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El Parque de las Ciencias de Granada es más que un museo de ciencia. Es un recinto de 70.000 metros cuadrados, muchos de ellos al aire libre, a poco más de un cuarto de hora paseando del centro de Granada. Aquí se podrá satisfacer esa necesidad básica de la curiosidad, el aprendizaje y el de pasar buenos momentos con amigos y familiares. Cerca del centro de la ciudad y con espacios especialmente amplios, es un lugar perfecto para visitar en estos momentos de normas sanitarias y distanciamiento físico obligatorio.
Abrió sus puertas por primera vez hace ya 25 años, con apenas una décima parte de su tamaño actual. Su emblema siempre ha sido "prohibido no tocar", aunque las restricciones de este momento han obligado a modificarlo, pues todos sus módulos de tocar se activan ahora por sensores infrarrojos de cercanía. Con el "prohibido no tocar" convertido en "prohibido no acercarse", el museo mantiene su esencia y permite al visitante seguir disfrutando de la ciencia de una manera cercana.
El Parque de las Ciencias ha diseñado para estas Navidades un programa especial que haga olvidar, a grandes y pequeños, lo que ocurre fuera. Y que todos recapacitemos sobre la ciencia y su necesidad. No hay edad mala para visitar el museo y tampoco es indispensable tener formación científica previa. "En este museo granadino todos son bienvenidos, sin importar la franja de edad o la formación previa, todo el mundo encontrará suficientes estímulos en su visita", apunta su directora, Cristina González.
La oferta expositiva que encontrará el visitante está llena de sorpresas. En una jornada, podrá pasear por la franja tropical del planeta –desde las selvas lluviosas de Indonesia hasta los bosques húmedos de la Amazonia, pasando en el camino por Madagascar–; conocer, con impresionante detalle, el cuerpo humano y cada uno de sus órganos; descubrir lo que siempre se nos ha pasado por alto sobre el movimiento de los animales salvajes; o, gracias a Robots 2.0 ¿Todo controlado? -próximamente- conocer y reflexionar sobre los efectos en el ser humano de la masiva implantación de la robótica en numerosas actividades humanas.
Más allá de sus exposiciones, temporales o permanentes, la propuesta a quienes se acerquen al recinto se amplía con talleres educativos, dos escape rooms, el Planetario, el taller de rapaces o actividades tan especiales y únicas como el Guitar FabLab, donde Pepe Zapata, productor audiovisual de música y desde hace años un profundo estudioso de la guitarra y de los instrumentos de percusión en general, ha diseñado un estupendo taller en el que nos explica los misterios de la guitarra, del cajón y de otros instrumentos del mejor modo posible: tocando música y envolviéndonos con ella.
La exposición Tocar el cielo. Explorar el espacio se inauguró el pasado verano. Es un viaje espacial que pone al visitante mirando a la Luna en la primera parada. Una vez revisada la geografía lunar, el espacio de meteoritos nos muestra decenas de ellos y desvelará algunas cosas que, probablemente, no sabíamos. Y nos asombraremos con unos meteoritos metálicos especialmente llamativos. Aunque si vamos con los más pequeños, es posible que a estas alturas se nos hayan escapado. Habrán visto, quizá de soslayo, la sala contigua, donde se exponen los trajes de astronauta, y se habrán ido corriendo a soñar con llevar uno de ellos puesto.
No son solo los niños quienes se sienten fascinados con los trajes de astronauta, a casi todo el mundo nos atraen. Sorprende lo llamativos que son los actuales, y alucinaremos –nunca mejor dicho– al comprobar la similitud que tienen con el primer prototipo de traje espacial que diseñó el granadino Emilio Herrera, que luego sirvió de modelo a la NASA para las equipaciones actuales. Uno de los trajes expuestos –aunque de manufactura rusa– es el que usó el astronauta y actual ministro de Ciencia, Pedro Duque, en sus entrenamientos y viajes espaciales. Se pueden ver en la muestra, junto a todos los gadgets que los astronautas meten en sus maletas espaciales: material de aseo e higiene personal, material médico, comida (palomitas incluidas) y bebida –en el espacio no solo se bebe agua, sino también el indispensable café y el quizá no tan necesario vodka. Pero, claro, para eso se trataba de misiones espaciales rusas...–.
En el Parque de las Ciencias siempre pasa algo. Navidad con ciencia es un programa emblemático en el museo con actividades especialmente diseñadas para esta época tan especial que, en esta ocasión, tiene además un componente solidario. El Parque está involucrado con la difusión de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) impulsados por las Naciones Unidas. La directora del museo explica que el centro está comprometido "con un mundo mejor. Y en ese empeño, hemos diseñado todos nuestros talleres para que cada uno de ellos refuerce al menos uno de esos objetivos. Por ejemplo, en diciembre haremos énfasis en el de la salud".
El programa incluye un conjunto de ocho talleres educativos relacionados con las exposiciones y otras actividades del museo que se impartirán mañana y tarde durante todo el periodo vacacional. Dadas las circunstancias especiales de este año, "y por si alguien nos echa de menos y quiere acompañarnos, aunque no pueda estar físicamente con nosotros, retransmitiremos algunos en streaming", adelanta González. Literatura, magia, ciencia, tecnología, teatro y música son los formatos en torno a los que se impartirán dichos talleres navideños hasta el 5 de enero.
En 2016, el museo incorporó una de esas propuestas radicalmente diferentes: el Biodomo, un espacio con animales y plantas "de gran nivel biológico y nuestra estrella del momento". Es un lugar enfocado a la biodiversidad en el planeta, en el que apreciar, disfrutar y aprender sobre la fauna y flora: desde el río Mekong hasta la Amazonía brasileña. "Una instalación dedicada a la educación, conservación e investigación que tiene un gran nivel de confort para los animales, como muestra el hecho de que desde el primer momento se reproducen con bastante facilidad y frecuencia. Se ve que se encuentran cómodos", reconoce, entre risas, la directora del centro.
Efectivamente, la familia del Biodomo va camino de convertirse en la gran familia del Biodomo. No para de crecer el número de ejemplares. Ahí está la comunidad de nutrias asiáticas de uñas cortas. Nacieron en agosto de 2020 y aún siguen a su mamá y a su papá a todas partes. Es divertido ver a un montón de nutrias, grandes y pequeñas, ir de arriba abajo y, de vez en cuando, pararse a mirar al visitante a través del cristal. También en verano nació la cría de perezoso de dos dedos, que continúa pegada a la barriga de su mamá, que la lleva parsimoniosa de un lado a otro de su hábitat.
Y fuera de la propuesta museística tradicional, el centro ha producido para los aficionados a las escape rooms, ¡Al rescate de la ISS! y Tras el legado de Félix. Con el objetivo de disfrutar mientras se conoce algo más del espacio y la biodiversidad, el participante puede seguir las pistas y responder a los retos que encontrará a través de códigos QR. Y si el café y el tentempié son inaplazable, Jorge, Mari y sus compañeros sabrán dar cuenta de las necesidades del visitante en alguna de las dos cafeterías. Ambas muy agradables pero, si hace buen tiempo, no hay motivos para no sentarse en la cafetería de la plaza Curie a ver las curiosas y pesadas esculturas de piedra movidas por apenas un hilo de agua. Cosas de la física, que el personal del museo, seguro, sabrá explicarnos.
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