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Llueve en La Orotava, la localidad natal de Gonzalo Martín, cuando quedamos en su taller. Pero rápidamente se entra en calor, físico y creativo, al adentrarse en este estrecho local con varios recovecos, situado en la parte trasera de la casa de su madre. Una madre que ha sido testigo de cómo su hijo, que ahora tiene 47 años, fue dando pasos continuos en su carrera de ceramista: "me gusta desde pequeño y a los 18 años ya me lo tomé más en serio". Una insistencia práctica compaginada con distintos cursos, lecturas... y otros trabajos. Realizaba recuerdos para tiendas, elementos decorativos, algo de escultura y murales, siguiendo sobre todo patrones tradicionales canarios.
Sin embargo, esta labor repetitiva le resultaba "aburrida" y quería "hacer cosas distintas", crear más que reproducir. Así que hace ocho años tuvo otro punto de inflexión; hizo un parón vital para investigar más, acerca de tipos de barros, esmaltes, formas, moldes... Un proceso no exento de dificultades, también a la hora de dar salida a sus productos, aunque nunca se rindió. Y esta cocción lenta le condujo al mundo de las gastronomía. "En principio, no pensaba vender para restaurantes", recuerda Martín, hasta que le llegó un encargo del chef canario Braulio Simancas, antes al frente del restaurante 'Las Aguas' y ahora de nuevo en su proyecto originario de 'Silbo Gomero'. "En una fábrica no te hacen tiradas de 20, que es lo que pide este tipo de restaurante", con lo que encontró un nicho de mercado perfecto.
Un camino en el que también tuvo un papel fundamental ACME, empresa distribuidora de vajillas de Barcelona, dirigida a locales de alta gama. Un contacto que le ha ido abriendo las puertas de cocineros tan reputados como Martín Berasategui (con su restaurante homónimo en Lasarte-Oria), los hermanos Roca ('El Celler de Can Roca' en Girona) y Dabiz Muñoz (con 'DiverXO' en Madrid). Todos, con 3 Soles Guía Repsol. Y sin salir de Tenerife, colabora, entre otros, con Juan Carlos Padrón ('El Rincón de Juan Carlos') y Erlantz Gorostiza ( 'M.B'), ambos con 2 Soles Guía Repsol. Y de Gorostiza le surgió el vínculo con *Ángel León*, el chef del mar, que cada temporada le hace encargos para su 'Aponiente' de El Puerto de Santa María.
Se trata de piezas exclusivas, que dentro de su complejidad debe contar con la utilidad propia para el plato en cuestión. Primero viene el diálogo con el chef, para saber qué necesita, y a partir de ahí comienza un proceso de investigación, prueba e intercambio de sensaciones, sin un plazo determinado: "A veces hay cosas que parecen sencillas y cuestan más trabajo, y otras al revés". Puede tardar minutos en dar con la clave o hasta varios días.
Fuera, ha dejado de llover, y suena en la radio una tertulia económica. La radio le hace compañía, ya que el ceramista tinerfeño suele trabajar solo, aunque en ocasiones, como esta, cuenta con la ayuda de una persona. "Un día normal trabajo 12 horas, y hasta 14. Intento descansar sábado y domingo", para desconectar y poder centrarse en su familia. "A la cerámica hay que dedicarle mucho tiempo para diferenciarte", apostilla Gonzalo Martín, además "montar un taller es caro y necesitas espacio", aparte de los conocimientos que va dando la experiencia. En cualquier caso, "no te puedes cerrar a hacer lo mismo, hay que evolucionar". Más cuando hay una competencia tan fuerte por parte de la industria, que obliga a artesanos como él a ir por delante si quieren subsistir.
Hablando de evolución, se detiene delante de un horno a pleno rendimiento, y explica que funciona con gasoil, por ser más económico y permitir cocciones más rápidas, lo que incide en la dureza de la creación. Gonzalo Martín utiliza tanto el torno como moldes, en función del producto que busca; de hecho, calcula tener ya unos mil modelos. "Los nombres me cuestan mucho", reconoce, por lo que opta por la funcionalidad al elegir denominaciones. ¿Y qué materiales usa? Con predominancia del barro, cita la pasta de loza, el gres y en menor medida la porcelana. Tanto estos como los esmaltes deben proceder de la Península, sobre todo de zonas con mucha tradición como Barcelona y Valencia. Unos esmaltes aguardan su momento en un pasillo, concentrados en antiguas garrafas de agua.
Lo más fascinante es ir descubriendo la ejecución de estas explicaciones en vajillas de lo más curiosas, diseminadas por el taller. Por ejemplo, una colección de árboles que no son exactamente iguales –algo buscado–, en los que se pueden insertar hojas, y que han sido hechos para 'El Rincón de Juan Carlos' o una sugerente mano en la que se encaja un cuenco. Y eso que, según comenta Martín, suele ser Ángel León quien le pide las creaciones más disruptivas, y muchas de corte marino. En esa temática, el repertorio abarca desde la piel de pescado, hasta recipientes con forma de diamoteas, lapas, pulpos, caballas, chocos y rejos.
A su vez, recuerda que Erlantz Gorostiza le pidió en su momento un plato con forma de piedra para presentar ostras y que incorporara un espacio para hielo seco; uno de tantos desafíos. Llama también la atención un bloque de los que se utilizan en los puertos, con la marca del nivel de la marea incluida; o una serie de nubes flotantes, en este caso para el 'NUB Restaurante' (Recomendado por Guía Repsol) de Andrea Bernardi y Fernanda Fuentes. Se suceden las variaciones cromáticas en las repletas mesas y estanterías, con blancos, verdes, rojos, marrones, grises, azules...
Y en cuanto a la línea de diseño, un factor identificativo pasa por la serenidad oriental. Gonzalo Martín saca a relucir el concepto estético japonés de Wabi-sabi, que promueve la belleza de la imperfección. Y cohabita con la fuerza volcánica de las Islas Canarias, inspirándose en sus paisajes y colores: "Las piedras volcánicas, las hojas y texturas naturales, y los fondos marinos me gustan mucho".
Amante del mar y del submarinismo, reconoce que cada vez que puede se va a la playa, y si no, tiene la alternativa montañosa; se sube al Parque Nacional del Teide para deleitarse con "los cambios de luz y las sombras". Pero Martín no solo busca inspiración en el exterior. En una esquina del taller, descansa el libro Cabinet of Natural curiosities, de Albertus Seba, con unas gafas encima a la espera de un nuevo momento para reanudar la lectura.
La intención expansiva de Martín pasa por internacionalizar más su cerámica, que ya ha llegado a Estados Unidos –por medio del cocinero José Andrés–, Italia e Islandia. Este último destino después de que el dueño de un exclusivo hotel le visitara en su taller para solicitarle una serie de piezas, parte de la cual ya ha sido enviada. Porque también está abierto a compradores individuales, siempre y cuando tenga tiempo y stock; en ese sentido, sorprende saber que el rango de sus precios oscila de media entre 5 y 42 euros. "Fuera está muchísimo más valorado y cotizado que en España", cuenta, hasta el punto de que en otros países de Europa puede cuadruplicar los precios.
El modo de llegar a cada vez más lugares pasa por su creciente reputación y por sus perfiles en las redes sociales, que actualiza en la medida que su ocupación le permite. Eso sí, antes de despedirse, desvela con una sonrisa que ya tiene su página web renovada. Ahora, se fija en 25 piezas pendientes de su magia para convertirse en peces y formar parte, próximamente, de una original experiencia gastronómica.