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La mayoría de los niños la conocen porque allí se ubican el Parque de Atracciones, el Zoo o el Teleférico, tres lugares muy concurridos por las familias en cualquier época del año. Sin embargo, son solo la parte más obvia de la Casa de Campo, que ofrece incontables opciones mucho menos conocidas para conectar con el entorno, escapar de las aglomeraciones y vivir una auténtica aventura que dejará a los pequeños exhaustos y a los mayores, reseteados.
Declarada Bien de Interés Cultural en 2010, su extensión es tan amplia que cuenta con más de una decena de accesos. Uno de los más elegidos por quienes huyen de los coches es el de la Puerta del Río, que se alza en pleno Madrid Río y conecta el mayor parque de la ciudad con el centro histórico. Muchos eligen iniciar el paseo desde este punto en bici, aprovechando que el anillo ciclista continúa su recorrido por el que es también uno de los parques más extensos de Europa.
No es de extrañar que los fines de semana acudan personas de todas las edades que buscan disfrutar de una mañana de deporte en familia. Una vez dentro, llega el momento de cerrar las agendas y abrir bien los ojos: a ver quién es el primero en atisbar alguno de los habitantes de sus cerros, sendas y arroyos. No te resultará muy difícil, teniendo en cuenta que se pueden encontrar hasta 50 especies distintas de mariposas aleteando entre las más de 130 de invertebrados.
"Hay conejos, rapaces, liebres, pájaros carpinteros y hasta una pareja de zorros. Como estamos muy cerca de El Pardo, también vienen a veces milanos reales y el pasado invierno se colaron algunos jabalíes que buscaban agua y comida", cuenta Irene Cuenca, del Centro de Información y Educación Ambiental de la Casa de Campo.
Asegura que a los niños "les encanta el lugar porque no están acostumbrados a ver algo así en la ciudad" (probablemente, unos cuantos adultos tampoco) y, durante su visita, "pueden aprender sobre muchos tipos de insectos que son fundamentales para el ecosistema pero que no valoramos lo suficiente". De hecho, hay quien se queda fascinado "hasta con las hormigas".
Según Irene, la mayor biodiversidad de todo el parque se concentra en el Encinar de San Pedro, zona de regeneración forestal y reserva ornitológica que además alberga dos observatorios de fauna. Eso sí, que no te puedan las ganas: el acceso se encuentra restringido, por lo que la visita debe ser previamente planificada. El espacio protegido todavía conserva en su totalidad el ecosistema original de la Casa de Campo: el encinar, que en el resto de puntos se mezcla con pinares –en su mayoría fruto de la repoblación– y la vegetación de ribera que brota junto a los arroyos. Esa fusión de distintos tipos de flora da como resultado coloridas instantáneas, de un atractivo visual innegable, que varían según la estación del año.
La riqueza ambiental y la inmensidad del lugar son perfectas para dejar que los más pequeños brinquen, se suban a los columpios que se alzan en distintos lugares del parque, y jueguen con los incontables perros que se suman sin dudarlo al paseo. El disfrute va acompañado de aprendizaje, ya que, elijan o no apuntarse a algunas de las actividades específicamente planeadas para ellos, el parque está repleto de cartelitos en los que se informa a los visitantes de las características de su fauna y flora.
Uno de los espacios más visitados por las familias es el lago, que ofrece innumerables posibilidades de entretenimiento tanto en el interior como en los alrededores de sus nada más y nada menos que 18.000 metros cuadrados que ocupa su superficie. Desde su rehabilitación hace unos meses, ha vuelto a ser ocupado por amantes del kayak decididos a pasar la mañana haciendo deporte, mientras que otros se suben a las barquitas de recreo a remar con calma.
Todos ellos están constantemente vigilados por los cormoranes y las gaviotas que sobrevuelan el estanque, y los patos y gansos que únicamente dejan de dar vueltas por él para subirse a descansar a algunas de las islitas artificiales habilitadas para insectos y aves. O, si hay suerte, para acercarse a los pequeños que aguardan expectantes en sus orillas a que alguno se pase a saludar.
Allí, en el borde de sus aguas, los nostálgicos de la playa toman el sol, las mascotas retozan, los buenos lectores se sumergen en sus novelas y los mejores remolones aprovechan para sentarse en un banco o tumbarse en la hierba a desconectar. A su alrededor, los ciclistas y runners se quedan sin aliento mientras parejas, familias y grupos de amigos pican algo en la zona de bares y restaurantes.
Precisamente en el lago te percatas de que, además de su "gran pulmón", la Casa de Campo es también un magnífico balcón a Madrid. Porque allí, entre los árboles, se asoman emblemáticas construcciones como el Palacio Real, la Catedral de la Almudena, el Edificio España o la cúpula de la Basílica de San Francisco el Grande. Si no fuera por esas vistas, sería prácticamente imposible recordar que sigues en medio de la ciudad.
De hecho, esto ocurre en cuanto exploras un poquito más allá de los espacios más concurridos. Hay lugares en los que sientes que estás en medio del bosque y donde, señala Irene, "ni eres consciente de la cantidad de especies que te rodean. El único riesgo es que esas zonas suelen estar poco o nada señalizadas y, si hay niños en el grupo, es mejor no aventurarse en exceso".
Sin embargo, tampoco hace falta ser un explorador nato para toparse con moreras, fresnos y robles; ardillas y ratones; y, cómo no, búnkeres, torres de vigilancia y antiguos puentes. Porque no hay que olvidar que este magnífico parque público es, además, un lugar histórico, cuyo origen se remonta hasta el siglo XVI, cuando Felipe II se lo adquirió a la familia Vargas. Desde entonces, la Casa de Campo ha estado ocupada por viñedos, olivares, huertos y hasta campos de polo; y ha sido coto privado de caza y lugar predilecto para la pesca deportiva. Con la Segunda República, dejó de ser un parque "real" para abrirse a los madrileños, pero el sueño duró hasta el estallido de la Guerra Civil, cuando se convirtió en uno de los escenarios de la defensa de Madrid, lo que dejaría su patrimonio muy tocado.
Hoy, bajo la categoría de Sitio Histórico, el Ayuntamiento trata de seguir implementando acciones que permitan rehabilitarlo del todo y aprovechar las enormes posibilidades de un lugar inabarcable pero extraordinario. Que el ritmo del día a día no te impida ser uno más de los boquiabiertos y ojipláticos que lo visitan por primera vez y no pueden creerse que haya estado todo este tiempo tan a mano de los madrileños.
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