Fiestas del Pilar

Zaragoza, Zaragoza

Llegó el momento. Tras varios días de fiesta a ritmo de jotas, conciertos y pasacalles, por fin es 12 de octubre. Siete de la mañana, ya es la hora de sacar a la plaza a la patrona de la ciudad de Zaragoza, la Virgen del Pilar. A los pies de la magnífica basílica la imagen de la Virgen se eleva sobre una estructura metálica, en el centro de la plaza. Ataviados con sus trajes regionales y con ramo de flores en mano, los participantes de la ofrenda procesionan por las calles de la ciudad hasta llegar a ella. Como si fueran enamorados que quieren conquistarla, posan sus ramos en las faldas de la imagen, creando un espectacular y bello manto de flores que van desde el más puro blanco hasta el rojo más intenso. No hay imagen más hermosa en Zaragoza que ver a su patrona en las alturas de la plaza del Pilar, levantada sobre una montaña de flores y abrazada por sus devotos.

Llega el día 13 y las calles de Zaragoza se iluminan de coloridos faroles que rezan el Rosario. Poco conocida fuera de Aragón, la procesión del Rosario de Cristal es uno de los actos más bonitos que se celebran durante las fiestas. Multitud de vidrieras iluminadas llenan de luz las calles de una ciudad que celebra sus fiestas grandes. El Rosario de Cristal es uno de los momentos más solemnes de las fiestas del Pilar. Multitud de faroles hechos de hierro y adornados con piezas de hojalata, latón y vidrieras, con imágenes que personifican la oración del Rosario, se elevan sobre carrozas representando los Misterios, Padrenuestros, Avemarías, Glorias y Letanía que rezan los devotos. Es todo un espectáculo ver cómo cada uno de estos faroles varía de color según el tipo de misterio que escenifica: Rojo y verde bañan las vidrieras que representan el nacimiento y la infancia de Jesús, Los Gozosos; violeta y verde colorean las escenas de la Pasión en los Dolorosos, y blanco y azul dominan la Resurrección y Ascensión de los faroles Gloriosos. Pasan los días y Zaragoza despide sus fiestas mayores pintando el cielo, de la noche del 18, con cohetes de colores sobre la basílica del Pilar, creando una maravillosa imagen de la capital aragonesa.