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Las vacaciones son la excusa perfecta para hacer planes en familia. En Valencia el frío no es excusa y mucho menos si el plan pasa por acercarse a conocer una de estas tres propuestas: Factoría del Ratoncito Pérez, Teatro La Estrella y Jardí Botánic.
¿Qué pasa con los dientes que se les caen a los niños? Esta pregunta, recurrente entre los más pequeños, encuentra su respuesta en la Factoría del Ratoncito Pérez. Mediante una visita guiada repleta de magia los niños conocen el proceso por el que pasan sus dientes, desde que se ponen bajo la almohada hasta que aparece en su lugar una moneda o un regalo.
La fábrica, el único taller de dientes que se puede visitar en Valencia, se recrea y reproduce el universo del Ratón y su proceso de trabajo. Al entrar en el taller, los niños hacen un pequeño trato: No pueden desvelar cómo los ratones convierten los dientes, que llegan desde los cinco continentes, en diferentes medios de transporte. Su forma de trabajar es un secreto.
La factoría está envuelta por las vías por las que pasan los vagones cargados de los colmillos, molares o incisivos que han caído esa noche. "La combinación entre contenido pedagógico y partes lúdicas hace que se lo pasen bien toda la hora. Todo es tan mágico y tan peculiar que con los niños funciona muy bien", explica Paula Salinas, una de las pedagogas del taller.
A veces, confiesa, incluso el magnate hace una visita a sus instalaciones para comprobar si los niños y los trabajadores están bien atendidos. Acompañados en todo momento, los pequeños disfrutan en cada instante de la visita teatralizada. Alerta spoiler: ¡Se volverán locos con las burbujas!
Mientras activan las máquinas que procesan los dientes –lavan, pulen y clasifican– o descubren los rincones de la casa en la que vive el señor Pérez, los niños conocen los distintos tipos de dientes, su composición y aprenden, por ejemplo, las pautas básicas para lavárselos. "Les hacemos siempre reflexiones sobre salud bucodental: Cuándo hay que lavarse los dientes, por qué, que no solo las chuches producen caries…", comenta Paula.
El cerebro del taller es Vicent Vila, responsable durante décadas del proyecto Escalante, el teatro infantil por excelencia en Valencia. Las sesiones, explican los gestores, están pensadas para grupos de hasta 35 personas y duran una hora. Los sábados, domingos y los festivos navideños hacen cuatro pases diarios y recomiendan reservar las entradas con, a lmenos, una semana de antelación.
Al final del recorrido hay una pequeña tienda de juguetes, antigüedades y libros de fabricantes valencianos, entre los que se pueden encontrar 'guardadientes', para evitar que se pierdan durante la noche bajo la almohada. Tras la visita, ya sabrán dónde van a parar.
En este particular teatro conviven Caperucita, Pedro y el lobo, El brujito de Gulugú y La Ratita presumida con otros amigos ratones. Todos se mezclan en las historias con Bombalino, Cuchufleta y Coscorrino, los tres payasos que cuentan locas aventuras que fascinan a los niños. "Nuestro objetivo es que nadie se levante de su sitio. Que no vayan al baño, que no bostecen", cuenta Maite Miralles, responsable de la sala que adapta cuentos y canciones infantiles.
Entre su variopinta programación mezclan narrativas tradicionales con canciones populares y en la divertida escenografía aparecen marionetas y juegos con sombras, que cuentan historias guiadas por los payasos que hacen participar a los niños.
Los responsables, que llevan décadas en el espectáculo infantil –provienen de Barrio Sésamo– juegan con acciones espontáneas y escenarios sorpresa para mantener continuamente la atención. "Nos gusta jugar con el ritmo, empezar flojos e ir subiendo poco a poco, bajarlo en algunos momentos… Si estás siempre arriba, los niños se vuelven locos", comenta Maite. "Lo tenemos todo estudiado, son impulsos constantes", reitera la actriz.
La escenografía de la obra, que cambia constantemente, está cuidada al detalle. Todos los materiales los trabajan en la propia compañía, enfocados a entretener a los niños. "Decimos de broma que somos 'barrococós'. En una época austera y gris, vamos a por todo el color".
Sin embargo, advierte, el teatro no es solo infantil. Lo es en apariencia. "Los niños hay cosas a las que no le dan importancia. Importante que los mayores se rían con sus hijos, que vengan al mundo fantástico y olviden sus historias aunque sea por una hora… Se trata también de embelesar a los mayores con un teatro aparentemente de niños".
Sobre el escenario, los niños pueden descubrir el mágico hechizo del Brujito de Gulugú, que quiere convertir en cosas aquello que él desea o el peculiar romance entre Caperucita y Pedro, ambos unidos por huir de los lobos –algunos más reales que otros–.
La compañía posee dos salas de teatro donde disfrutar de sus espectáculos y los de otras compañías invitadas: la Sala Petxina (Calle Sanchis Bergón, 29) y la Sala Cabanyal (Calle Los Ángeles, 33B) y, en Navidad, interpretan funciones todos los días. Un giro de 180 grados sobre el escenario. Literalmente.
Aunque el frío apriete un poco, el pulmón de la ciudad es un paseo casi obligado. Una gran manzana verde donde perderse mientras haga un poco de luz. El espacio, tutelado por la Universidad de Valencia, se creó hace cinco siglos como huerto de plantas medicinales, para gestionar y estudiar la diversidad propia de la zona.
Con el tiempo ha ido dando paso a decenas de actividades al año, que coordina también la universidad a través de la unidad didáctica, enfocadas en acercar al visitante a la naturaleza y a la ciencia. En total, hay cerca de 4.500 especies en estos jardines, divididas en 20 colecciones monográficas.
También hay un poquito de Darwin, de Russel Wallace y de Lamarck en cada paso que se da. Los visitantes pueden pasear entre palmeras y cactus al aire libre, perderse en los invernaderos de plantas trepadoras o, las favoritas de los escolares, las plantas carnívoras. "¿Me pueden comer la mano?", preguntan incrédulos los niños a menudo.
Cuando se acercan los festivos, los talleres también florecen de la tierra. Los niños (y sus acompañantes) pueden aprender a hacer cosméticos, qué plantas son comestibles, las claves de los condimentos o a combinar plantas aromáticas. Mientras preparan galletas para merendar, los monitores les explican las cualidades del chocolate y del jengibre con el que dan forma a los muñecos.
Para los artistas en potencia, hay talleres de dibujo y manualidades constantes, ahora con temática navideña y cuyos resultados irán a decorar los espacios del Botánico durante las fiestas.
Desde la Universidad intentan mezclar en cada visita la parte entretenida de las manualidades con el aprendizaje. Así, por ejemplo, pueden conocer de dónde viene la tradición de poner un árbol por Navidad –y por qué es un abeto y no otro–, qué relación tiene el muérdago con los besos o qué es esa planta roja que se pone en la mesa y por qué se llama Flor de Pascua. También pueden aprender cómo es la Navidad en otros lugares del mundo. ¿Por qué en Rusia se regalan mandarinas? Y en Australia, ¿cómo se celebra con el calor de verano?
Aunque, con diferencia –y con el perdón de las plantas carnívoras– lo que más entusiasma a los niños, y a los no tan niños, son los gatos. El jardín cuenta con una colonia enorme de felinos que campan a sus anchas entre las plantas y, como son muy dóciles, son la diversión preferida de los visitantes. Ojo: cuando los pequeños vean al primero, no podrán parar hasta cogerlo.
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