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El tren turístico está a punto de arrancar. Los últimos pasajeros suben apurados, se sientan y el conductor comienza un breve recorrido de poco más de dos kilómetros que separa el paseo de la Libertad de las Salinas de Torrevieja. Los niños se divierten saludando con la mano a coches y viandantes que se cruzan en su camino, sin saber aún que lo mejor del viaje se encuentra en el destino.
Una verja azul da paso a las instalaciones salineras y pronto sus caritas se convierten en pura sorpresa al descubrir a lo lejos las enormes montañas de sal de más de 20 metros. Algunos creen que son de nieve, aunque no hace frío. Estamos a más de 30 grados y lo que vemos ante nosotros son miles de toneladas de sal apiladas que alcanzan los siete pisos de altura, las mismas que verán salir a los ciclistas de la Vuelta a España 2019 el día 24 de agosto.
"La extracción de la sal en estas lagunas se remonta a tiempos romanos, al siglo I a. C.", desvela Mari Paz Encarnación, la guía del 'Grupo Salins' que acompaña a los pasajeros y completa la locución informativa que se emite a través de los altavoces del tren. "Estamos en las salinas más grandes de Europa en cuanto a producción. De estas lagunas se extraen al año una media de 600.000 toneladas", comenta. En cuanto a superficie, hablamos de "2.100 hectáreas –lo mismo que 2.187 campos de fútbol– de las cuales 700 corresponden a La Mata y 1.400 a Torrevieja".
"¡Papá, mira, el agua es rosa¡", grita una niña de unos siete años. Es la segunda sorpresa de la visita. Los tonos rosados que exhibe la gran laguna al pie de las montañas deja a todos ensimismados. Es el momento de sacar el móvil para las fotos. Una pareja de franceses se hace un selfie en este paisaje tan pintoresco e instagrameable, mientras varios niños se acercan al agua, lo tocan intentando atrapar ese tono rosa que se les escapa entre los dedos. "Llevo un año haciendo esta visita y la laguna rosa me sigue regalando momentazos. Nunca está igual un día que otro. Cambia continuamente de tonalidad según la hora del día, la incidencia del sol o el clima. El último tren en verano sale a las 20:00 h y es una maravilla ver la laguna al atardecer", confiesa la albaceteña.
La pregunta sobre el por qué la laguna es rosa no se hace esperar. A Mari Paz le encanta esa curiosidad que suscita entre los visitantes y a la que ella siempre sabe dar respuesta. "Hay tres factores que provocan este color rosado en el agua. El primero son las halobacterias, unos microorganismos cuyas membranas son de color púrpura. El segundo factor es la dunaliella salina, un alga unicelular que desprende un pigmento rosáceo llamado caroteno. Y por último, la artemia salina, un diminuto crustáceo que se alimenta de los dos organismos anteriores y que también adquiere ese color".
La guía llama la atención de los más pequeños y lanza una pregunta: ¿De qué color son los flamencos? "Rosas", dicen todos al mismo tiempo. "Correcto. ¿Pero a que no sabíais que cuando nacen son blanquitos? La razón de que su plumaje se vuelva rosa se debe a su alimentación, ya que comen crustáceos como la artemia salina que les da ese color". "Hala", exclama más de uno.
Hoy no se ve ningún flamenco en la laguna. Solo un globo rosa que recuerda el primer aniversario de la apertura de las salinas a las visitas turísticas. "Los flamencos se pueden ver en la laguna de la Mata. Aquí la concentración de sal es demasiada para ellos", explica la guía. "Si el contenido de cloruro de sodio del agua de mar es de 30 gramos por litro, aquí tenemos 300, diez veces más; mientras en la Laguna de la Mata es de 120 gramos por litro". La Laguna de Torrevieja tiene casi tanta sal como el mar Muerto, cuya concentración oscila entre los 350 y 370 gramos.
Aunque los flamencos prefieran aguas menos salinas, en este humedal es posible ver otras muchas aves sobrevolando la laguna. Es el caso de la ciguüeñuela, el chorlitero patinegro, la gaviota picofina o la de Audoin, una especie muy escasa y rara que habita en el parque natural al que pertenecen las salinas. También se avistan el aguilucho cenizo, vuelvepiedras y tarros blancos, cuyos polluelos corretean entre las piedras del antiguo dique de sillería del siglo XIX. En torno a esta salmuera encontramos hierbas como las sarcocornias y salicornias o las plantas barrilleras, las primeras utilizadas por algunos chefs en sus cocinas; y las segundas, en otros tiempos, usadas para hacer jabón.
Mari Paz continúa las explicaciones de la visita en varios idiomas. Hay más turistas extranjeros que locales, sobre todo ingleses, franceses y nórdicos. Frente a la patacha, la guía explica cómo esta barcaza plana con estructura de madera similar a una escalera se utilizaba antes del año 2000 para reparar los 5 kilómetros de tendido eléctrico que sobrevolaba la laguna, hoy soterrado.
El grupo se para también ante una vieja remolcadora de sal y una locomotora de los años 80 restaurada, donde Mari Paz aprovecha para explicar el proceso de extracción de la sal. "La Lagunas de Torrevieja se nutren de las aguas del mar, a través del canal del Acequión; de la salmuera que llega de las montañas de Cabezo de la Sal, en el Pinoso; y de la Laguna de la Mata, desde donde se hace un trasvase de agua cuando alcanza los 120 gramos de sal por litro. Ya en Torrevieja es cuando, a través de la evaporación, la sal alcanza los 300 gramos, se cristaliza y se deposita en el fondo de la laguna".
La sal puede extraerse cuando alcanza los cinco centímetros de espesor. "En los años 20, su extracción se hacía a mano. Hoy está completamente mecanizada y una rompedora con sistema GPS recorre la laguna arrancando la costra de sal con una cuchilla. La sal se carga en varias barcas que forman la rache y se deposita en la isla, en medio de la laguna. Aquí se produce el primer lavado con agua a presión para eliminar yesos y lodos principalmente. Una cinta transportadora lleva la sal a un lavadero en tierra firme donde se criba y se lava de nuevo para quitar todas las impurezas antes de apilarla en montañas", explica con detalle Mari Paz, mientras anima al grupo a subir al mirador, el momento más esperado por todos.
Pisamos una oscura y dura costra de sal. Bajo nuestros pies, hay 8.000 toneladas de sal. Desde arriba, las vistas sobre las salinas no decepcionan. A ambos lados de la cinta transportadora se erigen varias pirámides blancas de formas perfectas que parecen retar a la gravedad. "Cada una de estas montañas tiene un uso y un destino diferente", comenta la guía. "Esa de allí tiene 40.000 toneladas y va para Noruega, para el deshielo de carreteras. Y aquella otra, de 70.000, es para Finlandia, para el sector de alimentación. El norte de Europa es nuestro principal cliente pero realmente distribuimos a todo el mundo", señala Mari Paz, quien recuerda que es un producto sin fecha de caducidad y con más de 14.000 usos. "Se usa para fabricar diversos productos: desde sal para el lavavajillas, a piensos de animales, sueros salinos o colorantes para el sector textil. Por supuesto también para la alimentación", recalca.
Las vistas desde lo alto te dejan perplejo. A pesar del calor, se siente la brisa del mar y las ganas de marcharse son pocas. Han pasado 45 minutos, Mari Paz mira su reloj y anima al grupo a volver al tren. Pero le hacen poco caso, una pareja vuelve a sacar su móvil para inmortalizar el momento, otros bajan de la montaña para pisar la sal y dejar su huella; mientras los más adelantados se acercan a la laguna blanca, frente al mirador, y meten la mano en busca de la apreciada Flor de Sal. "Se puede coger un poco de sal de recuerdo, pero bañarse está totalmente prohibido", alerta.
"Es ahora, en verano, cuando el contraste de temperatura entre el día y la noche produce una fina capa sobre el agua que da lugar a la Flor de Sal. Siempre se recoge a mano y al alba, antes de que el viento de levante haga que la sal se hunda al fondo", explica la guía a un turista inglés que pregunta por su valor. "Es una sal orgánica súper apreciada en alimentación por su fina textura y su potente sabor. Además, su producción es muy limitada".
Ya es hora de volver. El tren arranca de nuevo y en poco más de 15 minutos deja a sus pasajeros en el mismo punto de partida, frente a la plaza de Waldo Calero. Mari Paz se cambia de tren, uno que ya recibe a los nuevos viajeros. Pronto comenzarán su aventura a uno de los paisajes más "salados" de este rincón de la Costa Blanca alicantina.