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Bob Pop es escritor, creador, analista, pensador. Y un gran hedonista. Le gustan mucho los hoteles, comer producto local allá donde va y, en general, paladearlo todo. A rodar la segunda parte de su serie Maricón perdido se iría a Berlín, una ciudad que le encanta. Se pirra por la merluza frita del 'Jai Alai' de Madrid o por las patatas fritas de 'Dry Martini', en Barcelona.
Lo rico que está todo en Murcia. Estuve con Los días Ajenos en el Teatro Circo. Comí que te mueres. Mucha huerta murciana, todo cantidades pantagruélicas… No sabría decirte los sitios porque yo soy una estrella y me llevan y me traen las distribuidoras y las productoras, y yo me dejo. Nunca sé dónde me llevan a comer. Pero algo que he comprobado es que lo local sabe más rico en los sitios de donde es. La morcilla sabe mejor en Burgos, por ejemplo.
El ‘Jai Alai’ de Madrid , en la calle Joaquín Costa. Hacen la mejor merluza frita del mundo, los mejores chipirones encebollados, unas gildas y unas piparras que flipas. Tiene árboles, una terraza estupenda, y sobre todo está adaptado, que ahora es lo que más me importa. Me conocen ya y me tratan súper bien. Lo descubrí porque una de las propietarias, la nieta del creador, trabajaba conmigo y nos hicimos amigos.
A Hamburgo. Es una ciudad tan aburrida, tan decente, tan burguesa, que solo puedes ir a descansar. Es una ciudad muy cómoda, además.
Ahora mismo, que esté bien adaptado con las rampas con el ángulo necesario, que el baño sea adaptado, que el suelo sea antideslizante. Y que los empleados estén bien pagados, me encanta la iniciativa de las kellys. Que el personal sea amable. Que tenga una buena coctelería.
Mucho, me encanta que me lleven a los sitios de cada lugar. De hecho, después del teatro, es lo que siempre hago, siempre voy a sitios nacionales, de gastronomía local.
Hice un viaje a Los Ángeles con mi marido y luego Nueva York nos pareció ultradecadente. Los Ángeles es un lugar loco, lleno de posibilidades y de futuro, lleno de contrastes y de diversión. Imagínate, un viaje de una pareja gay donde no conducía ninguno de los dos. La gente se creía que éramos lumpen europeo. Me volvió loco. Hace diez años de eso. Recuerdo el autobús de línea desde Santa Mónica, la casita frente al mar en la que estábamos. Los restaurantes me encantaron. Descubrí que el calimocho, con tx y con k, era una bebida cool para el brunch.
Libros, las gafas de leer... El calzador. Antes en todos los hoteles había, pero ahora no. Yo llevo en el bolso, en la maleta…
Berlín. Es una ciudad chula. Es un destino inesperado, es una ciudad que se puede mostrar de muchas maneras. Yo he aprendido mucho de cine yendo a su festival. Rodar en Berlín en verano sería maravilloso. Es un lugar lleno de alegría y de gente de subidón. Además, siempre que he ido me lo he pagado yo, así que ahora que lo pague producción. También me encantaría Bilbao, porque no se ha mostrado mucho el Bilbao marica…
Ahora mismo no, me gusta mucho mi casa. Es muy amable. Salir de casa en Barcelona es menos complicado que en otras ciudades como Madrid, por ejemplo.
A París, a que vea museos, a que vea a otra gente distinta a la de su barrio, a que se le abran los ojos a la belleza y a la modernidad más absoluta.
Ostras, riquísimas, en un sitio asturiano en Barcelona que se llama ‘Llamber’, en la plaza del Born. Fui hace nada. Me gustan mucho las ostras, aunque no las tomo a menudo. Pero las de el otro día estaban súper buenas.
Suena Prince, Bowie, y algo de color local, depende de dónde vaya. La banda sonora de Cabaret o la de la serie alemana Babylon Berlin, en Movistar Plus.
Japón, pero sólo en primavera o en otoño. No he estado nunca y me encantaría.
Bien acompañado, con no demasiada gente, máximo seis, una amiga soltera que haga los recados. Odio viajar a apartamentos, quiero hoteles. Y si puede ser en tren, mejor que en avión.
Para mí no existe el placer culpable. Si es placer, no es culpable. Mojar pan me chifla, que me sirvan pan con mantequilla. O todas las cerdadas posibles. A disfrutar.
Cuenca, que me encanta. No está muy bien adaptada para mí, pero bueno. Y ahí hay que ir a ‘La Polvorosa’ y a ‘La Posada de San José’ (Solete Guía Repsol). ¿Por qué? Por todo. También pararía en Bilbao, insisto. Da igual el sitio. A mi me llevan a lugares maravillosos siempre.
A mi marido, sin duda, le encanta comer y se lo pasa muy bien. Y copia recetas y luego las hace en casa. No se puede pedir más.
En muy poco, no he dejado de ir a los sitios y, aunque parezca mentira, no me invitan a comer ni nada, así que sigo pagando. Sigo haciendo lo mismo…
La música ambiental. El personal quizá necesita ritmillo, pero yo no lo aguanto. Me gusta el sonido de los cubiertos contra la loza. Y, además, yo soy de escuchar conversaciones ajenas y la música me lo impide. Un horror.
Plato estrella: pescado al horno con chips de boniato o calabaza. Y de postre piña con jengibre o helado vegano.
Suelo desconectar mucho en los viajes, no se me ocurren historias en esos momentos, la verdad. Pero sí que me ayudan bastante para tener más energía, eso sí.
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