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Son las 9.30 de la mañana y una veintena de niños siguen a las monitoras a través de la huerta de 'Can Musón'. Van despacio, casi de puntillas y en fila india, como si no quisieran hacer ruido por si acaso pudieran molestar el sueño de las plantas de alrededor.
Están entretenidos con un juego que les permite descubrir de dónde salen los algarrobos, las fresas y los calabacines. Luego, cambian de sentido y pasan de la vista al olfato, explorando el olor del tomillo, la albahaca o la menta.
Esto no es un campamento, aquí los niños se convierten en auténticos granjeros: dan de comer a los animales, riegan el huerto y, dependiendo del día, hacen pan, queso o flan...
Mientras tanto, en una mesa situada bajo la sombra de unos caños, se pueden desayunar huevos de gallinas "felices" con pan payés, aguacate y queso de cabra, una manera estupenda de empezar el día llenos de energía y con unos alimentos completamente ecológicos que van directos de la huerta a la mesa, sin pesticidas ni químicos. Aquí, nos dicen orgullosos, las frutas y las verduras solo se recogen cuando están maduras y llenas de vitaminas.
Es la vida slow que propone María Marí Colomar, la creadora de este proyecto hace ya casi diez años. Nacida en estas tierras, se define "autóctona" como la mayoría de animales que tiene en su granja heredada de padres a hijos desde hace cinco generaciones.
"Nuestro proyecto final está basado, sobre todo, en los niños para que puedan descubrir la naturaleza, estar con los animales y disfrutar de este espacio, para que ellos conozcan lo que realmente comemos", nos cuenta María. "Que puedan ver de dónde salen las verduras, cómo son los animales, de dónde sale un huevo o qué es un pollo".
La mañana empieza a las 9.00 h dando los buenos días a los animales y con media hora de música donde se trabajan el movimiento del cuerpo y los instrumentos. Los pequeños granjeros también tienen tiempo para aprender a leer o a mejorar la gramática antes de ponerse con las tareas propias de la granja.
Comprobamos cómo las cabras se alborotan cuando ven a los niños aparecer con cubos llenos de algarrobos, contentas porque ya saben que llega su comida. Vemos el esmero con el que cuidan su propio huerto, a los ponis y a las gallinas o cómo aprenden un montón de datos y curiosidades sobre el animal "protagonista de la semana".
Y además, aquí también se practican actividades que gustan a todos los niños: jugar en el arenero, leer cuentos, hacer pompas de jabón, hacer construcciones o dar rienda suelta a la creatividad con pinturas y esculturas.
En la granja encontramos desde adultos que visitan este lugar (y a los que se les oye decir: "¡Qué maravilla!") a padres con hijos de cualquier edad que la visitan por libre (los niños se pueden apuntar a estas actividades días sueltos, semanas o meses). Incluso, hay una decena de niños, de entre 3 y 6 años, cuyos padres han elegido la vida en el campo en vez del colegio tradicional.
"Nosotros no somos un colegio pero sí que hacemos todo tipo de actividades durante el día", puntualiza María que cuenta con tres profesoras especializadas en educación infantil para hacerse cargo de los menores.
"Se fomenta mucho el juego libre, la creatividad, la invención de nuevos juegos, el respeto a los animales y su cuidado pero, también, trabajamos mucho los límites, el aprender a compartir y el ser conscientes de que hay otras personas alrededor y unas reglas que deben respetarse. Esto nos parece fundamental para que en un futuro los niños sean felices", concluye Cristina Vázquez, una de estas profesoras con muchos años de experiencia a sus espaldas.
Alrededor suyo, los niños comen la pizza que ellos mismos han preparado después de haber pasado la última hora del día amasando el pan que, por cierto, se llevarán a su casa recién salido del horno de leña. Se respira felicidad, paz, armonía... y es que esta granja es una alternativa perfecta al sol y a la playa típicos de la postal de Ibiza.
Mientras disfrutan del campo, da gusto verlos aprender. Si algo no falla para medir el nivel de satisfacción de los más pequeños es oírlos decir "Mamá, yo no me quiero ir de aquí".
CAN MUSÓN - Polígono 16, núm. 98. Santa Eulalia, Ibiza. Baleares. Tel. 971 33 93 46.
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