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Una villa con historia
Sobre un manto verde, a más de mil metros de altitud siguiendo el curso del río Segre, se ubica Llívia. Próximo a Francia, se encuentra rodeado por los Pirineos y comprende las pequeñas poblaciones de Gorguja, al norte de la sierra de Palau; Gorguja Petit; Mas Jonquer -en ambos destaca el turismo rural-, y en su zona noroeste, la de Cereja, al pie del monte de Tudó, un paso que conduce al imponente y rocoso desierto del Carlit. Un emplazamiento que cuenta con lagos, bosques y territorios propicios para el pasto.
Más allá de su enclave, que lo relaciona irremediablemente con el país galo, la villa de Llivia trae consigo un pasado histórico e intrigante desde los tiempos de Jaime I el Conquistador habilitase la construcción del municipio. No debemos perder la ocasión de conocer su apasionante historia a través de una ruta que comienza en el parking del Troc y finaliza en la Plaza Mayor. Entremedias recorreremos calles míticas como la de Malassanya; la calle Hornos, donde están las ruinas romanas; la plazoleta de la Lampegia, que hace referencia a la parte musulmana de la villa, y cómo no, el castillo; la espectacular torre Bernat de So, y la iglesia de Nuestra Señora de Los Ángeles, cuyo valor arquitectónico es incuestionable. Precisamente dicho templo es el encargado de albergar el Festival de Música que lleva su nombre y cuya primera edición data del año 1982. La Farmacia Esteve, de origen medieval y convertida en un museo, es otro de sus destacables atractivos que se completan con la posibilidad de practicar diversas e interesantes actividades deportivas como la pesca, el esquí, el ciclismo u otras menos habituales como el patinaje sobre hielo o el tiro con arco.