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La mañana sale soleada en el Valle de Tena. Varias familias con niños subimos en 4x4 por el Valle de Partacua, tenemos una misión: convertirnos en pequeños arquitectos y construir nuestro propio iglú. "El trayecto ya es toda una aventura", avisa Jon Rico, el monitor de TenaPark, que conduce el vehículo por lugares imposibles, mientras disfrutamos de una espectacular vista de la Sierra de Peña Telera. "Estamos a unos 900 metros y vamos a subir hasta los 1.500 para llegar al ibón de Tramacastilla", añade Jon durante la subida a la cima bordeando un precipicio.
Arriba no hay nada, solo un paisaje repleto de montañas, el lago helado y nieve, mucha nieve. "Nuestro campamento es portátil y nos vamos moviendo en función de las nevadas. En cualquier caso, nuestro impacto en la naturaleza es mínimo ya que una vez que terminamos las actividades, recogemos todo y el valle queda completamente virgen", asegura Iris, directora de Tena Park.
Los cinco niños del grupo y otros tantos padres estamos listos para escuchar con atención al monitor. Vamos a aprender a construir desde la nada, y paso a paso, nuestro propio iglú. "Primero hay que retirar con una pala y mucho cuidado la nieve polvo que esta por encima de la nieve compacta. Luego hay que hacer un círculo de referencia para saber las dimensiones de nuestro iglú y clavar la sierra hasta el fondo de la nieve siguiendo el circulo".
Los niños se esmeran en cortar con la sierra los bloques de hielo que se han dibujado previamente con líneas horizontales y verticales. Con un poco de ayuda, los sacan haciendo palanca con la pala desde el interior del iglú. Esto sirve para conseguir más profundidad en nuestra futura construcción. "Hay que tener mucha fuerza y haber desayunado bien por la mañana", bromea el monitor con uno de los niños que clava la pala con fuerza.
Los cazadores del Ártico y de Alaska utilizan estos iglús pequeños como refugio cuando van a cazar. Los que se hacen en el Valle de Tena son para dos o tres personas, pero los iglúes más grandes que se conocen pueden llegar a tener capacidad hasta para 20 adultos. Cuanto más grande, más tiempo se necesita y más difícil resulta.
La pala, la sierra y los niños, todos trabajan con una coordinación asombrosa y en pocos minutos, conseguimos tener nuestra pequeña cantera de bloques de hielo. Ahora hay que colocarnos ligeramente inclinados para que terminen en cúpula, recortar con la sierra las esquinas, juntarlos y rellenar los huecos. Todavía queda mucho trabajo por hacer pero los niños están volcados, cogiendo bloques de hielo más grandes que ellos y perfilando con cuidado los bordes de nuestra futura casa. Todas las familias colaboran y poco a poco, en una hora aproximadamente, el trabajo en equipo va dando su fruto.
Es un juego que los niños se han tomado muy en serio y, entre risas, hemos conseguido casi terminarlo. El monitor se ha quedado dentro dando instrucciones para que tapemos el techo con un par de bloques más y con una sierra corta la puerta de entrada desde dentro.
Lo hemos logrado, tenemos nuestro propio iglú en un tiempo récord. Los niños entran corriendo y al verlo desde esa perspectiva, ya terminado, se sienten orgullosos. "Esto lo hemos hecho nosotros", comentan entre ellos. Y por el brillo de sus ojos, ya sabes, que hagas lo que hagas este fin de semana, nada superará construir un iglú.
Esta actividad es muy demandada por las familias, porque se puede hacer con niños pequeños y muchas empresas las utilizan para hacer team building entre compañeros. "Tenemos grupo de empresas que viene desde 30 hasta 200 personas", comenta Iris. De hecho, marzo ya lo tienen lleno con este tipo de incentivos.
Esta original propuesta nace al convertir un hobby en un trabajo. Aritza Iruarrizaga, gerente de la única empresa en España que ofrece dormir en un auténtico iglú de hielo, realizaba travesías con su moto de nieve, tanto solo como acompañado con amigos: cogía leña, alimentos suficientes y pasaba varios días de ruta quedándose en diferentes refugios o directamente haciendo un vivac en la nieve.
Su idea de compartir esta pasión con los demás ha sido galardonada como la mejor experiencia de Aragón. Es el tercer año que lo hacen y el éxito es rotundo. Los fines de semana suelen estar completos y han pasado de ofrecer un solo iglú para dormir a tener cinco. El 80 % de los clientes que se queda a dormir son parejas que buscan una noche en la que se mezcle la aventura y el romanticismo. Pero también pueden hacerlo familias con niños mayores de 5 años.
Al atardecer se sube a la montaña en 4x4, luego se hace un recorrido de una hora en moto de nieve hasta llegar a la zona, ahí se toma un caldito de bienvenida y se termina de construir el iglú. "Al ser más grandes, no es posible hacerlo entero porque requiere mucho trabajo", explica Iris, mientras asegura que los clientes duermen calentitos. Dentro del iglú la temperatura es de 0 grados, haga la temperatura que haga fuera.
Los bloques de hielo de los iglúes funcionan como aislantes térmicos de la temperatura exterior y permiten tener hasta 40 grados de diferencia entre el exterior y el interior. Dentro del iglú utilizan ropa técnica especifica para las bajas temperaturas: una esterilla aislante un colchón fino y unos sacos que permiten dormir hasta a -35 ºC.
"El silencio y la tranquilidad es lo que más llama la atención de los clientes, pero hay alguno que se preocupa por si va a venir un lobo en medio de la noche", bromea Iris. "Cada uno lo vive a su manera pero es un plan muy montañero". Además, ahora acaban de estrenar una novedad: "Hemos comprado unas medias lunas de metacrilato y las ponemos en la cúpula con lo que el techo es trasparente y se pueden ver las estrellas y la luna llena. Es alucinante".
La experiencia cuesta 199 euros por persona, pero incluye la ruta en moto de nieve y cena en el refugio con migas, carne a la brasa y barra libre de bebidas, vino y después de la sobremesa, a dormir. Nada como esa sensación de tranquilidad al estar en medio de la montaña, completamente solo con tu pareja y atesorar una noche inolvidable.
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