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Junto con Antoni Gaudí y Josep Puig i Cadafalch, Lluís Domènech i Montaner cierra la tríada de arquitectos del modernismo catalán que han situado a Barcelona como una de las ciudades más representativas de este estilo en Europa. El Palau de la Música Catalana y el Recinto Modernista de la Santa Creu i Sant Pau -ambos Patrimonio Mundial por la UNESCO- son los proyectos más ambiciosos y conocidos de Domènech i Montaner, pero el arquitecto catalán fue un hombre multidisciplinar involucrado en diferentes ámbitos.
La ciudad conmemora el centenario de su muerte con un Año Domènech i Montaner lleno de actividades y propuestas para resaltar la singularidad del que fue uno de los personajes más influyentes en la cultura y la política catalana a finales del siglo XIX y principios del XX. Caminar por el Eixample Barcelonés con la mirada alzada es casi una obligación; sólo así uno puede maravillarse por la profusión de detalles y simbolismos que exhiben los edificios modernistas, llenos de delicadeza y vistosidad, inspirados en la magia y en la belleza de la naturaleza.
Lluís Domènech i Montaner fue uno de los principales gestores de la singularidad del modernismo catalán, incorporando nuevas formas, estilos y materiales como el hierro y recuperando la cerámica y las artes decorativas. Pero de un hombre licenciado en Ciencias Exactas, Físicas y Naturales por la Universidad de Barcelona y en Arquitectura por la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid, es lógico esperar inquietudes en múltiples facetas.
El Domènech i Montaner historiador, experto en heráldica, político, diseñador gráfico, reformador de los planes de estudio de arquitectura, editor, dibujante, encuadernador y participante activo en múltiples instituciones fundamentales también protagoniza este año monográfico que se ha estructurado en tres ejes: Domènech Arquitecto, Domènech Policéntrico y Domènech, Europa y más. No esperes (solamente) visitas y rutas guiadas por sus monumentos y obras: la ciudad se ha volcado en una programación que incluye exposiciones, novedades bibliográficas y actividades culturales y musicales e, incluso, pedagógicas. Hay actos para todo tipo de gustos y públicos y todos ellos con un denominador común: acercar la figura de este hombre-orquesta y referente intelectual al público actual.
Esta joya arquitectónica ha sido calificado como “el edificio más modernista del mundo”, pero también es uno de los templos musicales de la ciudad. Aprovechando el Año Domènech i Montaner, conviven con la visitas guiadas habituales una serie de tours especiales que acercan el Palau al visitante de una forma totalmente nueva, tal y como hace la Visita-taller de dibujo para todos los públicos el día de Sant Jordi, el escape room Tocata y Fuga, en el que hay que encontrar los planos de la bomba atómica definitiva, o las Visitas Familiares, que incluyen un juego interactivo a través de una aplicación musical.
En el mismo auditorio, la exposición El Palau, Europa y la Puerta del Infierno documenta de forma minuciosa la titánica construcción del edificio y de su excepcional sala de conciertos y permite entender el fundamento creativo de Domènech i Montaner, que supo aglutinar en el Palau todas las artes decorativas de la época modernista. En noviembre, el poeta y artista poliédrico Eduard Escoffet se cuela en diferentes espacios del edificio y los resignifica simbólicamente con una intervención performática, que pone de manifiesto la conexión del auditorio con las actividades más heterodoxas.
Además de conferencias y conciertos repartidos durante todo el año en este colosal y abrumador conjunto modernista - el más grande del mundo-, el recinto ofrece exposiciones con motivo del Año Domènech, que incluyen todos los planos del edificio, los de 240 hospitales de todo el mundo que le sirvieron de inspiración e, incluso, los mosaicos que decoran el Pabellón de la Administración explicados de forma detallada.
Pero, sin duda, lo más original es el holograma interactivo del arquitecto a escala natural situado en el Pabellón de Sant Salvador. Podrás preguntarle sobre su vida y obra y él te contestará en primera persona y en varios idiomas.
Además de estas dos obras, declaradas Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO, en Barcelona hay varios edificios espectaculares que te harán desear haber pertenecido a la burguesía catalana en la época dorada de la edad de los prodigios. No hace falta que te pongas miriñaque; la ‘Casa Fuster’, en la parte alta del Paseo de Gràcia, es hoy un hotel donde podrás admirar los materiales nobles, como el mármol, en sus aires neogóticos y que alberga el restaurante ‘Aleia’, (1 Sol Guía Repsol).
En la manzana de la discordia del Paseo de Gràcia, junto a la casa Batlló de Gaudí y la Casa Amatller de Puig i Cadafalch, la Casa Lleó Morera fue el lienzo en el que Domènech i Montaner decidió dar rienda suelta a su querencia por el esplendor artístico. Y la Casa Thomas, en la cercana calle Mallorca, es una síntesis perfecta del estilo Domènech: líneas sinuosas, decoraciones vegetales y alto contenido simbólico con estructuras formales funcionales y modernas cada vez más ligeras y racionales.
Domènech i Montaner fue muy prolífico. De hecho, a principios del siglo XX, fue diputado por la Lliga Regionalista en las Cortes de Madrid, pero aún así tuvo tiempo -o el don de la ubicuidad- para tener ocho hijos y proyectar algunos de los edificios más importantes de su carrera.
Por toda Barcelona hay obras suyas y algunas de ellas pasan desapercibidas incluso para los barceloneses, como el pedestal al Monumento a Joan Maragall en el Parque de la Ciutadella, ornamentado con profusión de detalles como el relieve de mujeres bailando una sardana, o la barandilla de hierro del panteón de Anselm Clavé, que Domènech i Montaner realizó siendo muy joven.
La cercana localidad costera de Canet de Mar, en el Maresme barcelonés, fue donde el arquitecto tenía su casa familiar -que se puede visitar durante el Año Domènech-. El castillo medieval de Santa Florentina del municipio fue reformado por el arquitecto y su patio tiene tan buena acústica que a finales de mayo se celebra allí un Festival de Blues & Jazz. El edificio da tanto juego que durante todo el año habrá actividades de lo más variopintas como teatralizaciones, talleres de esbozos arquitectónicos o cenas con menús modernistas.
Reus, en Tarragona, es otra de las capitales catalanas del modernismo -además de ser la capital catalana del vermú-, y allí Domènech i Montaner dio rienda suelta a su lado más intelectual. El arquitecto pasó en la zona largas temporadas estudiando la Tarraco romana y el Monasterio de Poblet. Allí encontrarás la Casa Navàs (1908), la única obra modernista de Europa que ha llegado hasta nuestros días tal y como se estrenó. Visitarla es adentrarse en un jardín artificial lleno de filigranas, y durante todo el Año Domènech se organizan visitas guiadas. Además, en octubre se podrá visitar la exposición Domènech i Montaner, patrimonio de la humanidad. En busca del arte nacional perdido”. La muestra es un interesante itinerario fotográfico y audiovisual de los monumentos históricos y artísticos catalanes de la antigüedad que hoy son considerados patrimonio de la humanidad por la UNESCO y su repercusión en la obra del arquitecto.
Han pasado ya cien años desde su muerte, pero la impronta de Lluís Domènech i Montaner está presente en el territorio catalán en varios edificios singulares que aúnan tanto belleza como funcionalidad. Y Cataluña dedica este año a darle las gracias.