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Del peñón a la comuna
Cuando, en 1707, los ingleses tomaron posesión del peñón de Gibraltar, algunas familias irreductibles se negaron a tal sometimiento y huyeron a los territorios vecinos de finca Tinoco, propiedad de un canónigo de la catedral de Cádiz. Les dio el señor permiso para el asentamiento y, a ambos lados del arroyo de El Junco, construyeron las primeras viviendas a base de retamales y juncos, mas chozas que casa. Los primeros sustentos salieron de la recolección silvestre de bayas o frutas o de la caridad del señor pero, poco a poco, retornaron al sustento de los oficios que sabían: campesinos al cultivo, artesanos a sus profesiones. Así nació el pueblo como tal y lo llamaron Los Barrios.
Aunque hubiera pobladores desde la prehistoria, como constatan las pinturas rupestres de la Cueva de Bacinete o los restos romanos y árabes, Los Barrios se hizo pueblo huyendo de los ingleses. Devotos de San Isidro Labrador, patrón de los campos, a él dedicaron su iglesia principal. Está en la amplia plaza del pueblo y en ella confluyen cinco calles, una de especial mención, la Calle Plata, más que calle, callejón. Por Calle Plata bajaba y baja, aunque ahora sepultado, el arroyo Junco, aquel donde en sus riberas se asentaron los primeros barrialeros.
De esa época son las casas nobles que aún conservan ese porte señorial, Casa de los Urrutia o Casa Parodi o el propio edificio del ayuntamiento. Memoria de sus fuentes queda en la plaza de la Fuente Chica, donde vecinos y aguadores se proveían de tan preciado líquido.
Los Barrios lleva en su genética interna al agua, engrandecida con el mar y las montañas próximas. Playa Palmones le cautiva y seduce, y el vecino Parque Natural de los Alcornocales le hace naturaleza en estado salvaje.