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Para entender parte del paisaje que hoy encontramos en la Ribera del Duero, hay que retroceder hasta la Edad Media, cuando el vino se convirtió en un elemento indispensable en la liturgia y vida diaria de los monjes. Ya era conocido antes por los vacceos y romanos que habitaron la zona, pero fueron los Cistercienses y Benedictinos los que perfeccionaron el cultivo de lo que consideraban un producto sagrado. Hoy, enclavados junto al río, muchos de esos monasterios se han convertido en hoteles de lujo rodeados de grandes extensiones de viñedos. 'Santa María de Valbuena', fundado en 1143, o la 'Abadía Retuerta LeDomaine', de 1146 son dos claros ejemplos.
El primero, situado en San Bernardo, es una joya arquitectónica de finales del románico. Además de pasear por su claustro, su refectorio o su sala capitular, ofrece una zona termal que supera los 2.000 m2. El segundo, en Sardón de Duero, es una abadía con estilo tardorrománico y gótico que, además de tratamientos de spa, cuenta con una interesante oferta gastronómica en su restaurante 'Refectorio' (1 Sol Guía Repsol).
Ya en Peñafiel, otro alojamiento que propone un "descanso espiritual" es el 'Convento de Las Claras'. Su gran claustro cubierto de una bóveda de cristal da la bienvenida a este edifico de 1606 del que se ha mantenido la estructura original y en el que sus 64 habitaciones ocupan las antiguas celdas de las monjas franciscanas que lo habitaron. Otra opción es conducir hasta Curiel, donde su castillo medieval, enclavado en lo alto de un cerro rocoso, nos brinda la ocasión de dormir a cuerpo de rey. Es la fortaleza más antigua de la provincia de Valladolid y sus vistas fascinan a todo el que se asoma. Cuenta con 25 habitaciones y desde sus almenas se controla buena parte del valle del Duero.
En Quintanilla de Onésimo, junto al puente romano que ve pasar el río Duero, se halla otro oasis de paz: 'Fuente Aceña', un coqueto hotel boutique que ocupa un viejo molino harinero. Es una delicia abrir la ventana y solo ver el bosque, escuchar el sonido del río y desayunar los bollos que cada mañana trae el panadero del pueblo. Un gran cubo anexionado a la estructura antigua alberga sus 22 habitaciones, todas con vistas al Duero. Su restaurante, con 1 Sol Guía Repsol, es una buena excusa para quedarse un día más.
Y para quienes busquen algo más económico, el hotel 'LaVida Vino Spa' es una opción interesante. Situado en Aldeyuso, a cinco minutos en coche de Peñafiel, este alojamiento ocupa un antiguo lagar comunitario, donde la gente pedía cita para poder prensar sus uvas. En uno de sus salones conservan esta gigantesca estructura artesanal hecha de piedra y madera. El pueblo promete una estancia tranquila: en invierno únicamente viven en sus calles 13 personas.
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