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La Cuevona recibe al visitante dispuesta a abrirle una puerta a otra época.

Carreteras para perderse: Ruta de Muñorrodero a la Cuevona (III)

Día 3: La Cuevona, una puerta al pasado

Actualizado: 05/10/2018

Fotografía: Sofía Moro

Desde que en 2014 se inauguró el último tramo de la Transcantábrica (A8), el viejo asfalto de la antigua N-634, pesadilla de camioneros y viajantes, se ha convertido en una ruta cálida, dispuesta a ofrecer sus secretos –y tiene muchos– a quienes aman perderse por la costa. Cerramos este recorrido por carreta en el tercer día con una visita pausada a un lugar especial que bien lo merece: la Cuevona de Cueves.
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RECORRIDO: De Nueva a la Cuevona de Cueves.
17,6 km por AS-263.

Comenzar el día con un empujón de media hora sobre esas cuatro ruedas, que aliadas con una vieja nacional tanto ofrecen, es un aperitivo de una jornada más corta en un lugar que se merece una estancia muy calmosa. Además, conviene iniciar el regreso a casa sin agotamientos y después de un banquete bien ganado, como broche a tres días sensoriales.

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En coche o a pie, la experiencia es la pera. Foto: Sofía Moro.
En coche o a pie, la experiencia es la pera. Foto: Sofía Moro.

1. La Cuevona de Cueves

Entrar con el coche en una cueva es una pasada. El trayecto de 300 metros está iluminado y las formaciones kársticas, estalactitas, estalagmitas coladas y columnas, además de las altas bóvedas, convencen al viajero del coche a revisitarla como peatón. Es un lugar especial.

Los monumentos naturales también nos temen.
Los monumentos naturales también nos temen.

La gran caverna fue durante siglos la única entrada al pueblito de Cuevas del Agua (Ribadesella). El tren hacía más fácil la comunicación y, aún hoy, es utilizado por los vecinos y los turistas, más bien montañeros o peregrinos.

Los hórreos asturianos se conservan tal cual en Cueves del Agua.
Los hórreos asturianos se conservan tal cual en Cueves del Agua.

Atolondrados aún por la entrada a la aldea, el paseo por sus calles lleva al visitante maduro a pensar que en realidad su coche era el del científico Doc saltando al pasado y está a punto de toparse con el bisabuelo de Marty McFly. Para otra generación es una puerta tan hermosa como la del armario de Narnia o un lugar alrededor Hogwarts, el cole de Harry Potter. Los hórreos bien conservados; las casas con sus ristras de maíz en las solanas; las vacas que pacen entre los picos y el Sella, al pie del tren, son de otro mundo. Una estación de Renfe que se abre a un pequeño valle, donde los Picos de Europa tratan de tú a tú al paseante, llevan a los visitantes a flipar en colores, como murmuran "los mochileros" que regresan hacia la cueva para salir del lugar encantado.

Estación de Cueves, durante decenas de años la comunicación de Cueves con el mundo y que aún funciona.
Estación de Cueves, durante decenas de años la comunicación de Cueves con el mundo y que aún funciona.

Por el contrario, el viajero sobre las cuatro ruedas sí puede tomarse un café en el hotel, bar y restaurante 'Cuevas del Mar', para asimilar dónde ha entrado. Después, con el ánimo recompuesto, lanzarse por las calles estrechas y llegar hasta el fondo del valle. No hay cámara ni móvil capaz de captar todo eso, pero sí las nubes modelo telaraña, que se enganchan en los picos y humedecen el pequeño valle.

Paisaje de Cueves, al otro lado de la vía del tren.
Paisaje de Cueves, al otro lado de la vía del tren.

Acabado el deambular por el lugar, si es posible con calma porque lo merece, a la intención y el tiempo del viajero queda el intento de visitar la cueva de Tito Bustillo, a la puerta de Ribadesella.

Ermita en el centro de Cueves.
Ermita en el centro de Cueves.

Fijada la panorámica en las retinas y repletos de recuerdos que ya almacena nuestro neocórtex, la aventura merece un final feliz. El restaurante 'Arbidel', en Ribadesella, suele ser una elección interesante para ayudar a fijar tanto recuerdo.

Dejar la Cuevona es siempre triste.
Dejar la Cuevona es siempre triste.

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