este era un espacio que al principio queríamos reservar solo para los huéspedes, pero finalmente conquistó también a los clientes del restaurante y a aquellos que entran a nuestro bar a disfrutar de un vino. La luz del día que penetra por los arcos refleja en el techo los distintos colores de los viñedos a lo largo de la temporada. Hemos logrado trasladar al interior del hotel la policromía del paisaje que tenemos justo enfrente", presume Ioana Ardelean, responsable de comunicación.
Desde aquí se puede acceder a la terraza –"la joya del hotel", a juicio de Pedro–, abierta al Ebro y al Tondón, con el pico nevado del Monte San Lorenzo, en Ezcaray, al fondo. Ideal para tomar un vino o un café con el rumor de los siete chorros –por los siete ríos que desembocan en el Ebro a su paso por La Rioja– de una fuente que refresca el ambiente en las tardes tórridas del verano. "En breve, se accederá por esta terraza a un pequeño embarcadero en el que ofreceremos el servicio de tránsito en barco eléctrico que llevará a nuestros clientes a los calados históricos del Barrio de la Estación, en Haro, donde se ubican las siete bodegas centenarias riojanas", adelanta Jiménez. Mientras tanto, se puede llegar a este popular destino enoturístico a través de una relajada caminata de 20 minutos por un sendero que discurre por la ribera.
En el 'Palacio Tondón' la cocina merece capítulo aparte. Cuando abrieron, el restaurante estaba reservado para los huéspedes, "pero recibimos muchas peticiones de abrirlo a todo el mundo y así lo hicimos", recuerda Ioana Ardelean. Al frente del proyecto gastronómico han desembarcado tres exlugartenientes de 'Mugaritz': Llorenç Sagarra (mano derecha de Andoni Luis Aduriz durante 13 años), Dani Lasa (20 años en el departamento de I+D) y Miguel Caño (que con 30 años ya era jefe de cocina del trisoleado guipuzcoano).
La carta se modifica casi cada semana, con la entrada de algún producto de temporada. Está pensada para que quien la disfrute se encuentre con los productos y productores de la zona y conozca, a través de su gastronomía, las historias que residen en los platos. "Una oda al territorio", según Caño. Con la llegada de la primavera se apuran los últimos ajetes tiernos que cultiva una agricultora de Cihuri (noroeste de La Rioja) acompañados de un caldo de ajo, shitake, champi y trufa negra de Soria. También aguantan todavía los espárragos blancos confitados y braseados sobre una leche de almendra y que cubren las, ligeramente amargas, flores del almendro.
Al igual que las vainas y los guisantes lágrima, de la huerta ecológica 'Rizos del Valle del Iregua', las verduras se soasan a la parrilla de sarmiento, técnica en la que se curtió el jefe de cocina, el peruano David Mosquera, junto al maestro Bittor Arginzoniz en el 'Asador Etxebarri'. En el capítulo de carnes no falta el autóctono cordero chamarito, que les trae Emilio, el carnicero de Haro. "Utilizamos el cuello, que es más tierno, y lo acompañamos con una emulsión de ajo, pimientos de cristal de la huerta de Tormantos y una mayonesa de ajos tostados", detalla Mosquera.
La carta de vinos se extiende como lo hacen los viñedos por toda la DO. "Tenemos referencias de casi todas las bodegas comerciales de la comarca", presume Pedro Jiménez. El hotel cuenta con un pequeño wine bar donde se mezclan clientes y agricultores del pueblo en torno a una copa. "Aquí se bebe y se habla mucho de vino. Hacemos catas, tanto en este espacio como en el calado original que hemos conservado en el sótano. En breve tendremos una bodega en Briñas donde cada uno podrá experimentar, haciendo el suyo a la vieja usanza en su propia barrica".
La estancia en el 'Palacio Tondón' permite descubrir uno de los pocos municipios riojanos que se derrama en la orilla izquierda del Ebro. En el torreón del campanario de la iglesia de la Asunción es fácil encontrarse con cigüeñas, ilustres vecinas de Briñas. Ante la falta de dotes voladoras, lo más recomendable para el visitante es un paseo por las tranquilas calles empedradas, entre casonas solariegas, hasta el humilladero, lugar donde el reo expiaba sus pecados antes de ser conducido a la horca.
Otro de los atractivos turísticos es la visita a los calados de Ollauri (a 10 km), los más antiguos de La Rioja, cuya construcción se remonta cinco siglos. "Estos túneles y cavas, que en conjunto suman más de un kilómetro, fueron recorridos por literatos como Jovellanos, Hemingway o Joaquín Belda. En 2014, la familia Murúa asume el legado histórico de la mítica casa Paternina y de la marca Conde de los Andes", explica con detalle Cristina Hernando, responsable de enoturismo. Aunque recelan de llamarla la Capilla Sixtina del vino, en el cementerio de estos calaos –"los riojanos lo decimos así"– se conservan más de 450.000 botellas, las más antiguas de 1892, con añadas célebres como las de 1914, 1948 o 1964. "Puras joyas que casi no nos atrevemos a descorchar", reconoce Hernando.
HOTEL 'PALACIO TONDÓN' - Calle Campo, 2. Briñas, La Rioja. Tel. 941 69 01 00.
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