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A primera vista montar en parapente no parece cosa de niños. Nada más lejos de la realidad. Matías, de cinco años, quiso practicar parapente en cuanto supo qué era. A pesar de que pueda parecer peligroso para un niño de su edad, Wiso, propietario de 'Parapente Bizkaia', asegura lo contrario: "Yo he llegado a volar con personas de 87 años y con mi hija, que tiene cuatro", cuenta.
Tras la breve consulta telefónica, siete días después recibimos la confirmación de que todo está listo. Tan solo dependemos del viento, ya que a pesar de ser finales de septiembre, este otoño casi veraniego también ha llegado a Euskadi y la gente aprovecha el día tomando el sol en la playa. No hace nada de viento, algo imprescindible para poder volar.
"No se puede volar ni con poco ni con mucho viento", nos dice Wiso cuando llegamos a la playa de Sopelana, "el viento tiene que estar entre los 17 km/h y los 35 o 38 km/h, dependiendo del peso del pasajero. Cuanto más peso tenemos entre el pasajero, el piloto y todo el equipo, mejor podemos volar con vientos fuertes".
En Sopelana (oficialmente Sopela) se vuela con viento de componente norte, nordeste o noroeste. "Desde arriba del acantilado se aprovecha la brisa marina que viene desde el mar y al chocar con la ladera, sube hacia arriba y eso permite la ascensión", nos explica Wiso mientras vemos a un profesional que se divierte, a pesar del poco viento, volando de lado a lado con su parapente. "Para dos personas, imposible", grita desde arriba cuando pasa cerca de nosotros.
Toca esperar al viento. "Con este deporte se desarrolla mucho la paciencia", dice el monitor. Algo que no parece preocupar a Matías que, desde que ha llegado, está fascinado probándose la enorme mochila, trasteando con los mosquetones o poniéndose el casco. No ha tardado más de dos minutos en hacer buenas migas con Wiso, al que tiene cogido de la mano y le hace preguntas de todo tipo.
Todo va sobre ruedas. Matías está cómodo y relajado, y Wiso es la persona que más horas de vuelo tiene en todo Euskadi, y una de las que más de España. Lleva 20 años volando y ha hecho más de 13.000 vuelos en biplaza. Sus ganas de volar le llevaron a trabajar por el mundo, llegando a vivir en lugares como Nueva Zelanda o Andorra. "Allí volábamos muchísimo... hace unos seis años ha sido el boom aquí, en Sopelana, pero yo llevo 16 años volando como profesional", recuerda.
Las horas pasan pero no se hacen largas. Es entretenido ver el ambiente y cómo algunos alumnos practican en tierra a levantar y bajar el parapente. Es el caso de Silvia, una pamplonica que alucinó tanto en su primer vuelo en biplaza, que decidió pasar su verano aprendiendo a volar y, ahora, no le importa hacer casi 200 kilómetros cada fin de semana para terminar la formación.
Se trata de un aprendizaje con acompañamiento continuo y seguimiento exhaustivo."Utilizamos la técnica de la aviación general: el alumno vuela con el monitor hasta que lo hace perfectamente él solo sin ningún tipo de indicación. También pasa muchas horas en tierra levantando el parapente y controlándolo", cuenta Wiso. "Una vez que ha hecho entre 50 y 100 biplazas (dependiendo de la habilidad del alumno) y consideramos que está preparado, le sacamos a volar con una radio, sin decirle nada a no ser que sea necesario", explica.
En 'Parapente Bizkaia' no tienen prisa a la hora de dejar volar libres a sus alumnos. "Los sistemas normales tardan entre 8 y 15 días en decirte que controlas el vuelo, nosotros tardamos igual un mes o mes y medio, pero preferimos dar buen servicio y que salgan buenos profesionales que puedan volar en cualquier sitio a ganar más dinero", añade el propietario de la empresa.
Wiso mira en varias aplicaciones la previsión del viento y confirma que ya podemos empezar a prepararnos para volar. "Nosotros también leemos en el mar cuando se acerca el viento. ¿Ves esas zonas en las que el mar está más oscuro? Eso es que viene el aire", nos explica mientras coge el equipo para acercarse al área de despegue. Matías, con su casco y una mochila más grande que él, le acompaña agarrado de la mano.
Una ráfaga de viento los empuja varios metros hacia atrás. Con la ayuda de Goyo, uno de los empleados de 'Parapente Bizkaia', consiguen estabilizarse y empiezan a despegar. Sobrepasan el acantilado mientras van ganando altura. Es emocionante verle ahí. Matías se gira para saludar y suben, suben y suben hasta que el parapente se ve pequeñito en el cielo.
Hay que correr unos pocos metros y rápidamente nuestros pies se separan del suelo. Et voilá, ya estamos volando. Como auténticos pájaros. Como si alguien nos mantuviera en un columpio gigante. Una sensación de tranquilidad nos invade y parece que cualquier problema pueda disolverse en el aire. En estos momentos no se piensa en nada. Solo se disfruta del paisaje y de esa sensación única de estar suspendida en el cielo sin mayor esfuerzo.
El parapente va a una velocidad de unos 35 km/h pero para nada es la que se siente ahí arriba, ya que hay que descontar el viento que tenemos enfrentado me explica Txema Ibargüen, el monitor que me lleva y que lleva volando desde 1987: "Si tenemos 20 km/h de viento, realmente nos estaríamos moviendo a unos 15 km/h".
Es alucinante. Ver tus piernas colgadas en el vacío y de fondo la gente tan pequeñita en la playa. Las montañas, el mar y el acantilado; una imagen perfecta que la memoria fotográfica no olvidará nunca. La sensación aumenta cuando Txema, que ha sido varios años campeón de Euskadi de parapente, empieza a girar ligeramente hacia un lado y otro, haciendo unas acrobacias en el aire. Pura adrenalina.
El viento empieza a soplar con más fuerza. "Se ha disparado un poco", me dice Txema, "con este viento deberíamos utilizar un parapente más pequeño así que vamos a ir aterrizando". Si no hubiera suficiente viento el parapente lo único que haría sería caer planeando. En Sopelana, se bajaría planeando hasta la playa pero lo normal es aterrizar en el mismo sitio que despegamos.
Matías ha aterrizado unos minutos antes. En cuanto se le pregunta qué le ha parecido la aventura, contesta sin resquicio de duda: "¡Yo quiero volar otra vez!", dice entusiasmado. "Es una de esas experiencias que la mayoría de gente repite", nos comenta Athenea Sánchez de la agencia receptiva 'NorteSur Incoming' que gestiona las experiencias que ofrece la web oficial de turismo Euskadi.
Ahora toca comer, tantas emociones han abierto el hambre. Wiso nos acompaña dando un paseo hasta 'Fangaloka' (que significa playa en polinesio), sede de 'Parapente Bizkaia' y chiringuito ubicado en la playa de Azkorri, ya en el término municipal de Getxo. Con las endorfinas todavía por las nubes llegamos a este restaurante al aire libre con varias zonas para comer, relajarse tomando una cerveza y seguir aprovechando el día soleado.
Este lugar es excepcional para ir con niños. Tiene zonas de césped en las que pueden correr y jugar, una pista de skate para pasarse horas haciendo piruetas con el patinete y un parque infantil con columpios, casetas de madera, un tobogán y mucha arena... vamos, el paraíso de los niños y también de los padres, que podrán charlar mientras sus hijos están entretenidos.
Eso sí, cuando llegan los enormes chuletones a la mesa (con las brasas para cocinar la carne uno mismo), con una ensalada de tres tipos de tomate, pimientos verdes y atún rojo a la plancha.. todos vuelven corriendo. Hay que recuperar fuerzas después de un día intenso que seguramente, repetiremos.
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