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Decía Platón que el mar todo lo cura. Y no vamos a ser nosotros los que le quitamos la razón. Es más, añadiremos que si ese mar tiene agua cristalina y miles de tonos azules, mucho mejor. En Fuerteventura, a solo dos horas y media de avión de la Península, nos espera el verano en pleno diciembre. La isla nos da la bienvenida con unos magníficos 26 grados de temperatura y un sol espléndido. Dejamos con una sonrisa el invierno de la península atrás y ponemos rumbo a Corralejo.
Nuestro destino se encuentra a algo menos de 30 minutos del aeropuerto pero desde la recepción de nuestro hotel, el 'Surfing Colors', nos dan uno de esos tips que consiguen que el viaje empiece de la mejor manera posible. Nos recomiendan que una vez pasado Puerto del Rosario, en vez de coger la autopista, vayamos por la carretera que atraviesa el Parque Natural de las Dunas de Corralejo.
En cuestión de minutos parece que entramos en el mismísimo desierto del Sahara; de hecho se ha comprobado que una pequeña parte de la arena de estas dunas proviene de ahí. Gracias al viento, unos 80 gramos de arena por metro cuadrado son trasladados cada año desde el desierto cálido más grande del mundo a la isla. Realmente, la arena de estas dunas está compuesta en su gran mayoría por restos de millones de minúsculos animales que hace unos 65 millones de años se quedaron atrapados al bajar el nivel del mar. Ahora son fina arena y el escenario perfecto para subir a Instagram nuestro post más viral.
No podemos evitar la tentación de parar el coche y meter los pies en la arena. Los niños están emocionados y les fascina todo lo que ven. "¿Aquí habrá serpientes, mamá? –me preguntan–. ¿Y escorpiones?". No me da tiempo a responderles porque ya van corriendo cuesta arriba, como si fuera fácil. Los pies se hunden cada vez más en la arena según aumenta la inclinación de la duna, pero el esfuerzo merece la pena. La sensación es radicalmente diferente a pisar asfalto y eso ayuda, a menos de 20 minutos de haber llegado a la isla, a cambiar completamente el chip. ¡Estamos de vacaciones!
Una vez acomodados en el hotel, nos ponemos rumbo a la playa. "Durante todo el año se organizan surf camps para niños. Aunque, por supuesto, durante el verano, las Navidades y Semana Santa, coincidiendo con las vacaciones escolares, son cuando más éxito tienen", explica Miguel Fariña, director del hotel y de la escuela de surf 'Surfing Colors'. Desde los 9 años en adelante, mezclan todo tipo de nacionalidades para que hagan deporte y amigos en algunas de las playas más bonitas del norte de Fuerteventura, la parte más salvaje de la isla.
"Les sirve para desconectar de la ciudad y pasárselo bien con otros niños; además, aunque no hablen el mismo idioma, es increíble ver cómo se entienden y se divierten. Tenemos muchos grupos de gente que se conocieron de casualidad en un grupo de surf y que se han hecho tan amigos que quedan año tras año para coincidir en las mismas fechas y seguir surfeando juntos", comenta David, nuestro monitor.
Cada día eligen una playa dependiendo de las condiciones meteorológicas: Playa Blanca, la bahía de Punta Elena, los acantilados de Cotillo o Majanicho y Caleta, en estos últimos casos con los niños que ya tengan niveles intermedios de surf. Todos estos rincones son para no olvidar. Hoy nos toca Playa de Moro, una de las más bonitas y que tiene las condiciones ideales para estos pequeños principiantes.
El ambiente surfero, con grupos de jóvenes con sus tablas, lo impregna todo. Quién sabe si nuestros niños, dentro de algunos años, vengan aquí también solos con sus amigos. Por ahora, da gusto verles con las tablas en la cabeza, bastante más grandes que ellos, bajando a la playa. Antes de empezar la clase, importante, hay que ponerse crema para protegerse del sol.
Durante la primera parte de la clase, David les explica los trucos más importantes para conseguir ponerse en pie. No tienen que agarrar la tabla a los lados al intentar levantarse, porque si no la tabla se hundirá; pasará lo mismo si se ponen muy atrás, en este caso la tabla se hundirá por atrás y no conseguirán su objetivo. El movimiento correcto es empujar las manos en la tabla a la altura del pecho, hacer una flexión y, en un movimiento rápido, poner la pierna predominante delante. El último paso es hacer la típica postura de surfero. Ensayan varias veces el movimiento mientras el monitor les explica cómo hacerlo mejor: "La espalda recta..., los brazos más hacia el lado... El culo en pompa...".
"Yo sé hacer surf", dice mi hijo Matías mientras se dirige por primera vez en su vida al mar con una tabla. El monitor estará a su lado constantemente, buscando la ola perfecta, animándole, diciendo cuándo tiene que remar la ola y cuándo ponerse en pie. Y lo más importante, chocando los cinco cuando lo consigue. Porque sí, contra todo pronostico, los niños solo tardan una o dos veces en conseguir ponerse de pie. ¡Con lo difícil que me parece a mí desde la orilla!
"Cuanto antes empiecen mejor", apunta David ante mi cara de sorpresa. "Los niños tienen la ventaja de no tener miedo y, al ser más pequeños, tienen el centro de gravedad menor, así que es más fácil para ellos poder ponerse de pie en la tabla. Pero vamos, cualquiera que se sienta preparado y listo para probarlo, que no deje de hacerlo aunque tenga 60 años. Todas las edades son buenas para el surf; al final el mejor surfero no es el que mejor surfea, sino el que mejor se lo pasa".
La verdad es que viéndo disfrutar a los peques, entran ganas de probarlo. Parece como una terapia, donde cualquier problema se va con las olas del mar. El entorno, el agua transparente con diferentes tonalidades turquesa, las dunas como si fueran un mar de arena de fondo... Parece que estamos viendo un espejismo.
Pero, ¿cuánto tarda un niño en aprender a surfear? "Incluso los mejores surferos siguen teniendo entrenador. Al final, cuanto más surfees, mejor lo vas a hacer; y con alguien que sepa más que tú, siempre vas a mejorar", añade David. Las clases de 'Surfing Colors' duran 4 horas y después de esta experiencia los niños salen fortalecidos y con la autoestima por las nubes. ¡Lo han conseguido! Logrando ponerse de pie al segundo o tercer intento les hace sentir auténticos expertos surferos. Si por ellos fuera, dirían que están listos hasta para ir a un campeonato. El contacto con el mar, con el agua a una temperatura estupenda, es un chute de endorfinas y saltan felices y exultantes las olas. Además, con tanta adrenalina y emociones tienes garantizado que el sueño nocturno será profundo.
El hotel 'Surfing Colors' no es un alojamiento cualquiera, pues cuenta con su propia escuela de surf, 'Corralejo Surf School', donde se imparten clases de lunes a domingo para todos los niveles y edades. "Ofrecemos muchos packs diferentes que incluyen alojamiento y surf ", explica Miguel Fariña, su director. "Tenemos 212 habitaciones y apartamentos familiares. La doble con desayuno, por ejemplo, está a partir de 50 euros. También hay suites con jacuzzi y vistas al mar, para los que quieren tener una estancia de lujo. Una semana para dos personas con 6 clases de surf incluidas rondaría los 770 euros".
Acabamos de llegar hace 20 minutos y mis hijos ya se mueven como pez en el agua por el hotel. Han probado todas las camas balinesas –comprobando que son resistes incluso a niños–; se han escondido en los tipis jugando a indios y vaqueros y han descubierto la zona infantil con columpios, toboganes y hasta un rocódromo. Este es un paraíso para ellos, pero también para los padres, que podemos vigilarles desde la habitación mientras nos leemos ese libro al que nunca encuentras tiempo para dedicarle.
Con la playa a los pies del hotel, Lanzarote de fondo y la Isla de Lobos a tiro de piedra, la vista desde la azotea es inmejorable. "Esta es la zona que tenemos reservada para el chill out, con bar y donde estará la nueva zona de masajes. Íbamos a ejecutar el proyecto cuando llegó el coronavirus, pero lo trastocó todo, pero en breve esperamos servir mojitos con las mejores vistas de Corralejo", nos explica José Ángel Prado Pena, propietario junto a sus hermanos y padres de este negocio.
Hace ya más de 40 años que el padre de José Ángel pisó por primera vez esta isla, se enamoró del lugar y compró el terreno sobre el que levantó el establecimiento, cuando no había prácticamente turismo aquí. "Es un hotel muy familiar que ha ido creciendo con los clientes, ya que muchos de ellos vuelven año tras año", cuenta con orgullo el propietario.
Un plan complementario al surf es una escapada por el entorno virgen de Fuerteventura. Subirse a las dunas nos ofrece unas vistas espectaculares: a un lado, el Atlántico, con sus aguas turquesa; al otro, arena y más arena; y de fondo, alguno de los volcanes inactivos que hay en la isla. Como la Montaña Roja, llamada así por los colores que adquiere dependiendo de la luz; o Tindaya, una montaña sagrada para los majos, los antiguos pobladores o aborígenes de la isla, que realizaban ahí sus rituales y donde se pueden encontrar más de 300 grabados rupestres que, además, están curiosamente situados todos en la parte de la montaña que mira hacia el Teide en Tenerife o hacia la isla de Gran Canaria. Seguro que lo hacían por algo, pero su significado siempre será un misterio.
"Mira, mamá, un meteorito", dice mi hijo con una roca en la mano que, la verdad, podría venir directamente del espacio. "¿Me la puedo llevar al cole para enseñársela a mis amigos?". Acostumbrado a coleccionar piedras del parque, palos de todo tipo y hojas de los árboles que amontonamos en el coche, estas rocas marcianas le parecen un tesoro. Pero no, no podemos llevarnos nada. "Cariño, si cada viajero que viene aquí se llevara una, no quedaría ninguna. Estos lugares son espacios protegidos y hay que cuidarlos y dejarlos como están". Lo entiende perfectamente y prefiere bajar rodando por la duna y llevarse de recuerdo la arena enredada en el pelo.
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