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En la isla del Hierro las cosas se hacen a lo grande, y cuando los isleños más bravos tienen ganas de hacerse unos largos no buscan un depósito de agua de unas decenas de metros, quieren el Atlántico entero extendido a sus pies. Y, por la misma regla, tampoco les basta un trampolín: mejor un acantilado volcánico al borde del mar. El sitio donde poder darse ese capricho existe, y se puede encontrar dentro del municipio norteño de La Frontera, poniendo el GPS rumbo al Charco de los Sargos, uno de los más espectaculares rincones de una isla que está declarada íntegramente como Reserva de la Biosfera. Que no nos engañe el nombre porque este rincón tiene poco de balsa: sí se trata de una pequeña cala al pie de una pared vertical a la que no le faltan valientes que trepen por ella para lanzarse al agua desde sus riscos. Allí, en las estribaciones del acantilado se forman varios ‘charcos’ de agua salada, semiprotegidos de las corrientes y habilitados para el baño. Una piscina así no está para desaprovecharla.