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Joya de Aragón, cuna de genios
Como el cierzo, que sopla entre sus más hermosos rincones, recorrer Zaragoza es garantía de asombro para el visitante. Esbelta, majestuosa y elegante se levanta la capital del Ebro, que alberga entre sus calles los más bellos tesoros de la arquitectura mudéjar y romana. La plaza del Pilar es el epicentro de la urbe y lugar de momentos mágicos. Cada 12 de octubre los zaragozanos sacan de la Basílica a su patrona, la Virgen del Pilar, colmándola de flores con un espectacular manto. La noche del día 13 la ciudad se ilumina de coloridos faroles al paso de la procesión que reza el Rosario de Cristal. Una vez terminadas las fiestas, La Pilarica vuelve a su majestuoso santuario a orillas del Ebro. Todos los visitantes tienen la certeza de haber visto algo irrepetible.
Cruzar el umbral de la Basílica de Nuestra Señora del Pilar es dar un paso firme hacia la solemnidad. En su cúpula, firmada por Goya, ángeles y santos acompañan a María sobre un cielo anaranjado y un mar de nubes. A espaldas del templo nos encontramos con el Palacio de la Lonja, un bello edificio renacentista, coronado por un mirador desde el que conseguiremos una inigualable fotografía contrapicada de Nuestra Señora. Tras admirar dos de los tesoros de la ciudad, una buena idea es dirigirnos hacia el barrio de El Tubo, cita indispensable para el amante de las tapas, que han hecho de Zaragoza uno de los destinos gastronómicos por excelencia.
Tras haber pasado por el corazón y el estómago de la ciudad, nos dirigimos ahora a uno de sus pulmones, el parque metropolitano del Agua Luis Buñuel. Una vez allí, podemos remar por uno de sus canales, el de Aguas Bravas, y recorrer todo un paraje verde lleno de familias que disfrutan de un día en plena naturaleza. Otro de los pulmones de Zaragoza lo podemos encontrar en el parque Grande José Antonio Labordeta. Allí, el espectáculo del agua de sus fuentes nos invita a disfrutar de un espacio que guarda grandes joyas artísticas y naturales. Tras hacer un recorrido por la Ribera del Ebro veremos en el horizonte la zona de la Expo 2008, un conjunto de edificaciones que rinde tributoi al agua y que nos trasladan a la Zaragoza del futuro.
En Semana Santa, Zaragoza se puebla de nazarenos y saca las imágenes de sus santos en procesión al ritmo de más de 7.000 tambores. No cabe duda de que visitar Zaragoza es asomarse a una imponente síntesis: monumental en sus formas arquitectónicas, pero simple y sencilla en el trato de sus gentes.