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Se encienden los focos, suena la música y los niños se sumergen en un mundo mágico capaz de dejarles hipnotizados durante horas. Miran, sin perder detalle y sin dejar de comer palomitas, cómo vuelan los acróbatas por encima de sus cabezas o cómo la contorsionista es capaz de hacer posturas imposibles. Se ríen con los payasos, aplauden después de cada actuación y hay alguno que hasta sale a participar en medio de la pista.
Pero además, el Circo Raluy ofrece la posibilidad a las familias de quedarse a dormir con ellos y descubrir qué hay entre bambalinas; una experiencia inolvidable y el sueño de cualquier niño hecho realidad. Porque ¿te imaginas asomarte por la ventana de tu habitación y ver la carpa de un circo? Pues en la era en la que ya es posible dormir en casi cualquier sitio y hay alojamientos bastante curiosos, esta familia de artistas que lleva décadas sorprendiendo al público propone ver de cerca cómo es la vida circense más allá de los focos y aplausos.
"La gente ni se imagina cómo es nuestro día a día", explica William Giribaldi, marido de Rosa Raluy y encargado de recibir a los huéspedes que se alojan en este peculiar hotel, mientras nos reconoce que precisamente la posibilidad de ver cómo es el circo desde dentro es lo que más llama la atención a los turistas que se alojan con ellos.
"La mayoría de nuestras giras las hacemos por Cataluña, así que mucha gente nos preguntaba dónde podían quedarse a dormir cuando venían a vernos desde lejos. Por eso se nos ocurrió hospedarlos aquí", comenta mientras nos enseña la única habitación disponible para los visitantes en este particular hotel. Es un carromato auténtico de 1936 dividido en un salón con chimenea y televisión, una habitación con cama doble y otra con una litera para los niños. Nos sorprende lo espacioso que es el lugar para ser una caravana y que tiene hasta baño con ducha.
"Dispone de todas la comodidades, ya que es muy parecido a los carromatos donde nosotros vivimos, aunque, en nuestro caso, cada uno lo decora a su gusto porque es nuestra casa todo el año. Nos movemos, de media, una vez cada dos semanas, incluso a veces una vez a la semana; por lo que vivir así es lo normal", aclara William, jefe de pista y malabarista que lleva viviendo en caravanas desde su infancia.
Su padre era lanzador de cuchillos y su madre trapecista, así que tiene el espíritu nómada y el arte en los genes. "Yo solo me quedaba con mis abuelos cuando se iban de gira y tenía que ir al colegio. Para la vida de circo, vivir en caravanas es lo más práctico y cómodo. Yo en Barcelona tengo un piso y a mí ni se me ocurre ir allí cuando tenemos espectáculo en la ciudad. Esta es nuestra casa".
Al llegar por la mañana, después de instalarnos en la habitación tenemos la oportunidad de ver los ensayos y hacer una visita guiada antes de que empiece la función. Globò, el payaso cara blanca, es el encargado de explicar no solo la historia del circo sino también todas las curiosidades que el gran público desconoce como, por ejemplo, que cada artista debe estar preparado para salir dos números antes de su actuación. En el caso de que haya algún imprevisto, la máxima es que el espectáculo siempre debe continuar.
Y es que la familia Raluy lleva décadas haciendo el más difícil todavía. Fueron los que inventaron el primer cañón-bala que disparaba a dos personas al mismo tiempo. Con esto viajaron por todo el mundo en una época en la que no tanta gente viajaba.
Luego inventaron el coche del triple salto mortal: una temeridad en la que un coche llegaba por una rampa situada fuera del circo, el final de esa rampa estaba dentro de la carpa y el vehículo daba tres vueltas en el aire hacia delante hasta caer sobre las ruedas con una persona dentro. Con esto y con un número acrobático de barras con payasos se hicieron muy famosos. Y poco tiempo después, consiguieron fundar su propio circo, que tuvo varios nombres hasta convertirse en 1983 en lo que es hoy: el Circo Histórico Raluy.
La saga comienza en los años 30 con Luis Raluy, que a pesar de trabajar en una fábrica, su pasión por la acrobacia le llevo a unirse al circo. Muchos años más tarde, su hijo Carlos tuvo la idea de crear un circo a la antigua, como eran hacen siglos y exponer al público toda la colección de caravanas antiguas que tenían.
"Es un circo museo muy reconocido a nivel europeo porque nuestras antigüedades son originales y las usamos, viajan sobre las mismas ruedas. A diferencia de otros circos que cargan sus antigüedades para trasladarse, nosotros no. A 30 o 40 kilómetros por hora, las movemos como podemos", nos explica Globò mientras nos enseña estas joyas.
En el precio de la habitación, 250 euros para 4 personas, se incluye la posibilidad de ver las dos actuaciones. Una desde primera fila y la segunda, cotilleando entre bambalinas o desde las filas superiores del circo. Aunque la mejor parte llega a la hora de dormir, con los niños jugando en las literas, asomándose por la ventana y viendo al hombre forzudo que les saluda desde su casa. "¡Mira, mamá!", gritan emocionados.
A la mañana siguiente, cuando recogemos la maleta y abandonamos el lugar, les pregunto qué ha sido lo que más les ha gustado: "El circo", me dicen haciendo un buen resumen y dándome a entender que les ha encantado todo. Y yo pienso que será difícil que cuando vuelvan al colegio, sus compañeros les crean cuando cuenten que pasaron el fin de semana durmiendo en el circo.
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