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Entrar en el Taller Antic es retroceder en el tiempo hasta finales del siglo XIX, a la época victoriana, el art decó y el modernismo. Es como una exposición de joyas y piezas de época, con la diferencia de que aquí puedes elegir la que te guste más y comprarla. El propietario de este negocio es Miguel, un artesano que empezó a ejercer su profesión en 1986 en casa con su mujer Silvia, que es diseñadora. Ambos abrieron este negocio en el Poble Espanyol en 1994 y ahora, ya jubilados, el local está en manos de su hijo Álex y Esther, que fueron aprendices de Miguel.
Al fondo del local, tras ver todas las antigüedades, están las tres mesas de trabajo, en las que coincidían en muchas ocasiones Miguel, Álex y Esther. “Hacemos piezas de bisutería en plata, latón, cobre y otros metales”, explica Álex. El producto que más se vende son los pendientes y cuestan entre 15 y 165 euros, dependiendo del diseño. La joya más especial es un juego de collar y pendientes que se llama Florencia. “Es de estilo victoriano y se ha usado varias veces en cine y televisión. En concreto, este lo llevó Carmen Maura en la serie de televisión Arroz y tartana. Dejamos mucho material para películas y a artistas para alfombras rojas”, añade. Los conjuntos de colgante y pendientes están entre los 34 y los 384 euros.
No obstante, el objeto más característico de Taller Antic, por el que más destacan, son los frasquitos perfumeros. “Tenemos cerca de 120 diseños diferentes de frasquitos. Nosotros hacemos todo el proceso creativo: tintamos el vidrio y le ponemos todo el revestimiento. Puedes encontrar desde diminutos esencieros colgantes o para bolso hasta frascos inspirados en los perfumeros de los tocadores modernistas”, detalla Álex. El precio de estos perfumeros varía en función del tamaño y el tiempo de trabajo, y oscila entre los 33 y los 190 euros.
Además, en Taller Antic dan visibilidad a otros artesanos españoles y europeos que aún mantienen vivos oficios y técnicas de finales del siglo XIX y principios del XX. Tienen pastilleros, dedales, cajitas, miniaturas de plata, espejos, portarretratos, láminas y fotos antiguas, portasellos, estatuillas, plumas y tinteros... Sin olvidarnos de los abanicos realizados sobre nácar y maderas nobles, a los que se les aportan grabados y pintados a mano o encajes, auténticas obras de arte.
Pepi es la artesana que mejor trabaja con la médula de ratán, el material que utiliza para hacer las cestas típicas catalanas en miniatura, su negocio en La Pescallunes. “El mimbre es demasiado duro y grueso para trabajar con objetos tan pequeños”, dice. Empezó por casualidad, ya que se autofinanció un curso con unas amigas. Más de 20 años después, sigue con su tienda-taller de cestería popular catalana en miniatura en el Poble Espanyol, su pequeño universo lleno de cestos de fibras de varios tamaños (para pesebres, a escala 1:12 para casas de muñecas...), y todo lo necesario para crear.
“Es un oficio, pero también es transmitir una cultura, y más ahora que está tan en auge la cuestión ecológica, de los materiales que se utilizan… Está bien volver a lo natural y a lo de antes, lo que siempre se ha usado para ir al mercado, un cesto o un carrito de mimbre”, afirma Pepi, que es fundadora de la Asociación Catalana de Cesteros. Ella siente pasión por su profesión y, por eso, no duda en compartirla haciendo talleres tanto para niños como para adultos.
¿Y qué podemos encontrar en este pequeño local de artesanía del Poble Espanyol? Todo tipo de cestas: un garrafote para poner aceitunas, la garrafa forrada, la caracolera, el cesto de los calçots, la jaula de la perdiz, la pelapatatas, la cesta de pícnic, la de la fruta, la de la verdura, la de las fresas, la panera de hornero, etcétera. Los precios de estas miniaturas varáin en función del trabajo que le ha llevado hacerlas. Las más sencillas se pueden comprar por unos siete euros y van subiendo hasta llegar a los 15, 20 o 30 euros. Hay algunas que, además, van con miniaturas de verduras, fruta, pan... lo que las convierte en un objeto decorativo aún más completo.
Pero las cestas no son lo único que verás en este espacio creativo. Pepi también hace imanes, sonajeros, maceteros para plantas, bisutería… “Pero siempre todo relacionado con la cestería. Los pendientes de cestas es de lo que más vendo. Hasta me paran por la calle para preguntarme cuando me los ven puestos. Me dicen que son muy originales. Gustan mucho, igualmente, las cestas grandes de pícnic o las de aves de corral”, concluye Pepi.
“Nuestro oficio es como una filosofía de vida, es como un concepto más allá del trabajo”. Quien habla es Julián, hijo de Pedro, un artesano que hace unos meses cumplió 50 años trabajando el cuero. Vino de Argentina en 1978, estableció su negocio en Mataró, llevando muestras a fábricas y a comerciantes, y en 1996 se instaló en el Poble Espanyol para vender directamente su producto. Pedro asegura que es autodidacta y ha transmitido su técnica a su hijo Julián y a sus tres nietos. “Todo lo que ves en esta tienda está hecho por nosotros, incluso las lámparas, los muebles, etcétera”, admite Pedro.
Sañudo Artesanía en Cuero es uno de los locales de artesanía más grandes y está dividido en cuatro espacios: el taller, en el que Pedro y Julián disponen de infinidad de herramientas para trabajar la materia prima; la tienda, en la que se pueden ver todos los productos que están a la venta -desde cinturones a bolsos, pasando por tarjeteros o mochilas-, todos ellos originales y únicos; una sala en la que dan talleres, cursos y hacen actividades; y, el cuarto, es lo que ellos llaman La Cova (La Cueva), un pequeño rincón que usan como galería y en el que exponen orgullosos su obras de arte.
Toda la familia trabaja el cuero usando múltiples técnicas, pero su especialidad son los grabados que hacen a golpe de martillo individualmente, uno a uno, hasta construir unos diseños. “Nuestro taller tiene diferentes áreas de trabajo, pero esta especialidad no hay mucha gente en el mundo que la haga, y la mayoría de los que lo hacen es en el campo del western o el country y se hace en los cinturones, las bolsas… Nosotros lo aplicamos a la obra artística con un concepto contemporáneo”, revela Julián. O lo que es lo mismo: “Hacemos cuadros con cuero, aplicando técnicas tradicionales de manera contemporánea, y estas obras las exponemos en España, Catar, China… participamos en eventos de artesanía internacionales”, aclara.
En su punto de venta lo que más han trabajado a lo largo de los años son los cinturones, sobre todo los de hombre. “Tenemos un nivel de especialización en cinturones de hombre que quien lo compra y conoce el cuero lo aprecia mucho y lo valora, ven algo muy especial y diferente”, destaca Julián. En función del modelo, los cinturones pueden costar entre 60 y 100 euros, y los tienen de diferentes tipos: para tejano, troquelado, cosido, etcétera. Además, ellos también crean objetos para películas y televisión.
Muchos son los que visitan Barcelona por el modernismo de autores como Antoni Gaudí o Josep Puig i Cadafalch. Una de las técnicas que usaban estos artistas era el vitral, como se puede ver, por ejemplo, en la Sagrada Familia o en la Casa Amatller. Ver cómo se trabaja esta técnica es posible en el taller de Júlia, una artesana con gran dominio sobre el oficio del vidrio, especializada precisamente en los vitrales. Tiene su taller en el Poble Espanyol desde 1999, aunque hace poco menos de un año que se cambió de local a uno más grande.
“El vitral es un trabajo por encargo, porque se hace a medida en puertas y ventanas. Hago obra nueva, pero también restauración”, cuenta Júlia. El precio de un vitral depende de muchos factores, por lo que siempre se hace un presupuesto a medida de lo que se pida. Sin embargo, trabajando esta técnica se pueden hacer otras piezas, originales y únicas. “Todo lo que se pueda crear con la técnica del emplumado y el encobrado, es decir, la unión de vidrios con metal, sea plomo o cobre estañado”, añade.
Todo aquel que entre en Vitraloi podrá ver en directo a Júlia aplicando esta técnica en una mesa de trabajo que está enfrente de la entrada. Una técnica que ella asegura que es “muy anónima” en nuestro país. “La gente no lo conoce como una técnica de expresión de autor. En otros países sí que se conoce y la gente de fuera lo valora más”, señala. Y eso se refleja en su local, en el que dispone de una zona de exposición en la que hay productos como bistuería, móviles, iluminación, esculturas... “Puedes encontrar piezas entre siete y 400 euros,” asegura.
¿Hay algún producto que venda más que otro? Dice que no, pero sí ha detectado que quien compra más en su establecimiento son turistas. “Mis esculturas suelen irse a otros sitios como Estados Unidos, Puerto Rico, Alemania, Francia… En la tienda compran turistas, la gente de aquí me hace encargos”, admite la artesana.
No hace mucho que empezó a realizar talleres para niños, que pueden hacer manualidades con el vidrio. “Tras muchas pruebas he conseguido cortar el vidrio de una manera para que los niños no se hagan daño, para que no se corten. Así vienen y ven parte de mi oficio, y, en general, les gusta mucho”, explica. De hecho, uno de los regalos que puedes encontrar en el taller es precisamente un kit para niños, para que ellos puedan crear su propio trencadís con vidrio (otra de las técnicas que empleaba Gaudí) en casa, con una madera en forma de animal y pequeños cristales de colores. ¡Un regalo único y muy original para los más pequeños!
Oksana es una diseñadora de alta costura ucraniana que lleva en Barcelona 19 años. Siempre había creado para otras empresas hasta que acabó en el Poble Espanyol trabajando en una joyería. Hace nueve años abrió su propio espacio. “Me pareció un lugar precioso y pensé que podría tener mi propia tienda haciendo lo que me gusta: vestidos de flamenca”, cuenta. Su pasión por la moda andaluza le viene de cuando trabajó, estando ya en la capital catalana, en un tablao flamenco en el que hacía trajes para bailaoras. “Son muy bonitos y me animé a abrir mi propio negocio porque quería enseñar a todo el mundo que hay moda flamenca bonita, no solo lo que se ve en las zonas turísticas comerciales”, añade.
“Trabajo con encaje, seda, lunares, algodón, terciopelo… Y mi producto estrella son los trajes flamencos pero con blusa y falda por separado. Los vendo mucho mejor, tanto para los turistas como para la gente de aquí, de Barcelona, porque luego pueden aprovechar las blusas y ponérselas con pantalones. Les queda un look muy elegante para ir, por ejemplo, al teatro”, explica la ucraniana. Los precios de las faldas flamencas están entre los 100 y los 180 euros, y las blusas las puedes comprar a partir de 55 euros. Aunque, para quien lo desee, Oksana también hace trajes a medida.
En Oksana, que cuenta con su mesa de trabajo y una máquina de coser, además de la ropa flamenca, los mantones, los trajes, las peinetas y las flores, expone sus creaciones de bisutería en bronce y plata como pendientes, colgantes y anillos. “Son hechos a mano con piedras naturales y Swarovski, y están cosidas con un hilo de acero inoxidable muy fuerte, por eso nunca se caen”, descubre Oksana. En este caso los precios oscilan entre los 20 y los 130 euros.
Su negocio iba muy bien hasta que llegó la pandemia, momento en el que se ha tenido que reinventar y buscar nuevas fuentes de ingresos. Una de las apuestas que hizo fue traer prendas de ropa de firmas italianas, que se conocen poco en España. Así, tiene camisetas muy originales para mujer y rebecas de colores a conjunto. También probó con las mascarillas, que están hechas a mano de algodón con filtro en diferentes telas estampadas. Oksana solo tiene ahora un deseo: “Espero que, cuando empiecen a venir más turistas, vuelva a remontar mi negocio de la ropa flamenca”.
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