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Érase una vez una adinerada pareja de comerciantes de tejidos que deseaba tener la casa más bella y lujosa de toda Cataluña. Él se llamaba Joaquím Navàs y ella Pepa Blasco. Con un cheque en blanco, encargaron a Lluís Domènech i Montaner, uno de los grandes maestros modernistas del momento, levantar un edificio en una de las esquinas de la plaza del Mercadal de Reus, ciudad en plena ebullición. Construida entre 1901 y 1908, la Casa Navàs tiene la singularidad de haber llegado hasta nuestros días tal y como se estrenó, siendo una de las mayores joyas modernistas de toda Europa.
La doncella Eulalia nos recibe en el gran recibidor de la casa, junto a las escaleras que conducen a un mundo fantasioso de vidrieras y mosaicos que dibujan fuentes, hojas y cielos con palomas representando un florido jardín interior de dos alturas. Parlanchina y de carácter amigable, la sirvienta de la Sra. Pepa cuenta que todo el edificio se diseñó con la idea de que entrara la mayor cantidad de luz natural. “Estamos en la casa particular con más vidrieras de Europa, más de 200 metros cuadrados”, cuenta Eulalia, tras cuyos ropajes de época se esconde Pilar Rubio, la encargada de las visitas teatralizadas para familias.
“Aquí están reflejados los trabajos de los mejores artesanos de principios del siglo XX, todas las artes aplicadas de la época en su máximo esplendor”, cuenta la catalana mientras señala el mármol de Valencia del pasamanos; las rosas talladas en la piedra natural de Vinaixa (Lérida); los mosaicos romanos de mármol que adornan el suelo; o los delicados esgrafiados de los techos. La vista se vuelve loca intentando asimilar tanta belleza.
Domènech i Montaner contó con la ayuda de Gaspar Omar, el decorador y ebanista que diseñó la casa. “Se considera el mejor ebanista de todos los tiempos, no sólo del modernismo. Todos los ornamentos que encontramos en el interior están hechos a mano, uno a uno”, recalca la guía, que durante esta visita se mete en el papel de una leal servidora de la familia Navàs, contando historietas y anécdotas como si realmente viviera en el siglo XX.
Los niños no la quitan ojo, y menos aún cuando desvela que las estancias esconden diferentes pistas que luego servirán para completar un juego cronológico. Los pequeños se ponen en guardia, examinan cada espacio y cada mueble en busca de ese objeto intruso y deseado. Entran al baño, un espléndido espacio que "en la época ya era un lujo tener váter dentro de casa”, comenta Pilar, que muestra el lavapiés, el bidé -influencia francesa-, y la gran bañera al fondo. “Tiene además el primer calentador de gas de la ciudad. La electricidad y el gas no llegan a Reus hasta 1900, siendo esta casa una de las primeras en contar con estos servicios", apunta.
Pasan por el dormitorio del matrimonio, más comedido en ornamentos, pero con un lujoso estucado veneciano que imita el mármol en las paredes de color beis. “Eran tan ostentosos, que el Sr. Joaquím y la Sra. Pepa encargaron poner mosaicos en el techo del vestidor, frente al gran balcón que daba a la plaza. Querían exhibir su estatus ante la curiosa burguesía que podía ver su poder adquisitivo desde la calle”.
Todo el mobiliario y los objetos decorativos son originales de la casa: desde las cerámicas, a las lámparas -también algunas bombillas de cristal soplado-, las paredes de seda, las pinturas, los juegos de café de la Cartuja de Sevilla, y hasta un teléfono antiguo que parece retar a los nuevos móviles que le inmortalizan con sus pantallas.
En el gran comedor que destinaban a las visitas destaca una bella marquetería en paredes y suelo, de donde parecen crecer flores; al igual que en el sofá, donde se aprecian las manos y detalles de las caras en relieve de las personas allí talladas. “Un trabajo excepcional que en la época ya costó 5.000 pesetas. Aún guardan las facturas y los presupuestos de los artesanos”.
La doncella anima a los niños a encontrar alimentos en la decoración del comedor: en las paredes hay melocotones, debajo de la mesa limones tallados, naranjas en las sillas, y hasta madroños, pimientos rojos, o capiteles llenos de motivos esculpidos sobre caza y pesca. La chimenea de madera de olivo muestra a varias personas con las venas marcadas en sus brazos o las arrugas en los pantalones de pana. Arte cuidado hasta el último milímetro.
La cocina es otra maravilla, un viaje a una época en la que aquí, en torno a una isla con varios fuegos y un horno, trabajaban unas 25 personas, parte del personal de la casa que se alojaba en la segunda planta. Además de un montacargas y una nevera eléctrica de los años 20, cuatro fregaderos traídos directamente de Inglaterra “desvelan la obsesión de la Sra. Pepa por la limpieza, influenciada por una incipiente corriente higienista que estaba llegando a Europa”. La idea era que no se mezclaran los alimentos: había uno para la carne, otro para el pescado, para la verdura y para la vajilla”, argumenta la catalana.
“En esta casa se vivió tal cual hasta el año 1999”, desvela Pilar, ante la sorpresa de los visitantes. “El matrimonio no tuvo hijos y la casa la heredó un sobrino de Pepa: Joaquím Blasco. Fue su mujer, Maria Font de Rubinat, la pieza clave en la conservación de todo lo que vemos hoy aquí. Amante del modernismo, sabía muy bien el valor real de cada obra y jamás permitió que se tocara nada de la casa. Durante su ausencia -en tiempos de postguerra se fueron a vivir a Barcelona- alquilaron la casa a un médico -sin hijos- durante 40 años, hasta que María, ya viuda, volvió a Reus donde murió con casi 100 años. Hoy son dos de sus seis hijos los que gestionan el edificio de forma privada”, explica Pilar.
La visita prosigue en la terraza exterior, bajo un bello mosaico que representa Grecia y cuyos colores siguen intactos desde hace más de 100 años. Ya con todas las pistas en la mano, la doncella anima a los niños a colocar cronológicamente los hitos más importantes ocurridos entre estas paredes. Uno importante ocurrió durante la Guerra Civil, cuando una bomba destruyó la torre de la casa y parte de los techos de la segunda planta del edificio, ahora en reconstrucción.
Bajo nuestros pies, la lujosa tienda de telas del matrimonio, espaciosa y con dos plantas donde se acumulaban grandes rollos de telas. “Las claraboyas que pisamos permitían ver el color natural de cada textil sin tener que salir del establecimiento, lo que ahorraba tiempo y aceleraba las ventas. La Sra. Pepa tenía una gran visión de negocio”, destaca. La tienda, con sus estantes de madera ahora sin telas, es otro valioso testigo del tiempo.
'CASA NÀVAS'. Plaça del Mercadal, 5-7. Reus, Tarragona. Tel. 977 01 06 70
Reus no sólo puede presumir de tener la casa modernista mejor conservada de toda Europa, sino también de ser la cuna de otro gran genio del modernismo: Antoni Gaudí. En la calle Sant Vicent se encuentra su casa natal, a pocos metros de una escultura de bronce que representa al arquitecto de adolescente jugando con unas esferas doradas. Vivió en la ciudad hasta los 16 años.
Las grandes obras de Gaudí son archiconocidas, pero no tanto sus orígenes, el qué llevó a la persona a convertirse en genio. Pocos saben que su padre era calderero -profesión que le dió una especial concepción del espacio-; o que de joven, sufría severas fiebres reumáticas que le obligaban a vivir en la casa de campo familiar en Riudoms, donde agudizó su observación por las formas y colores de la naturaleza, que años después influyen tanto en sus obras.
No todos recuerdan su intento de remodelar el Santuario de Misericordia, en Reus, un proyecto que quedó solo en unos esbozos, pero que marcó de forma decidida la vocación del maestro antes de marchar a Barcelona. Claves que se desvelan en el centro de interpretación Gaudí Centre, a pocos pasos de la Casa Navàs donde, de una forma lúdica e interactiva, se descubre la cara más humana del catalán.
Un juego digital descargable en el móvil con un código QR invita a descubrir este museo de tres plantas resolviendo enigmas a través de retos que requieren la máxima atención de los niños. Nada más comenzar, una proyección audiovisual inmersiva te mete de lleno en la mente de Gaudí, en sus pensamientos, en cómo jugaba con los espacios, la luz y con esos elementos de la naturaleza que inspiraron un lenguaje arquitectónico único y tan personal.
Varias maquetas táctiles y muchas de sus obras representadas en distintos tamaños nos llevan de nuevo al imaginario visual de Gaudí, al mismo tiempo que vemos su evolución recorriendo su legado. Destacan obras como la revolucionaria cúpula que construyó en el salón-capilla-sala de conciertos del Palau Güell, símbolo del cosmos; la maqueta de la galería de columnas del Parque Güell, donde combina muros de contención y columnas inclinadas que evocan el dinamismo de las olas del mar; o la de la fachada de la Pedrera, donde el mar sigue siendo su fuente de inspiración.
También se expone la reconstrucción de la maqueta funicular, que el genio diseñó para la iglesia de la Colonia Güell y que le permitió crear y visualizar el espacio a través de la ley de la gravedad; la puerta cristalera doble de la Casa Batlló, conocida como “la casa que respira” por su importante innovación en cuanto a ventilación; o la reproducción de su taller de la Sagrada Familia, donde vivía a pie de obra con su mesa de trabajo, su cama y sus valiosos bocetos. Un mundo íntimo al que este centro interactivo nos abre la puerta de par en par.
'CENTRO GAUDÍ REUS'. Plaça del Mercadal, 3. Reus. Tarragona. Tel. 977 01 06 70
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