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Tierra de contrastes
Escondido entre la sierra y la playa, el día y la noche se funden en Alcanar. Los contrastes se dan la mano en un lugar que combina sensaciones de la Edad Media con el azul del mar. El día viene representado por sus playas vírgenes y urbanas como la del puerto pesquero de las Casas de Alcanar, o el sabor a mar que recorre los restaurantes. Y a 4 kilómetros, la noche se oculta en su casco medieval junto al pasado de la villa, de la que ya se tiene testimonio en 1239, o La Moleta del Remei, uno de los yacimientos ibéricos más importantes de Cataluña. El camino en Alcanar se lo disputan dos grandes testigos de su supervivencia a lo largo de los siglos: los olivos milenarios, y el orgulloso río que cruza Alcanar, el Sénia. El afluente de estas tierras del Ebro deja su estela a través de una laguna de rambla, justo antes de su desembocadura. Allí se desahoga en el mar, instando a los senderistas a seguirle por los caminos de Naturaleza que deja a su paso, dando la espalda a la Sierra del Montsiá, un misterioso y bello paraje serrano que cubre las espaldas de Alcanar. Mientras tanto, los olivos buscan arrebatarle el protagonismo, trazado un sendero al borde de la ermita del Remedio. Con más de dos mil años, recuerdan que una vez los dioses griegos les concedieron la gracia, y eso no hay río que pueda superarlo. Ellos han sido cultivados por los fenicios, griegos y romanos que poblaron estas tierras y saben contar mejor que nadie la maravillosa historia de algunos pueblos de Tarragona, como Alcanar.